¿Quién está al mando?

7 enero 2023

Pensando sobre este hilo tan bueno de mi querido amigo Andrés (excelente docente y experto en actividad física) sobre los periodos de recuperación en el ejercicio, al que añado este otro sobre procrastinación os quería hacer algunas consideraciones.

Sabemos que hay quien entiende el ejercicio, la nutrición o cualquier actividad casi en un sentido religioso imposible de seguir (e inadecuado) salvo para quien haga de eso el centro de tu vida. Pero también sabemos que hay otros que nos proponen cambios de conducta fácilmente asumibles y sostenibles. Ya os he hablado en otra ocasión de Andrés o Daniel en otra ocasión, el segundo es nutricionista.

Y lo que me pregunto, y me preguntaba en mi libro La Cordura de Saberse Loco, es: ¿»Quienes» son esas voces que están en mi cabeza? Esa que dice que no me coma otro trozo de roscón, la que me dice lo mucho que me apetece… y las de siempre, la que me dice que soy un mierda, la que me dice que lo queme todo, la que me dice que molo muchísimo, la que me dice que me zumbe a todo lo que se mueve, o la que me dice que nadie me quiere? ¿Quiénes son y cuál está al mando? Siempre me hace gracia los que te dicen que vivir es tan sencillo como escuchar tu voz interior… ¿¿Cuál??

¿Por qué no recojo esas cosas, son literalmente diez minutos? ¿Por qué no arreglo ese mueble, son otros diez o quince? ¿Por qué no asumo esa rutina de ejercicios sencillo de quince minutos cada tres días o por qué no empiezo con los buenos consejos de Daniel, si no les pongo racionalmente ni un solo pero?

Creo que muchas veces la respuesta es «me apetece» o «no me apetece».

Recordando a mis profes de lengua me pregunto, ¿a quién le apetece? ¿Quién es el sujeto de esa decisión que es la que marca el rumbo de mi vida en ese momento?

Y luego me pregunto: ¿Quién es aquel al que una hora después «le apetece» empezar rutinas de ejercicio, dietas y demás?

Independientemente de que asumamos cierto dualismo o que pensemos en nuestro cuerpo como ese «quien» que va cambiando de opinión, me interesaría saber quién es el que decide qué cosas me apetecen y cuándo, ya que voy a abandonar mis decisiones a los «caprichos» de esas apetencias.

¿Qué es la voluntad, otra apetencia temporal? ¿Podemos hablar de voluntad si siempre se rinde ante «las apetencias»? ¿Debemos ejercer la voluntad «en contra» de esa otra apetencia temporal? ¿Cómo queremos vivir? ¿Cabe desear vivir en contra de esas «apetencias», es realista?

¿Debería tomar decisiones en el estado en el que me siento más «yo» y aplicarlas más allá de mis variabilidades, apetencias momentáneas? Bueno, esta es la tesis de La Cordura de Saberse Loco.

Particularmente, me produce cierto enfado pensar en que mi vida y mis decisiones dependen de por dónde sopla el viento o le «apetece» a un cuerpo, con bastante ausencia de mi control y voluntad, me siento esclavizado… pero quizá es otro sesgo de un mono que ha perdido algo de pelo.

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Quizá el problema no es lo que haces, sino lo que dejas de hacer

9 julio 2022

El otro día andaba la gente muy emocionada con la recuperación de ciertas fiestas y costumbres, llorando a moco tendido por cosas que, tenedme paciencia, son de objetiva poca enjundia.

Seguro que también has tenido esa sensación de desproporción, sobre todo con filias y aficiones que no te sean muy cercanas. Pero, también piensa uno, ¡DEJAD A LA GENTE QUE SE DIVIERTA CON SUS MIERDAS!

¿Cómo se conjunga esto? Creo que no es tan difícil.

¿Qué tiene de malo que te emocione tu equipo, tu pueblo, tus fiestas, tus peluches? Absolutamente nada, claro. El problema lo tenemos cuando ni se te humedecen los ojos con el relato del sufrimiento o la muerte de semejantes que estaría en tu mano evitar. Así que, el problema no es lo que haces, sino lo que dejas de hacer.

¿Y el tiempo que perdemos en las RRSS? Pues algo parecido. Veo a gente haciendo ciertas argumentaciones ad hoc que tienen muchos problemas.

  • Entretenimiento «poco productivo» para el usuario.

Enmienda a la totalidad: ¿Debe ser el entretenimiento obligatoriamente productivo/educativo? La respuesta es, por supuesto, que no.

¿Son las redes sociales el primer entretenimiento o el que menos sustancia tiene, de todos los que hemos conocido? Ejem.

  • Entretenimiento «poco productivo» para la sociedad.

