Cuando los medios se convierten en fines

3 marzo 2024

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No son muchas las tareas que podríamos llamar «unitarias», que se completan en un solo acto, normalmente tendremos que llevar a cabo un conjunto de acciones que se extenderán en el tiempo para llegar a alcanzar nuestro objetivo. Son esos pasos intermedios a los que me referiré como «medios».

Sin duda, algunos de esos pasos tienen a la vez valor por sí mismos y podrían entenderse como objetivos menores, cuya consecución ya proporciona beneficios. Hay otros, en cambio, que tienen un claro carácter «intermedio» y sorprende que haya quien «se pare» allí. Veamos algunos ejemplos.

El dinero, hoy ni siquiera un objeto físico, que no me puedo comer, subirme para viajar, meterme debajo para cobijarme de la lluvia… pero que me permite obtener todas esas cosas, es un claro «producto intermedio» desde su propia concepción. Seguro que conocéis a muchas personas ficticias y reales que se han perdido buscando tener mucho y olvidando el para qué.

La libertad es también un producto intermedio que sólo tiene razón en su uso y que, como el dinero, se pierde al ejercerla. Si piensas en la libertad para tomar cualquier elección, verás claro que una vez elegida, abandonas las otras opciones, para poder disfrutar de la vivencia escogida, que era precisamente lo que queríamos.

La lectura es otro ejemplo claro, a mi modo ver. Si después del reconfortante Mi mamá me mima, o de la famosa imputación a Ramón Rodríguez de aquel delito sobre la integridad canina, nos quedásemos allí, oiríamos a millones de infantes protestar airadamente y cargados de razón. Quiero leer para poder acceder al conocimiento o el arte que codifican esas palabras.

Dejadme que os cuente algún ejemplo relacionado con los mundos en los que me muevo, la divulgación de la ciencia y la enseñanza.

En divulgación es frecuente encontrarse gente haciendo cosas muy vistosas y aparatosas (ojo aquí, sin aportar explicaciones o que el público entienda lo que está pasando) como explosiones, efectos con nitrógeno líquido, y demás. No leáis aquí una crítica a lo vistoso o divertido, soy bien conocido (y amablemente valorado) por ambos aspectos en mis actuaciones. Aquí me refiero a lo que podría ser llamado, sin pretender marcarlo como negativo, solo un entretenimiento.

Hay muchos ejemplos que seguro os vienen a la mente. Tengo que decir que no es mi estilo porque yo no hago entretenimiento con una temática científica, sino divulgación o enseñanza, en la que los elementos «entretenedores» son un medio para la enseñanza de la ciencia. A mí me gusta que en mis actos haya cierta densidad divulgativa.

¿Considero la otra opción un puro entretenimiento sin efecto sobre la cultura científica de los espectadores? No. Tiene, al menos, un estupendo efecto positivo: La exposición a batas, experimentos, contenido científico y los propios científicos, sin que resulten aburridos, desagradables… Esas personas ahora no cambiarán de canal o seguirán camino si se encuentran algo así en una plaza. Se pararán un momento al menos porque saben que podría ser una experiencia agradable, como lo saben sobre la música o el teatro, más allá de que luego te guste una obra u otra, pero ya no tienen un rechazo total al conjunto de esa disciplina.

¿Por qué considero que esos actos son un «medio» y no un fin en sí mismo? Supongo que dependerá del punto de vista (algo sobre lo que volveremos al final). Desde el mío, donde el objetivo es la cultura científica, esas actuaciones ponen al espectador la posición de poder llegar a otros en los que sí se les haga llegar la comprensión científica que buscábamos, ya sea en un evento divulgativo o en las clases de la educación reglada, pero si nos quedamos aquí diría que ha sido sólo entretenimiento, sin quitarle el valor que puede tener como ocio. En ocasiones también me parece que son una oportunidad perdida al poderse dar esa divulgación entretenida y llena de contenido, como demostramos a diario muchos en el mundo entero (ya me disculparán la inmodestia).

En lo educativo me duelen particularmente las «acciones» reivindicativas, como huelgas, manifestaciones y eventos de variado pelaje, donde se exigen ciertas mejoras laborales o del sistema educativo, pero que se dan por cerradas y acabadas sin que se hayan producido. Al comentar ese hecho suelo tener la respuesta de que se «tejen redes», «comunidad» y otras cosas que, si el objetivo son las mejoras que se pedían, vuelven a ser medios que podrían conseguir esos fines y muchos otros, pero medios de nuevo.

Como tantas veces, no hay demasiados secretos en la mayoría de las cosas, solamente falta de información o negarse a aceptar la que insistentemente se te presenta. ¿No os pasa que hay muchas cosas que son muy difíciles de entender… hasta que das tu brazo a torcer, mentalmente, y aceptas lo que llevas negando tanto tiempo? «¿Cómo puede ser que me quiera si me trata así?» «¿Cómo puede ser que le dé tiempo a ese millón de cosas si no tiene ayuda?»

Si lo piensas, se parecen mucho a esas demostraciones por reducción al absurdo que nos encantan en matemáticas. «¿Cómo puede ser esto si es incompatible con aquello?» Pues porque o bien esto o bien aquello no se dan.

