Un estudio afirmaba que una determinada metodología era poco efectiva si no iba acompañada de una reflexión durante y después del proceso de aprendizaje.
Me quedé un poco sorprendido…
A ver… NADA en la vida tiene sentido sin ser vivido desde esa reflexión durante y después.
Lo contrario hacen aquellos de los que decimos que «Ellos pasan por la vida, pero la vida no pasa por ellos». Gente a la que experiencias (casi inevitablemente) transformadoras no les hacen ni una muesca.
Suelo decir que «El viaje siempre es interior» refiriéndome a esta actitud de vivencia profunda y revisión propia.
Dicen que Verne, el escritor de viajes por antonomasia, no salió mucho de su región.
En este rato que llevo triscando por el mundo, os puedo asegurar que mucho puede aprenderse también de las experiencias y vivencias de otros; a la luz de la observación, de escucharles o de leerles.. sí, leerles, también a los muertos que nos hablan desde las páginas. ¿No es mágico esto?
Por supuesto, la educación, en tanto que faceta de la vida, no escapa de este principio general. Y tanto los buenos aprendices (que los hay malos), como los buenos maestros (que los hay malos), andan en revisión continua y en una dialéctica constante… más allá de los requisitos burocráticos que cargan sobre unos y otros.
Por los tiempos que vivimos, se hace necesario decir que la revisión no es necesariamente «cambio radical», a veces es acentuar, también radicalmente, aquello que funciona.
Y llegó el subidón actual de la inteligencia artificial.. cuya parte más interesante es siempre como nos interpela como humanos.
¿Tiene sentido programar si una IA lo hace mejor que yo?
¿Tiene sentido escribir si una IA lo hace mejor que yo?
Pero mirad, no son preguntas nuevas.
¿Tiene sentido pintar si una foto es mucho más precisa?
¿Tiene sentido tornear una vasija si una máquina lo hace mejor?
De hecho, ¿tiene sentido escribir o pintar si otro humano lo hace mejor que yo?
Hubo tiempos donde esas actividades humanas era necesarias por los productos que generaban, y de ahí toda la labor artesana, pero hoy se siguen haciendo. ¿Por qué?
Por el viaje, queridos.
¿Qué me pasa cuando pinto, torneo, escribo, pienso un algoritmo?
¿Qué me queda después? ¿Quién emerge después?
Pueden enseñar a jugar al ajedrez a sus hijos y nietos, más allá de que las máquinas son ya imposibles de alcanzar en ese aspecto, pueden mirar un paisaje y analizar sus formas y colores para hacer una acuarela, pueden intentar pensar y pensarse, para después contarnos y contarse en sus escritos.
Pueden y deben.
El viaje aún no ha terminado.
Exploren conmigo La zona intermedia.