Desde el punto de vista «educativo» diría lo mismo que antes. Desde el punto de vista económico, vaya, cobran lo que producen, como tanta gente de «mal vivir», famosetes de medio pelo y demás que hemos conocido toda la vida. La falta de proporcionalidad entre lo que se paga por algo y su importancia/dificultad/utilidad desde luego es algo inherente al mercado capitalista, no a las redes sociales.

  • Malos ejemplos de fama «inmerecida» o «carreras profesionales» de poco fuste

Miremos atrás de nuevo. Con pocos años que tengáis, sabéis como yo que tampoco es un fenómeno nuevo y hunde sus raíces en ese idolatrado mercado que nos gobierna.

  • Coste de oportunidad perdido

«Esta hora que he estado mirando las RRSS podría haber hecho algo más útil/importante». ¿Os acordáis de eso que cantaba Sabina «Derrotada en el salón se marchita viendo Falcon Crest, mi vieja». Muchos hechos crecido pegados a la tele, en salas recreativas, con ordenadores y consolas. Las horas «no usadas a su mayor eficiencia» no son tampoco un invento de las RRSS.

Lo que quizá si es un fenómeno nuevo es la mayor eficacia que tienen sus técnicas publicitarias y que consiguen engancharnos con más facilidad que los anuncios de antes… cuyos jingles aún recordamos… y, por lo tanto, igual no eran tan poco efectivos… bueno, qué sé yo.

Con estas cosas siempre recuerdo a una amiga que se quedaba pegada a la pantalla con el primer Gran Hermano, en una época en la que se tildaba de poco intelectual, de casi idiota, al que hacía eso. Cuando mi amiga terminaba de ver la tele se disponía a leer sus libros de filosofía, cuya licenciatura tenía, asistir a sus grupos de discusión sobre arte moderno, filosofía o psicología. Porque, insisto, lo que quizá importa no es lo que haces, sino lo que no haces.

El descanso es parte imprescindible de la actividad humana y a veces está bien que sea casi vegetal, seguro que habréis oído a más de uno alabar el «aburrimiento» como fuente de creatividad. En qué pones tu cabeza y tu corazón cuando descansas es tu decisión y creo que debemos respetarlo por poco que lo entendamos. Aquí la verdadera pregunta es si cumples con tus obligaciones personales, familiares y comunitarias. Si cumples con la obligación para contigo mismo de crecer, conocerte y desarrollarte. Más allá de eso… disfruta con tus mierdas.

Ahora, también te digo, me cago en el Twitter, el en Youtube y en la madre que los trajo, todo el tiempo que me quitan los jodíos.


Individualismo espiritual

1 agosto 2021

Detalles, matices, precisiones… palabras que suelen significar algo pequeño y de poca repercusión, pero que no suele considerarse así por quien lo hace. Hoy seré yo quien los haga, pensando sobre todo en la repercusión.

Recordemos aquello del efecto mariposa en los sistemas caóticos: el batido de las alas de una mariposa puede provocar a la larga una tormenta en el otro extremo del mundo. Si me aceptáis la metáfora, pequeñas ideas pueden desencadenar importantes consecuencias.

Vayamos con el título. Me da la impresión de que actitudes o ideologías que conocemos bien en lo material se esconden en una versión «espiritual» para seguir con su pernicioso efecto mientras pasan desapercibidas. Un ejemplo muy claro es lo que llamo «materialismo espiritual». Cualquier persona medianamente ética no considerará mejor a quien tenga más dinero o posesiones que otra, en cambio sí que vemos, con no poca frecuencia, como quien tiene más conocimientos, más CI o más talentos se siente superior a los demás. Y no me refiero a mejor en su disciplina, que sería una obviedad, sino en tanto que persona. Vaya, el clasismo de siempre.

Los educadores tenemos un problema grave al intentar conjugar impulsar a nuestros educandos con darles una descripción adecuada del mundo, porque esto último es a menudo descorazonador.

En mi opinión la solución pasa por servir a la verdad, ya que bonitas frases como «El tiempo pone a cada uno en su sitio», «Si te esfuerzas lo conseguirás» se muestran como falsas a corto o medio plazo. Tirar por contrario: «Da igual lo que hagas, todo es suerte», «Siempre ganan los mismos» «Las cosas son así», además de ser paralizantes tampoco son del todo ciertas.

A mis alumnos, clase trabajadora, les digo: Si no tienes patrimonio, rentas, acceso a crédito, contactos o talentos muy especiales… la única baza que te queda es el esfuerzo y el trabajo. De esta forma no pongo al esfuerzo como la panacea sino como la mejor opción, en tanto que única, explicándoles que mejora sus probabilidades de éxito sin garantizarlas.

¿Triste? Quizá. ¿Verdad? Seguro. ¿Alguno trabajaría más apoyado en una mentira como el niño que se come la sopa para que no le rapte el Hombre del saco? Probablemente, pero mi compromiso es con la verdad, y ellos saben que pueden acudir a mí para oír lo que me parece más cierto. En el largo plazo, a mi entender, más educativo. Lo mismo para vosotros, queridos lectores, creo que es lo que venís a buscar aquí.