¿Cómo puede ser que alguien se pare en este paso intermedio sin haber alcanzado su objetivo?

Primero habría que ver si la coletilla implícita «(…) pudiendo seguir? se da. Porque si no, aquí está el absurdo que buscábamos, siendo la solución: no sigue porque no puede.

Pero si pararse ha sido un ejercicio de voluntad, entonces tendremos que elegir entre negar uno u otro de los presupuestos. Quizá no se haya parado y estén viendo una etapa de un plan mucho más largo, que sí está en marcha, y tu limitada visión no alcanza. O quizá, y aquí es donde voy, ya ha alcanzado su objetivo.

Cada vez que oigo «la huelga/manifestación ha sido un éxito» lo primero que me viene a la cabeza es que se han conseguido (algunas de) las peticiones por las que la convocamos, pero SÓLO quieren decir que «ha venido mucha gente».

Y entonces me pregunto si para algunos (o muchos) el objetivo era mostrar su «fuerza convocatoria», desahogarse, tener un tiempo de «ocio solidario» con SUS amigos, etc. Intereses cuya legitimidad no discuto… salvo porque eso no era lo que se había dicho que constituía nuestro objetivo. Ya he tenido esta conversación muchas veces: mi trabajo no es «estar movilizado» ni movilizar, y tengo amigos con los que puedo quedar para hacer planes sin montar una manifa. Quizá a los no docentes os sorprenda porque, efectivamente, somos una ANOMALÍA, entre los colectivos laborales que llevan haciendo huelgas antes y después de que ese derecho haya sido reconocido PARA conseguir mejoras laborales y siendo un mecanismo MUY EFECTIVO, como demuestran muchas noticias que no siempre se cuentan en los medios tradicionales como debiera, vaya usted a saber por qué.

Y así terminamos, si te quedas en el medio es porque lo convertiste en un fin.

Puede que haya sido inconscientemente, como el que se pierde en la búsqueda de la riqueza, o puede que fuera tu agenda oculta desde el principio. En cualquier caso, queridos lectores, tengan mucho cuidado con quién se embarcan sus planes y travesías, porque puede que quieran ir a lugares distintos y que ustedes sean sólo un instrumento, un MEDIO más, para esas otras personas.

Habrá que añadir este disclaimer: Como siempre habrá quien, sorprendentemente, no entienda estos razonamientos y los achaque a justificar no participar en SU movilización concreta o la que a él le gusta, diré dos cosas para que mi reacción ante determinados comentarios no le pille de sorpresa. Por un lado, la paradoja de que una persona racional no entienda algo tan claro se resuelve con que NO QUIERE entenderlo (sus motivos concretos los sabrá él). Por otro, por desgracia, poca gente queda en activo que haya puesto más dinero y más tiempo en huelgas que yo, y muy probablemente nos conozcamos de oídas y sabemos muy bien quienes somos para decirnos tonterías..


Q, un cuento cuántico

28 junio 2022

Me alegra mucho compartir con vosotros la publicación en formato electrónico de este nuevo libro.

Espero que su primera frase os resulte estimulante…

Q era un qbit que vivía en un subespacio de las afueras

Se trata de una novela corta de ciencia ficción en el que acompañamos al pequeño Q en una aventura de crecimiento y búsqueda de sentido a través del mundo microscópico.

Hilado con humor y muchas referencias a la física, la computación y la filosofía, irá explorando… las pequeñas y grandes preguntas que también nos hacemos los humanos.

Aquí os dejo los dos primeros capítulos, para abrir el apetito.

Para que no os perdáis ningún easter egg, referencia o chascarrillo, iré haciendo un «videoapéndice» con las explicaciones de la ciencia y filosofía que hay de fondo en cada capítulo.

Os dejo el primero con el análisis de los dos primeros capítulos que os he compartido.

NOVEDAD: Os dejo con una lectura de los primeros capítulos

A partir de aquí, no creo que podáis resistiros a la tentación… así que os dejo el enlace de compra.

Como es autopublicación, se agradece todo el apoyo y difusión que podáis darle. Hasta el más sencillo retuit o publicación en RRSS es valioso y os lo agradezco mucho.

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Cómo divulgar sin ofender

2 enero 2021

Esta pregunta nos la hacemos en cualquier actividad que esté relacionada con la comunicación, pero en estos momentos, con el asunto de la vacunación, está muy presente en el debate privado y público.

Para mí el quid está en aludir a las ideas en lugar de a las personas. Esto se hablaba ya hace décadas respecto de la educación de los niños: “No le digas que es un mentiroso, di que ha dicho una mentira.” Incluso se puede mejorar cambiando la palabra “mentira” por “no es verdad”, quitando la alusión a la intención de engañar que parece implícita en la concepción de mentira y que sería una alusión de nuevo a la persona y sus intenciones. Pero fíjate en que, librando a la persona de calificativos, no se escatima en la calificación de la idea.

Hay que decir también que es imposible no ofender a quien quiera sentirse ofendido. Entender esto es fundamental.