Llegados a este punto, ¿a qué me refiero con el individualismo espiritual?

Pues a la actitud de que mis emociones y mi forma de encarar los problemas son la clave para su solución.

A mí me parece estupendo que creas que eres el Neo de Matrix y que con tu pensamiento y actitud puedas parar las balas, pero ojo, lo que determina que seas Neo no es que te lo creas, es que las balas se paren. Como decía aquí, lo único que los científicos le pedimos a los milagros es que ocurran.

Hasta el momento en que seas capaz de transformar de forma efectiva la realidad con solo desearlo, tu actitud positiva ante un despido o un cáncer no los solucionará. De hecho lo que puede ponerles alguna solución o el completo remedio será una ley laboral, los tribunales, los sindicatos y el sistema sanitario. Si te fijas, algo que tienen en común todas estas cosas es su carácter sistémico y colectivo.

Los ciudadanos llevamos a cabo acciones y tenemos responsabilidades tanto individuales como colectivas. De hecho, no son conjuntos disjuntos, casi todas las acciones que tomamos tienen influencia en otros y, por lo tanto, en la comunidad.

El problema aquí surge cuando desistimos de la acción política de manera deliberada por entender que es «juego político», «debates artificiales», «peleas de poder», o directamente alegando nuestra falta de interés en esos temas.. aunque justo después salgamos a andar por la acera cuyo trazado, construcción y mantenimiento dependen directamente de esa política que se desprecia. A menudo esta desafección se viste de cierta «pureza», de estar por encima de estas cosas, en un acto de ignorancia similar al que desprecia campos completos de conocimiento dándoselas de intelectual (aquello de «es que soy de ciencias/letras»).

No hay actitud posible que ayude al tratamiento de tu cáncer… si no te lo aplican porque no hay sanidad pública y la privada no la puedes pagar. No hay actitud que te haga trabajar mejor… si no tienes trabajo en el que aplicarla. No puedes decidir cómo llevar a cabo tu tarea de manera profesional y ética si te imponen una ley que lo impida.

No puedes multiplicar panes y peces o resucitar muertos. Tú no. Al menos, por ahora. Si vieras a alguien que lo pretende sin ser capaz le tildarías de loco… pero se parece mucho a lo que hace quien niega lo político, lo común.

No hay manera posible de salir solo de todo, particularmente de lo más grave. Tú no. Yo tampoco. Juntos… quizá.

Como en el caso del esfuerzo, es lo único que está en nuestra mano intentar.

Ya incidía sobre esto en estas entrada que quizá quieras leer.

La certeza de la incertidumbre

Buenrollismo y calmantes


El sesgo del Panadero

5 noviembre 2020
Una foto mía

Detalle de una foto que me hizo Daniel Mordzinski para el décimo aniversario de Páginas de Espuma

Os voy a explicar un sesgo que, como parece que nadie le ha puesto nombre todavía, me lo voy a pedir. Así que le llamaremos, «el sesgo del Panadero», porque además os lo voy a explicar con el ejemplo de un panadero y así ya tenemos polémica para el futuro sobre su origen y si se escribe con mayúscula o minúscula.

Imaginemos un panadero que vende muy alegremente su mercancía a los vecinos del barrio desde hace varios años. Ya ha hecho números y suele comprar la misma cantidad de harina cada poco tiempo, porque sus ventas son bastante estables.

Hace poco han ampliado el barrio, hay unos bloques nuevos y comienzan a ocuparse sus locales: una mercería, una zapatería, una librería…

Algunos de sus vecinos le han preguntado que si no le preocupa que abran un bazar o un hiper y pongan el pan muy barato, con la consiguiente pérdida de clientela. Pero él dice que no, que las cosas NUNCA HAN SIDO ASÍ.

Ya os podéis figurar cómo acabó todo. (Bueno, es ficción, ¿quién iba a pensar que, a estas alturas, es un buen negocio abrir una mercería, una zapatería o una librería?)

Bromas (y no tantas bromas), aparte.

Vamos a enunciarlo:

Sesgo del Panadero: Tendencia a pensar que el futuro será muy parecido al presente.

En realidad es una forma de la ilusión de serie o apofenia, una tendencia a ver patrones donde no los hay (parecida también a la pareidolia que nos hace ver «cosas» en las nubes, por ejemplo), pero en MI CASO particularizada a la serie temporal concreta de los acontecimientos de nuestras vidas.

Con esta pandemia que vivimos se oye mucho la pregunta: ¿Quién iba a pensar que estaríamos así? La respuesta es: ¿Quién? TODO DIOS.

Es que YA hemos vivido pandemias terribles y, aunque hemos tenido la suerte de que no hayan resultado globales, en muchos sitios no les suenan raros términos como SARS o ébola y contar los muertos por miles.

El surgimiento de una pandemia global es un hecho PREDICHO, ya sabíamos que iba a ocurrir. De hecho, esta es la PRIMERA y, ya os anuncio que no será la más grave.

A la vista de cómo reaccionamos ante estos cambios, creo que nos da la impresión de que si la situación que nos anuncian o imaginamos se diferencia mucho de la actual la consideramos improbable, pero esto no es necesariamente así. En algunos casos es tan probable que es sólo una cuestión de tiempo que ocurra.

Esta forma de pensar sesgada hace que ni nos preparemos ni presionemos a las autoridades para que tengamos sistemas que estén dispuestos para afrontar estas situaciones, que además suelen ser graves.

La vida es mudanza… e incertidumbre. Es aterrador y agotador pensarlo a cada momento y quizá es imposible vivir con eso en la cabeza (salvo que sigas mi consejo de «Cabalgar la incertidumbre» que explicaba en La Cordura de Saberse Loco, que tienes gratis por aquí), pero esconderse de los hechos no los anula.

Es muy curioso que tengamos ese sesgo de adultos y no sea algo reducido a la infancia donde, en el reducido intervalo de tiempo que manejan, efectivamente mucho de lo que sucede es bastante ordenado y predecible (aunque algunas infancias estén muy acortadas).

Pero, adultos y adolescentes: ¿Quién no ha visto o vivido una separación de pareja? ¿La muerte de un familiar? ¿Un cambio de domicilio? ¿De trabajo? Por favor, ¿quién no ha vivido un suceso que ha «roto» completamente la «serie temporal»? Pero parece que, pasado el susto, «renombramos» nuestro nuevo estado a «estado fundamental» y pasamos a considerarlo bastante extrapolable en el tiempo. Ha muerto el abuelo, ah, vale, pues ya sólo tengo una abuela… pero no creo que ella vaya a morir nunca.

Como os decía el gran peligro es no prepararse de manera individual para estas situaciones, y no preparar tampoco los sistemas públicos.

Porque es muy diferente decir No sé si va a ocurrir o No sé cuándo va a ocurrir. O bien, decir Nos ha pillado de improvisto o Este suceso era impredecible.

¿Vamos a sorprendernos también cuando el cambio climático haga ciertas zonas inhabitables por desérticas o anegadas? ¿No estamos avisados? ¿Sorpresón? Cuando esto acarree movimientos migratorios enormes, ¿quién avisó? ¿Nadie? ¿Crisis de abastecimiento de agua? ¿Tampoco? ¿Fuentes de energía suficientes y fiables? ¿Superpoblación y alimentos? ¿Polarización política y riesgo de violencia, guerras? ¿Nada?

¿Ni siquiera vas a hacer, de una puta vez, la copia de seguridad de tu móvil y tu ordenador que te decimos siempre que hagas? Anda, hazla ya y por lo menos este post habrá servido para algo.

ACTUALIZACIÓN

Señala con acierto @El_Inquisito que se parece a la historia del pavo de Russell poniendo en juego la dificultad del conocimiento por inducción. Aquí os lo cuenta Cuentos Cuánticos Quizá el elemento diferenciador aquí es el desprecio del aviso y la omnipresencia de este. Pero, ¡que venga Russell a pedir su sitio!


¿Son los descerebrados el precio por los pioneros?

21 mayo 2020

No hace falta que os ponga imágenes de actos muy poco razonables, insolidarios, incluso peligrosos para la propia persona, vistos los últimos días, porque seguro que vosotros también habéis tenido experiencia de primera mano.

Y uno se pregunta, ¿así somos? ¿Así funcionan las cabezas? ¿Qué nos espera con estos mimbres?

Pero también pienso en los que pierden dedos por subir una montaña, y tantas otras empresas arriesgadas (o casi suicidas) con repercusión o sin ella en el bien propio o en el común.

¿Es esta falsa de proporcionalidad, este desprecio por lo «razonable», este arriesgar lo más importante sólo por ir donde nadie fue o hacer lo que nunca se hizo, algo común a esos chavales que se juntan ahora, en pleno confinamiento, a hacer botellón y se bajan la máscara para fumar, o en los adultos que hoy mismo llenaban las playas?

¿Necesitamos ese «fallo» en nuestra programación para poder tener a los pioneros aunque tengamos que cargar con los descerebrados?

Os animo también al autoexamen. Sinceramente, ¿qué tal te va en tu «frontera»? Ojo, no quiero decir que tú no fumes y analices lo bien que no fumas, o que entrenes y analices lo bien que sigues esas rutinas. Me refiero a cómo te va con esos hábitos que «no quieres» o con esa actividad que nunca acabas de empezar. ¿No compartes esos rasgos de irracionalidad con el resto de nosotros?