Para mí distinguir entre si “te ofendo o te ofendes“ es muy claro, os lo contaba en este post, pero resumido sería.

  • Si me meto con tus ideas, te ofendes
  • Si me meto con tu persona o menoscabo tus derechos, te ofendo.

Pero si alguien se pone como una hidra porque me meta con cómo ha jugado su equipo favorito, no es mi responsabilidad. Si dejamos la decisión sobre qué es ofensivo en “cualquier cosa que ofenda”, particularmente a los ofendiditos, entraremos en una peligrosa zona de censura y autocensura nada deseable… en la que quizá ya estemos.

Dicho esto, podría preguntarse ahora: ¿es legítimo decir que cualquier idea es una gilipollez? Desde luego no lo es para el que la piensa, por más que algunas lo sean desde el punto de vista de un mínimo análisis lógico.

A mí me gusta mucho el adjetivo “pensable” para ideas o teorías. Me refiero a conjeturas, hipótesis, especulaciones que bien podrían ser ciertas con la información disponible, más allá de que lo sean o no. Por ejemplo, no es lo mismo plantear dudas sobre la eficacia de una vacuna antes de las pruebas que decir que llevan un “chis” para controlar nuestras mentes.

Así que, si alguien desea extender su respeto por las personas, el único debido, a las “ideas pensables”, pues muy bien, pero insisto que no es obligado.

Así que esta sería la respuesta, hablemos de las ideas, dejemos a las personas, expresemos tranquilamente en qué se equivocan, cuál es la explicación correcta, de forma expositiva. También es crucial hacer una divulgación ”sincera”, contar lo que sabemos, el grado de seguridad que tenemos con la sencillez y sinceridad mayor posible. “Cargar” el discurso artificialmente de una seguridad que no se tiene para mover a la gente a comportarse de una manera es una bomba de relojería. No es lo mismo decir “creemos una cosa” y que se pruebe falsa en el futuro a “sabemos con certeza una cosa” y que se pruebe falsa. Si conseguiste tu objetivo de que actuaran de cierta forma, date por contento, va a ser la última vez que te hagan caso. Si vas a vender la confianza en ti, asegúrate de que sea por una causa que amerite ese sacrificio.

Como os digo, eso eliminará la ofensa, pero no a todos los ofendidos. Porque ofensa y ofendidos no son la misma cosa, ni se siguen necesariamente los segundos de lo primero. De hecho, pueden decir algo ofensivo, que sea incluso un delito de injurias, y que tu serenidad o el poco peso que le des a esa persona hagan que no te produzca ningún daño, hasta que te dé risa.

Y ahora, si queréis podemos hablar de estrategia, pero eso es otra cosa distinta a “ofender”, y me ofen.. digo, no me gusta que se mezclen.

Es posible que te parezca buena estrategia escuchar atentamente una sucesión disparatada de errores y conspiranoias para ganarte la confianza de alguien e intentar después abrir alguna grieta con un dato compartido y esperar a que esa “semilla“ haga su trabajo. Puede que te parezca buena estrategia simplemente callarte porque si dices algo solo va a provocar más incendio (te pondría de ejemplo la cena familiar de Navidad… la del año pasado), pero esto son estrategias, más que una divulgación no ofensiva.

Dicho todo esto, animo a que no abandonemos la exposición de información y datos, porque es necesaria, no tanto para los extremistas, que es posible que estén perdidos temporal o definitivamente, sino para los que dudan, para los que se están formando una opinión. No es “racionalmente justo” tildar de gilipollez a una idea “pensable” y lo que sea realmente una gilipollez quedará retratado como tal por comparación con la información que proveas, no hace falta explicitarlo… pero no dejemos esa ignorancia sin combatir, no dejemos que las ideas equivocadas tomen el espacio público. En el asunto actual nos jugamos incluso la vida.

Creo que esto quedaría cojo sin hablar de autoprotección. Como la faceta pública de nuestras vidas y las redes sociales se han convertido en un campo de minas, es necesario también que limites tu interacción con personas que te dañen. Eso no significa cerrar ojos y oídos a cualquier discusión o crítica, sino dejarla para quienes lo hacen con respeto y criterio. Vaya, lo mismo que hacemos en la “vida normal”. Así que silencien y bloqueen sin problema, no es respeto dejarse agredir. Después pregunten a alguien que les quiera y tenga criterio… y acepten la sinceridad que piden. Quizá os guste leer este post (Dirígeme, por dios) sobre este particular.


Tenme paciencia

21 octubre 2020
Adulto y niña andando por un camino

Fuente

En la ficción hay un concepto clave que es la suspensión de la incredulidad. Empieza una obra y uno escucha: siglo XXVII, vale, estamos en una estación espacial alrededor de Júpiter, vale, existe la magia, vale, tenemos tres brazos, vale… Nadie se pone nervioso, tú cuéntame tus reglas, yo las acepto y después me dejo llevar por tu narración. Ya sé que lo que me dices no existe, incluso que científicamente es imposible, pero no pasa nada, acepto tus presupuestos, empecemos.

Nadie abre una novela policíaca y se pone a gritar: «Oiga, y esto, ¿para qué vale?» o «Llevamos dos páginas y no sé quién es el asesino. Dígamelo primero y luego me explica cómo llegó usted a saberlo». «¿Qué aplicación tiene lo que lea aquí en el MundoRealTM

Me recuerda a la expresión inglesa bear with me, que en este caso sería posible traducirla como, «acompáñame, tenme paciencia».

En la enseñanza de la ciencia y en la divulgación, también necesitamos esto. Necesitamos que nos dejes avanzar un poco, que establezcamos ciertos conceptos o parámetros, o incluso darte un marco para entender la respuesta a tus preguntas. Un buen ejemplo es este artículo que he publicado en el Cuaderno de Cultura Científica a partir de una pregunta de una alumna, tan sencilla como «¿Se pueden ver los átomos?», pregunta que sólo puede ser contestada adecuadamente después de unos párrafos.

¿Cómo puedo contestar a esa pregunta sin hablar de lo que es la visión, la luz, o cómo están formados los átomos? Si ni siquiera hemos pactado el «vocabulario», ¿cómo vamos a entendernos?

Pero para la ciencia no hay esa paciencia. Quiero la respuesta, ¿sí o no? Quiero el dato, quiero el final del camino. No quiero escuchar nada «teórico», todo tiene que ser aplicable en el mundo… que no es más que un modelo en tu cerebro construido a partir de tu percepción, pero vaya… en el «mundo».

Lo siento, pero si realmente nos interesa la transmisión del conocimiento, no se pude trabajar así. Otra cosa es que estemos haciendo un teatrillo con intención más lúdica que divulgativa o que demos una respuesta «fácil» y que sepamos que, en el fondo, no están entendiendo lo que creen haber entendido.

Nos pasa también cuando generamos materiales para los alumnos. ¿Asumimos que sólo van a picotear pretendiendo encontrar una respuesta concreta a una pregunta concreta (como en esta lista de minivídeos para aprender procesador de texto) o generamos un texto coherente y progresivo donde tenemos un «plan», vamos incrementando la dificultad, incluyendo conceptos clave, como en este manual de Python que escribí?

¿Cómo hilamos en el primer caso un aprendizaje? Aprender algo no es sólo responder dudas

¿Cómo conseguimos en el segundo que no se salten las cosas y vayan directos a las «actividades» para intentar hacerlas sin leerse el texto? A mí me han llegado a preguntar que por qué un código daba error cuando en el texto se avisaba de que iba a dar error y precisamente se trataba de analizar por qué lo daba.

Acabo de ver en un vídeo a un conocido (y muy buen) divulgador defender que introduzcamos las matemáticas como respuestas a necesidades y contemos sus aplicaciones prácticas, para segundos después, pedir un momento de paciencia para hacer una demostración de la que después concluiría algo.

Necesitamos ese momento, necesitamos establecer ese marco… de hecho, si nos esperan un momento, hasta podemos hilar algo que le dé sentido a lo que estamos diciendo, pero…

Ténganos paciencia, caminen con nosotros… sabemos lo que nos hacemos.


La comunicación científica es… comunicación.

13 octubre 2019

Fuente: Wikipedia

A veces nos olvidamos de que los adjetivos modifican a los nombres, pero que no los transforman en otros (culpa de los maestros, claro).

Por ejemplo, la pobreza energética es una faceta de la pobreza que merece la pena analizar en su particularidad, pero es POBREZA.

Lo que no va a suceder es que un adjetivo convierta un armario en una silla.

Así que, la comunicación científica (y aquí hablo de divulgación), es comunicación.

Y hasta aquí, el Profesor Evidencias. Gracias por su atención.

Pero no siempre se ven las derivadas de los principios que asumimos. Que se lo digan a los matemáticos y sus teoremas, estos estaban implícitos en los axiomas… pero no era algo transparente para cualquiera, ni mucho menos.

Que la comunicación científica sea comunicación, significa que se beneficia y adolece de las particularidades de la comunicación como hecho humano.

Hoy me centraré solo en… la irracionalidad.

La comunicación SIEMPRE será irracional. Siempre.

Tendrá, como poco, algunos elementos que no lo sean y serán tan influyentes en los resultados, que si tenemos que elegir calificar a esa comunicación como racional o irracional, sería imposible asumir el primer calificativo.

A los que se crean muy racionales (lo que prueba que lo son poco, me disculpen) les diré que más allá de como sean ellos, su audiencia… NO LO ES.

Por lo tanto, digan lo que digan, sea cual sea forma de su discurso, estará afectada por el cristal con que se mira, por la irracionalidad del oyente.

Respecto a los aspectos irracionales (inconscientes, emocionales… como queráis etiquetarlos o clasificarlos) podemos elegir ignorarlos, luchar en su contra, o dejar al azar su influencia… pero no podemos elegir que no existan.

Puedes elegir la ropa que te parezca que más apoye tu mensaje (un traje en un evento universitario, una camiseta friki en uno divulgativo), puedes ir a la contra (ir de punk a recoger el Nobel), puedes coger lo que tengas limpio o puedes elegir al azar, pero tu forma de vestir influirá en la percepción de tu mensaje.