Que conste que no igualo a quien se adentra en el espacio en una lata de sardinas con el que se emborracha y salta entre balcones. Sólo digo que quizá comparten un rasgo que puede devenir, según se enfoque, en algo grande o en una muerte estúpida.

Diríase que ser un descerebrado resulta una característica evolutivamente favorable. Curioso.

Y es que quizá, sin esto, aún estaríamos a orillas del Eufrates charlando tranquilamente de mitos y cosechas.


Alumnos «peseteros»

8 enero 2020

Fuente: Wikipedia

Ya hablamos hace tiempo de cómo la forma de evaluar o las reglas que se proponen INDUCEN comportamientos. Simplemente recuerda como conduce la mayoría ante un radar de carretera fijo o uno de tramo.

Con la deriva educativa hacia la atomización de la evaluación y a la injusta objetivación milimétrica (sí, objetivo y justo no son sinónimos), nos hemos quedado con una situación que fomenta ser eso que llamábamos antes «pesetero». En mi entorno la definición del DRAE (alguien muy preocupado por el dinero) se le añadía también una cierta actitud mezquina en el recuento eterno de costes y beneficios de cualquier actividad, cuyo único incentivo y valor era ese, las pesetas. Una cierta forma de mezquindad.

Lamentablemente cada día me parece verla más entre el alumnado y, sin duda, la situación la fomenta.

Andas explicando algo que vas a preguntar en un examen y alumnos que no están prestando mucha atención pasan a preguntarte cuánto vale el examen en la nota global o cuánto valdrá esa «pregunta» en el examen, sin ninguna intención de entenderla.

Se suponía que la evaluación era una forma de medir y fomentar(!) el aprendizaje. Pues parece que vamos en dirección contraria, empezando por la pregunta que casi nadie se hace: ¿Por qué la mitad de lo estudiado es «suficiente»? y siguiendo por el recuento de «cachitos» de punto por «poner la fórmula bien», haber intentado «algo», etc. hasta intentar sumar ese cinco deseado, sabiendo más bien poco.

Las «excepciones» se han convertido en la norma y en las grietas por las que se cuelan «listillos», como bien les enseñamos los adultos, que hacemos lo propio con nuestra legislación.

Por ejemplo, «¡Qué barbaridad que una alumno no titule porque le quede una asignatura!» Bien, pues como ya se puede titular con asignaturas pendientes, los alumnos, las abandonan, cuentan con esa baza, y ahora la discusión pasa a ser, «¿Cómo me vas a suspender con dos, si con una ya me aprobarías?». Discusión parecida a la que tenemos con esos «cuatros que casi son cinco», aunque en realidad representen un 40% de lo que se supone que debería saberse.

Y os advierto que poco «peseteros» son para lo que podrían, y muchas triquiñuelas se les escapan. No daré yo muchas más pistas, pero a ver cómo, con esto de los estándares, argumentas que un chaval que tiene dos sietes en las dos primeras evaluaciones no ha superado ya el 50% del contenido del curso, si no es con una desproporción en la tercera evaluación que supondría un mal diseño de curso. Pronto veremos a chavales que en marzo piden su aprobado porque se van a jugar a la consola.

Hemos sacado el foco de los chavales de la materia que tenían que aprender, para centrarlos en un «juego de abogados», retorciendo el espíritu de la ley (lo que se pueda sin que se rompa -Gene Hackman, La Tapadera). Ya no se trata de cómo aprendo lo que tengo que saber, sino de cómo consigo el cinco aprendiendo lo menos posible.

No niego que antes hubiera alumnos así de forma general o en momentos puntuales, lo que digo es que LEGISLAR PROMUEVE UNOS COMPORTAMIENTOS Y SOCAVA OTROS, no sólo los sanciona, y que hoy por hoy, hemos vuelto a los chavales recolectores de décimas en lugar de aprendices de saberes.

Por cierto, ¿estos son los médicos, peluqueros, conductores, agricultores que querríamos que nos dieran servicio? Pues más grave que esto es que la formación que los haría profundizar en su libertad y su humanidad, esté quedando igual de coja.


La ilusión de control, ¿enemigo o aliado?

3 noviembre 2019

Fuente: Wikipedia

Ya hemos hablado mucho de los sesgos cognitivos y es típico que se etiqueten como «errores» o como en el enlace: «juicios inexactos o distorsiones», aunque a mí me gusta mucho más otro término: ATAJO.

Los sesgos cognitivos son juicios rápidos usando información incompleta o posiblemente inexacta. Son un desastre… digo, una NECESIDAD.

Os pongo un ejemplo:

  • ¿Quieres salir conmigo? RESPONDE AQUÍ Y AHORA.