De la misma forma, «lo que eres», o mejor, «lo que creen que eres» será parte de tu mensaje e influirá en que llegue mejor o peor y en qué público lo comprará.

Como es un factor irrenunciable, no es poco ético emplearlo a tu favor, porque es IMPOSIBLE que no afecte. Si eres agraciado y sonríes a tu audiencia llegará mejor tu mensaje sobre el cambio climático. ¿Es esto poco ético?

Pero claro, esta moneda tiene una cruz. Tu figura pública (cómo te perciben) queda indisolublemente ligada a tu mensaje. No vale con poner «En esta cuenta sólo hay opiniones personales» o «Este vídeo es sólo opinión, no como los otros que debéis creerlos a pies juntillas«.

Supongo que no os gustará, pero es un hecho, así funciona nuestra psicología. Lo saben muy bien los partidos políticos que prefieren tener un líder a un programa, los vendedores de perfumes que contratan a un actor y las empresas que te despiden porque en tu cuenta personal dañas TU imagen profesional y, por lo tanto, SU imagen corporativa.

Resumiendo, ¿a qué nos lleva esto?

En la conducta: A que más nos valdrá tener cierta coherencia personal, a que no hay una forma «apolítica» de ser (porque ser tibio en situaciones dolorosas es apoyar al poderoso o al opresor), y a pensar mucho lo que hacemos en público, porque todo aportará: sumando o restando.

En el contenido: La ética de nuestra comunicación la marcará que lo que contamos sea cierto, en un sentido científico (ya sabemos que estamos sujetos a revisión) o en un sentido vital, que expresemos con sinceridad nuestras posiciones personales o políticas.

En la forma: Analicemos cuál es más efectiva. En alguna ocasión, podría suceder que un chiste sea la mejor manera de hacer memorable alguna idea profundamente seria, y en otras proyectar la gráfica de un artículo científico.


¿Qué ha pasado con la motivación intrínseca?

6 octubre 2019

Moto pequeña con pedales

Fuente: Wikipedia

Los que vivimos la infancia del «Si apruebas te compro la moto», fuimos aleccionados luego como profes con que eso era «motivación extrínseca», ajena a la disciplina particular, un pelín «tramposa» a corto plazo y que, a largo plazo, resultaba poco efectiva para asegurar que los conocimientos perduraran.

Más o menos en la misma infancia disfrutábamos también canturreando con Mary Poppins: «Con un poco de azúcar en la píldora que os dan…».

Y ahora, desgraciadamente, nos vemos ENTERRADOS EN AZÚCAR.

El número de «metodologías», «pedagogías», «innovaciones» (las comillas muy intencionadas) cuyo principal fin y método es edulcorar un contenido que (supongo) que se presume amargo, es legión.

Ya os hablaba de que era un fenómeno común también en los medios de comunicación respecto a los contenidos científicos.

¿Podría ser que ni siquiera quien transmite conocimientos crea que son apasionantes, divertidos, interesantes?

¿Quizá sí los encuentra así, pero no cree que pueda ocurrir para otros?

¿Qué podemos esperar de quien tan poco cree en el propio contenido que quiere contar?

¿Dónde quedó la motivación intrínseca? ¿Dónde el placer de conocer una disciplina? ¿Son idiotas cada uno de los millones de personas que disfrutan realmente con una disciplina?

De acuerdo, busquemos el vehículo para contar nuestra disciplina, pero CREAMOS en ella, en su poder de seducción, de fascinación. Que el vehículo no se convierta en lo principal… o en lo único.

Cuando un juego para aprender se convierte sólo en un juego, cuando hay que plagar de contenido no científico un programa científico para que no sea un tostón, cuando nunca se puede abandonar el vehículo porque sin él, el contenido es insoportable… hemos perdido.

No hay pocos que crean en lo que cuentan y que lo cuenten bien.

Hagan por buscarlos, hagan por buscarme… y su experiencia del mundo crecerá junto con su disfrute. Sin disfraces. Con su propia belleza.


No somos tan buenos

4 marzo 2019

Ya dijimos hace tiempo que tampoco éramos tan listos, y que en realidad te insultaba quien no te llamase tonto. Pues resulta que buenos, tampoco somos.

Este post surge del debate con unos amigos tuitero sobre educar vs. legislar, un tema frecuente.

Creo que se sobrevalora el poder de la palabra y el argumento, del discurso racional y de la influencia de la formación sobre el carácter de los individuos.

Nada me gustaría más, creedme. Soy profesor, divulgador, escritor, conferenciante, nada me haría más feliz que creer en lo poderoso que soy en todas esas facetas, pero no es así.

No somos seres racionales y nuestras decisiones están influidas por múltiples factores genéticos, culturales, afectivos, la situación actual, tu salud o simplemente el estado físico en el que estés (cansado, con hambre, etc.)

Por lo tanto, variar una creencia, opinión o idea por medio de la palabra o pruebas más o menos empíricas, es algo muy optimista, cuando la mayoría de ellas ni se «eligieron» ni se mantienen por argumentos racionales.