Esto… no sé. ¿Eres buena gente o sólo lo pareces? ¿Tienes un armario lleno de cadáveres o de tortillas? ¿Somos compatibles? ¿Morirás mañana? No puedo SABER la respuesta a esa pregunta. Es imposible decidir adecuadamente.

Pero TENGO que responder ahora. Si no lo hago la respuesta es NO, y entonces ya no estoy decidiendo, estoy dejando que las cosas sucedan.

Otro ejemplo:

  • ¿Esto se come o me va a comer a mí?

De nuevo, respuesta inmediata, ya. Puede que me muera de hambre o que me coman.

(Si eres estudiante -o profesor- igual te apetece leer Te jodes y decides)

Nuestra máquina de pensar ha evolucionado por la presión de la selección natural, lo que significa: sobrevivir lo suficiente para pasar tus genes.

Y, como ya debierais saber:

Tener razón no siempre resulta evolutivamente favorable

Hace años me dijo una amiga: Espera, no entres en ese cruce, exigiendo tu preferencia, a las dos de la mañana, quizá seas el único conductor que no va borracho. Frase que me recuerda esta otra: El cementerio está lleno de gente que tenía razón.

Así que, el exceso de prudencia, o incluso ser miedoso, han podido tener un efecto «protector» para nuestro bagaje genético, por muy absurdo que ahora sea dar un brinco cada vez que cruje la madera de tus muebles.

De la misma forma, un comportamiento borreguil… estoooo, quiero decir, dejarse influir demasiado por la presión del grupo, puede haber sido también un elemento protector al mantenernos en la tribu, a salvo de un entorno demasiado hostil para un individuo de nuestra especie en solitario.

Pero vayamos al sesgo con el que titulábamos: La ilusión de control. Me gusta analizarlo en dos vertientes.

  1. Pensar que tomando acciones presentes puedo controlar el futuro
  2. Concluir que las circunstancias presentes son consecuencia de mis acciones pasadas.

Estas dos ideas son tremendamente y aterradoramente falsas, sobre todo en su acepción fuerte, que es como suelen entenderse.

No podemos controlar el futuro, hay múltiples factores y agentes influyendo en cualquier situación, incluido el azar.

Esto que acabo de decir es una obviedad, pero lo que no suele contemplarse es que muchos de ellos, por sí solos e independientemente de cómo de propicios sean los demás, pueden decantar el futuro en una dirección u otra.

No pensamos en ello porque quizá es aterrador. Convivir con la incertidumbre no es nada fácil y lo más frecuente es que se ignore o se niegue.

Muchos se preguntan: ¿Para qué voy a hacer nada, si puede pasar cualquier cosa?

En la segunda acepción también encontramos cierta «paz», a la par que vuelve a invitarnos a la acción:

  • Si lo que sufro fue por algo que hice o dejé de hacer, puedo evitarlo en el futuro.
  • Si lo que disfruto fue por algo que hice o dejé de hacer, puedo conseguirlo de nuevo, o mantenerlo.

Así que la ilusión de control nos mueve a la acción… pero, Panadero nuestro, ¿no nos has dicho que la acción es «inútil»?

No, querido lector imaginario, he dicho que hay muchos factores y agentes… y resulta que TÚ eres uno de esos agentes.

Una vez más serán las matemáticas las que nos saquen del apuro, en este caso las no suficientemente valoradas probabilidad y estadística.

Efectivamente puede pasar cualquier cosa, y hay hechos que se deciden azarosamente… pero no todos los futuros son igualmente probables.

No puedo «obligar» un resultado, pero puedo aumentar su probabilidad.

Por poner un ejemplo común. La educación y la formación no aseguran el empleo ni que tengas uno mejor pagado (todos conocemos contraejemplos), pero sí mejoran muy sensiblemente la probabilidad de que eso ocurra, por lo que es una medida inteligente tomar ese camino. Busquen datos, si dudan.

A veces cuesta mucho entender esto, porque una vez que la cosa ocurre, ha ocurrido al «cien por cien», más allá de lo probable o improbable que fuera. La falta de conocimiento estadístico nos hace pensar que ir con casco o sin él en una moto es equivalente en cuestión de peligrosidad, y NO lo es.

De esta forma, cabalgar la incertidumbre, como me gusta decir, es la única manera razonable de vivir.

No puedo forzar a que me toque un sorteo, pero puedo comprar papeletas.

El esfuerzo personal en nuestro ámbito de acción es lo único que podemos hacer, lo único que puede exigírsenos… y lo único que les queda a los que no tenemos talentos especiales, patrimonio, acceso a crédito o contactos.

Rendirse a la impredicibilidad de la vida, en lo bueno y en lo malo, entender que lo que nos sucede puede no ser culpa o mérito nuestro, es además de una fuente de serenidad, a mi parecer, un justo juicio de lo que las cosas son.