Es cierto que hay personas y momentos en los que uno está «maduro» para un cambio y hay un disparador que puede ser una conferencia, una lectura, una cita… pero atribuir todo el mérito a eso es culpar del desbordamiento del vaso a la última gota que lo colmó.

Dos factores «extra-racionales» de gran fuerza en nuestra conducta son el miedo y el egoísmo, con sus interacciones, ramificaciones y derivadas.

Fíjate que no hablo de maldad en el sentido de procurar y solazarse en el dolor ajeno. Hablo de quien no te deseará ningún mal de primeras, pero elegirá tu dolor frente a una molestia suya o un leve beneficio.

Supongo que soy el único que ha visto caer muy cacareados «principios» a la mínima de cambio, cuando su mantenimiento ocasionaba el mínimo coste, o el peligro de tenerlo. En el trabajo, en la familia…

No somos tan buenos como nos gusta pensar, (tampoco tan malos, en general). Somos más como un adolescente indolente, que no le preocupa mucho de entrada lo que no le afecta directamente y peca un poco de hedonista.

El problema en estas cosas es que esa indolencia y despreocupación acumulada acaba produciendo maldad. Como la tolerancia a la enorme pobreza severa que vivimos en lo local y en lo global.

Vean las noticias y descubrirán muchos problemas que escalan o que se mantienen simplemente porque no están en la agenda política y no olvidemos que no están allí porque ocuparse de ellos o ignorarlos no tiene un coste electoral, esto es, porque a la ciudadanía no nos importa. Al menos, no lo suficiente.

A los educadores nos preocupa, nos ocupa, nos desespera y nos aterra el asunto de enseñar el Bien, y no sabemos ni siquiera si está en nuestra mano, por mucho que lo intentemos. Os lo contaba aquí.

A veces se piensa que lo hemos conseguido cuando les hemos mostrado que debían ocuparse del problema porque también era suyo, o porque les podría afectar en el futuro, pero eso, pensadlo, es una forma de egoísmo más inteligente que comprende lo que puede interesarle.

No es solidaridad cuando te ocupas de lo «tuyo», solidaridad es cuando te ocupas de lo del otro por consideración a él, más allá de te afecte.

Si aún no estáis convencidos os animo a que participéis en alguno de los actos de El día internacional para la erradicación de la pobreza. Una causa justa, no politizada y que causa mucho dolor a mucha gente. Bien, pues no va ni Dios.

Por esto, y por lo que decíamos antes de los principios, suele decirse que si quieres saber si alguien es una buena persona observes cómo trata a aquellos a quienes no tiene la obligación de tratar bien, ni va a obtener beneficio de hacerlo.

Como no somos tan buenos, hemos llegado al Contrato social (en aquellos lugares donde tenemos la suerte de tener sociedades más o menos estables). Hemos cedido el monopolio de la fuerza al estado para que yo no tenga que partirte la cara cuando me rayes el coche, o tenga que amenazarte con una pistola para que me pagues lo que me debes. Estamos un poco más civilizados y tenemos un estado de derecho y sus mecanismos. Pero no debemos olvidar que detrás de eso, dándole autoridad, está la amenaza o el uso de la fuerza. Que la gente no se para en un control policial porque se lo pidan o por principios, sino porque no hacerlo tendría consecuencias.

Si esto os parece muy feo, recordad lo que ha ocurrido cuando ha habido apagones, catástrofes naturales, guerras y demás. En lo casi ridículo, tenemos al tipo que tira un ladrillo y se lleva diez pares de vaqueros durante una inundación; en lo espeluznante, los asesinatos y violaciones de adultos y menores. Simplemente en la última crisis de refugiados en Europa se cuentan por miles los menores desaparecidos. Niños que no sabemos donde están, si están vivos o muertos, esclavizados o torturados, descuartizados y vendidos sus órganos o metidos en una zanja, violados y asesinados. Vaya, no hace falta que lo diga, porque al ser algo tan importante, supongo que es una prioridad política e informativa, ¿verdad?

Así que, sí, también hay monstruos entre nosotros. No creo que sean los más, pero sí los hay sí.

La ley, el estado de derecho y la defensa de esas leyes con la amenaza y el uso de la fuerza son necesarias con la sociedad de hoy, con cómo somos nosotros. Te puede enfadar que así sea, te puede entristecer (a mí, mucho), pero no voy a negar la realidad. Para mí ser optimista no es hacer un juicio sesgado. El juicio de una situación debe ser justo, la acción que tomemos, esa sí puede ser optimista, si se quiere, buscando y apostando por un final positivo que fuera improbable.

Si nos sobreponemos un poco a la tristeza y nos miramos a nosotros mismos, veremos que también funcionamos así en lo personal, tomando el dolor como ese maestro que nos hace recapacitar, cuando no lo entendemos por las buenas. Desde el empacho cuando nos gusta una comida, hasta lavarnos los dientes por miedo al dentista, cambiar nuestra forma de vida cuando nos da un arrechucho, mejorar en nuestras relaciones cuando las vemos peligrar, y un interminable etcétera si eres sincero contigo mismo.

Ahora os pregunto, ¿creéis que en el aprendizaje de niños o adultos es diferente?