Será frecuente quien sepa encontrar excusas para evitar esa «culpa»… a veces negando su responsabilidad evidente, pero, mucho menos frecuente es quien sabe ver la falta de proporcionalidad o la falta de relación causal necesaria entre sus méritos/esfuerzo y el resultado obtenido.

¿Cómo no establecer un nexo entre lo mucho que me lo «curré» y que saliera cojonudamente? ¿Quieres decir que es mentira que me esforcé?

Así, queridos lectores, sólo nos queda concluir que la ilusión de control ha sido, efectivamente un buen amigo que nos ha llevado muy lejos, pero con engaños, un progenitor que nos hizo tomar la sopa para que no viniera el coco, pero ya somos mayores. Pensemos entonces, ¿estamos preparados para aceptar la verdad? Es tan simple como terrible, pero quizá en la aceptación de lo inevitable esté la tan buscada serenidad.

Hagamos lo que podamos porque es lo único que podemos hacer.


Inteligencia artificial, creatividad y miedo

9 abril 2019

Fuente: Wikipedia

La inteligencia artificial provoca muchos miedos infundados mientras, curiosamente, se dejan de tomar precauciones para situaciones peligrosas más que predecibles.

Hay personas, algunas científicos reputados, que advierten de que si/cuando las máquinas tomen autoconciencia y capacidad de autorreplicación pasarán a eliminarnos porque somos un competidor en recursos que no les aportará nada que les interese.

Otros creen que nuestros propios algoritmos (mal programados) podrían llevar a hacerles pensar que acabar con nosotros es la mejor opción. Por ejemplo: Si el objetivo a conseguir de nuestro algoritmo es reducir el gasto sanitario sin más consideraciones, podría empezar a valorar matar enfermos.

En muchos artículos ya se nos cuenta que hoy, ahora, en estos momentos, los algoritmos de decisión resultan sesgados por los datos con los que se les entrena y que eso a veces nos pasa desapercibido. De esto habla mucho @HelenaMatute

También tenemos en el horizonte los vehículos autónomos, su fiabilidad, su capacidad de decidir en situaciones complicadas. Por ejemplo: un peatón entra en la calzada y dar un volantazo salvará su vida, pero comprometerá la del conductor. ¿Qué debe hacer?

Pero yo quería hablaros de otro miedo, menos tangible, que tiene que ver con que el desarrollo de la inteligencia artificial nos plantea preguntas inquietantes sobre qué es lo que somos.

Para empezar, digamos que no tenemos una definición concreta y detallada  de la IA, y no os creáis que es por la «A»… es por la «I». El problema es que tampoco tenemos una teoría satisfactoria sobre la mente, qué es la inteligencia o qué es ser inteligente.

Se suele asumir como «prueba de IA» lo que se conoce como el Test de Turing, que podría resumirse en que si te estás escribiendo mensajes con «algo» y es capaz de hacerse pasar por una persona, siendo una máquina, sin que puedas detectarlo, diremos que es una inteligencia artificial.

Como ves, un «desastre» de definición: subjetiva, poco detallada…

Nuestras tradicionales definiciones de inteligencia solían tener que ver con diferenciarnos del «resto de animales» y ponernos en una situación superior: autoconsciencia, uso de herramientas, cultura… pero, la verdad es que se han ido encontrando animales cuyo comportamiento difería más en grado que en algo cualitativamente diferente de nosotros, respecto de estas categorías.

Hoy creo, y ese el miedo del que os quería hablar, que nos preocupa sentirnos inferiores a las máquinas.

– Oye, que hay un bicho que corre más rápido que tú.

– Ya, pero correr rápido no es lo que me hace humano.

Y así con muchas características en animales y máquinas: la capacidad sensorial, la fuerza, la resistencia, la capacidad manipulativa, la rapidez de cálculo, juegos como el ajedrez o el Go…

Uno de los últimos bastiones de la «humanidad superior» es la creatividad, y a mí se me junta con mis cosas de profes… ya sabéis que los profesores nos dedicamos a matarla. (Me niego a enlazar al listillo que dice esto, pero es la charla TED más vista… grrrr).

Primer problema… el de siempre, ¿qué es la creatividad? ¿Qué es hacer algo nuevo? ¿Es posible la novedad? ¿Es sólo un remix? ¿Quién «valida» esa novedad? ¿Con qué criterio?

Preguntas no resueltas para humanos, así que imagina cómo conseguir saber si una máquina ha sido creativa en alguna tarea.

En educación se invoca constantemente la creatividad, sobre todo desde fuera del aula, porque desde dentro del aula sabemos bien que no puede crearse sin tener «elementos» para crear, sin tener conocimientos concretos sobre las técnicas, los objetos y procedimientos del campo en el que quiere uno ser creativo.