«¿Esto va a entrar en el examen?» es una pregunta que a nadie le suena, supongo.

Lamentablemente (o humanamente) actuamos en nuestra mayoría y la mayoría de las veces con la evaluación de coste-beneficio o, directamente, un sesgo. Aquellos que hacen las cosas por la pura convicción de su bondad y haber llegado a eso por un razonamiento discursivo, son una minoría y no en todas las ocasiones.

Así que, las normas constituyen un referente y una presión para que nuestros comportamientos estén dentro del margen de lo «socialmente tolerable». Creo que algunos me mirarán con una ceja arqueada sintiendo que ellos son superpuros y supermorales y muy fieles a sus principios. A vosotros os diré que igual sois la excepción, o igual sólo estáis mirando aspectos de vuestra vida en los que verdaderamente sois así, pero, ¿qué pasa con los otros?

Como este es el marco en el que vivimos (bendito sea), esto también tiene un efecto tremendo en lo educativo. Os pondré un ejemplo, la homeopatía. Ya se ha explicado muchas veces que no funciona y que es algo muy peligroso porque te puede hacer dejar de acudir a tratamientos que sí curan, perjudicando tu salud y en algunos casos, ocasionando tu muerte, como ya ha sucedido. Bien, pues cuando explico en alguna conferencia esto, siempre surge la misma pregunta: Si no funciona y es peligroso, ¿por qué es legal venderlo? Se crea una paradoja en la mente del que escucha.

Que algo esté prohibido dificulta su práctica y crea el ambiente necesario para que se entienda que no es bueno, así que la dicotomía entre legislar y educar es falsa. Legislar, educa. Y no legislar, dificulta la educación.

Si a lo dicho añadimos a aquellas personas que no irán por debajo del límite de velocidad o de alcohol si no les multan, a los que no respetarán la propiedad ajena si no les detienen por robo, a los que no cumplirán sus compromisos si no les ata un contrato, veremos la necesidad de legislar… porque no somos tan buenos.

Como habréis visto, no se trata de legislar EN LUGAR de educar. Se trata de hacer ambas cosas y de que se apoyen mutuamente. Dejemos también de dejar de pensar que todo el mundo es super-bueno, super-racional y super-coherente, empezando por nosotros mismos.

Además en los últimos tiempos hemos visto como leyes que parecía que iban a traer el Apocalipsis resulta que se acataron sin más, por ejemplo, la prohibición de fumar en los bares y lugares de trabajo en España. Por lo tanto, en mi opinión, es estupendo que se prohíba la venta de homeopatía en las farmacias, que se obligue a la vacunación de los niños, que se prohíba fumar en los trabajos, que se obligue a que se lleve el cinturón de seguridad y mil cosas más.

Esto no es óbice para que aquel cuyos principios sean tan elevados que la norma les sepa a poco hagan un análisis más profundo y sean más justo y más éticos de lo que la sociedad les demanda. Maravilloso y ojalá cada vez haya más personas así.

Advierto que mucho ojito con las críticas a este post, porque este que os habla cree que el mundo necesita mejorar pero ha dedicado toda su vida profesional a la educación, así que los que se enfaden conmigo porque digan que el mundo es chupi mientras no mueven un músculo para colaborar, pueden irse a ese lugar lejano y marrón.

Seamos justos en el análisis, no porque la educación sea mi actividad principal voy a sobrevalorar su poder transformador ni, desde luego, nuestro nivel ético.

La educación y la comunicación son esas cosas en las que cada vez cree uno menos… pero que no te resulta posible dejar de intentar.


La importancia de contar lo básico

24 septiembre 2018

En nuestra sociedad hay una falta de conocimiento sobre lo más básico de la ciencia que hace que seamos más débiles, menos libres, más fáciles de manipular, menos felices.

Los que me conocéis, ya sabéis que esa es mi batalla y mi trinchera.

Os dejo mi intervención de Naukas Bilbao 18, donde veréis claro que contar ciencia fundamental puede ser, además de necesario, divertido, entendible e incluso aplicable al día a día.

Desde aquí hago de nuevo un llamamiento a los medios para que se den cuenta de que este tipo de contenidos son de mucha calidad y entretenidos, además de un servicio público.

Agradecemos mucho a eitb su diligencia con el streaming y con esta provisión de vídeos.


¿Para qué divulgamos?

16 noviembre 2017

Voy a aportar mi granito de arena a un debate que tenemos entre tuits y posts unos compañeros divulgadores.

Todo empieza con un tuit de un gran divulgador. Daniel Marín, del blog Eureka

A lo que responde mucha gente y hace un post el velocísimo Francis Villatoro

Francis concluye que él divulga principalmente para aprender, idea muy secundada y celebrada. Yo creo que confundimos términos. Escribiré unas ideas a ver si me explico.

Escribir vs. Publicar

  1. Una cosa es escribir y otra PUBLICAR.
  2. Cada uno escribe para lo que quiera: Para recordar, para organizar, para «sacárselo de dentro» y meterlo en un cajón…
  3. Pero publicamos para hacer público, para que sea visto por otros.

Objetivos

  1. Cuando nos preguntamos si estamos llegando al gran público, preguntémonos primero: ¿Estábamos escribiendo para el gran público? ¿Estábamos popularizando o era divulgación para «conocedores», profesores, aficionados informados, expertos? Si no era nuestro objetivo, no hay por qué lamentarse.

Responsabilidad individual y resultado

  1. El resultado de las cosas no es consecuencia directa de lo que hago con mi parte.
  2. El resultado no es mi responsabilidad, lo que haga con mi parte sí.
  3. Si mi intención es llegar al gran público y sólo llego en parte, es un acto fallido… en parte.
  4. Puede que no sea mi responsabilidad, que mi parte estuviera hecha de una manera digna.
  5. Puedo querer buscar otra manera, sin que necesariamente estuviera mal pensado mi último intento, pero es que sólo puedo actuar sobre mi parte.

El gran público

  1. La divulgación al gran público, la popularización, busca llegar a extender la cultura a la mayor parte de gente posible, y la consideraremos más exitosa cuanta más cultura provea y a más gente llegue.
  2. La calidad de la divulgación para el gran público no sólo tiene que ver con la sofisticación de lo que se enseñe, sino con que sea rigurosa, cercana, entendible… y luego ojalá llegue a mucha gente.
  3. Así que, en popularización, por muy encomiables que sean nuestros esfuerzos y aunque la responsabilidad de un corto alcance no haya sido nuestra (visibilidad, medios, oportunidad, etc.) es PEOR cuando llegamos a menos que cuando llegamos a más, con el resto de variables constantes.

No tengamos miedo a las palabras. Pues claro que nos jode trabajar como mulas, en tiempo libre, sin remuneración, esforzarnos muchísimo, hacer más de lo que nos corresponde y que no funcione tanto como querríamos o debería. Jode y mucho y es un fracaso parcial.

El futuro.

  1. Yo no puedo decidir por el mundo, sólo por mi parte.
  2. ¿Vuelvo a intentarlo? ¿Sigo en la brecha? ¿Cada «vida» salvada vale un universo? En mis manos está hacer esa elección.
  3. Nada me asegura el éxito o fracaso, total o parcial.

Creo que el análisis de las cosas debe ser objetivo, aunque nada me impide después tomar una acción optimista, apostar por un resultado poco probable, si ese es mi deseo.

Así que, aunque cada vez creo menos en la posibilidad de comunicación real entre las personas, no deseo dejar de intentarlo. Ese es mi ámbito de decisión, y esa es mi decisión. Como decía, puedo elegir mis actos, no los resultados.

Sólo puedo terminar mandando un abrazo a Daniel, a Francis, y a todos los que conozco (y a los que me falta por conocer) que divulgando luchan por hacer una sociedad más libre y más feliz. Es una labor sagrada y es un honor compartir esta trinchera con vosotros, termine como termine cada batalla, lo que nos une es la decisión de luchar esta guerra en este bando.


Diversión y divulgación científica

17 abril 2016

Es un viejo dilema, que ha sido puesto en foco hoy domingo por el genial @Scientia.

«La divulgación no tiene que ser divertida»

«Si lo es, mejor, pero lo que tiene que ser es atractiva»

Parafraseo, si hay errores que me perdone y me los indique el Señor Oscuro.

¿Cuál es mi problema con esto? La forma de enunciarlo.

Literalmente estoy de acuerdo, pero, ¿cómo llega? ¿Cómo se entiende? ¿Cómo se propaga después esta idea?

¿Cómo creo yo que debe decirse para evitar que se distorsione la idea que queremos transmitir?

Primero tenemos un problema con la definición de las palabras.

¿Qué es divertido? ¿Lo risible? ¿Es divertido sinónimo de chistoso?

¿Qué es algo si no es divertido? ¿Serio? Serio, no, perdonad, hay comedias que son muy serias. ¿Es quizás, aburrido?

Si algo resulta atractivo, como pedía (con razón) José, ¿no es también divertido de leer/ver/estudiar?

Insisto, ¿cómo creo yo que debe decirse?

El objeto de la divulgación es la transmisión del conocimiento científico.

A partir de aquí, lo demás es secundario. El vehículo que elija cada uno, una opción, y ninguna única.

El problema que creo que ve el Señor tenebroso de la Murciandad, y en el que coincido, es cuando los elementos secundarios se convierten en primarios, o incluso se pierde el objetivo principal, la transmisión de la ciencia.

Entonces tendremos entretenimiento usando la ciencia, música con excusas científicas, etc. Cosas que no son malas, pueden incluso ayudar cierta visibilidad de «lo científico», pero no son divulgación, porque no enseñan.

Aquí reivindicamos la buena divulgación, la que enseña, y en la que se encuadra en puestos de cabeza la de José Manuel López Nicolás, que es instructiva, primero, atractiva y, joder, muy divertida.

Finalmente os dejo una foto de mi último bolo en Pamplona (gracias Javier y Joaquín, de nuevo), charla extremadamente seria sobre el uso de las matemáticas para crear una actitud científica en el público general y niños, promoción de mi último libro Aproxímate y que fue realizada en pijama.