Es el problema de las cosas abstractas, se aprenden a través de lo concreto y se expresan a través de lo concreto. Por eso también es tan difícil medir la inteligencia, porque resulta inseparable, en la práctica, del lenguaje, de las matemáticas, de conceptos de otras disciplinas. Estudiando esas cosas desarrollamos la inteligencia y preguntándolas la evaluamos. Para algunos que sólo escuchen a gurús educativos supongo que esto será un descubrimiento.

Por lo tanto, cuando me pregunto si la música que compone una IA ha sido un acto creativo, debería ser capaz de responder primero si la música que compone un humano lo es.

Si pienso que una IA sólo reconoce patrones, extrae «leyes» de su experiencia, y las recombina y que eso no es crear, debería ser capaz de explicar si mi proceso creativo de entrenamiento de mi red neuronal de mi encéfalo y mi desempeño no puede explicarse de una manera similar.

En un artículo que leí recientemente apelaba a algún músico revolucionario de principios del siglo XX y fundamentaba su defensa de la creatividad humana en que cambió la estructura y la forma de pensar la música, que no se limitaba a escribir una «partitura más». Si aceptáramos eso, aunque triste defensa me parece, date cuenta de que no marca como superior la creatividad de todos, sino sólo la de grandes genios reformadores. Fíjate también que deja en el saco de los «remezcladores», además de a ti y a mí, a exponentes relevantes que se desenvolvieron dentro de movimientos artísticos ya iniciados. Me hizo recordar que en la película «Yo, robot», un personaje interpretado por Will Smith le decía a un robot que él era sólo «relojería» que no podía escribir una sinfonía, y el robot le contestó: ¿puedes tú?

Al leer el artículo no podía dejar de acordarme de aquel programa que jugaba al Go, y que en lugar de aprender de partidas humanas, jugaba con versiones anteriores de sí mismo (AlphaGo Zero) de forma que «dedujo», sólo a partir de las reglas del juego, estrategias ganadoras. Un comentario muy curioso de los jugadores de Go es que jugaba de una forma «diferente», ejem, ejem… otro mito que se nos cae. Si este programa pudiera enseñarnos ahora a nosotros, lo haría con un estilo diferente, nuevo, rompedor. Entonces, ¿ha sido creativo?

Quizá deberíamos asumir nuestra limitada condición mental, emocional, artística y vivir tranquilos con eso. Todos sabemos que no tenemos el genio de Mozart, y que eso no nos hace menos humanos ni menos personas. Ya hemos asumido que no hacemos cálculos con la fiabilidad o la rapidez de un ordenador, ¿somos menos por eso? ¿Tenemos que ser más en algo para considerarnos «valiosos?

Hay que tener mucho ojo con esto, porque a veces se infiltra en nuestras creencias sin que nos demos cuenta y, efectivamente, estemos «midiendo» el valor de las personas por lo que son capaces de hacer, haciendo «rankings» y, disculpadme, pero me da casi tanto asco hacer una lista de gente por sueldo que por cociente intelectual. No olvidemos que no tenemos mayor título que ser humano y que esto es lo único y necesario para hacernos acreedores de respeto.

Siguiendo con la creatividad, si entendemos que dar pinceladas al azar no es un acto creativo porque tenemos un sistema de «validación» que tiene que ver con conceptos como «belleza», «provocar una emoción», etc., recordad momentos en los que habéis visto tocar con emoción cosas escritas sin ella, o viceversa, y a algunos os ha provocado emoción y a otros no. Es perfectamente posible emocionarse con una composición artificial que ejecute un humano o una composición humana ejecutada por una máquina. Mucho ojo aquí también que es muy fácil empezar a asumir una forma de dualismo «alma»/cuerpo, que es una postura filosófica respetable, pero entonces asúmase también que ya no se habla desde la perspectiva científica del asunto, que es eminentemente materialista y en la que «la mente» es la consecuencia de la fisiología.

Es muy probable que nos veamos de nuevo «descentralizados» de la creación como en tantas revoluciones científicas (copernicana, darwiniana, etc.) y no pasará nada, porque quizá nos estamos equivocando y, como en tantas cosas en la vida, no se trata tanto de ser «el mejor de tu portal» como de la experiencia que vives y de cómo la vives. Qué sientes TÚ al cantar esa canción, cómo aprendes TÚ a dibujar, cómo es tu viaje…

Somos habitantes de La zona intermedia cuyos logros quizá no sean reseñables en los libros de Historia del Universo, pero cuyas aventuras fueron apasionantes. Así que, tranquilos: Vivan, disfruten, quiéranse, permiten que les quieran… y dejen que ganen otros.


La cordura de saberse loco. NUEVO LIBRO!!

1 enero 2019

Empezamos el año con la publicación en electrónico de mi nuevo libro.

Un libro muy personal con esas reflexiones que os comparto por aquí de cuando en cuando y que ayudan a este loco vuestro a vivir de una manera un poco más cuerda. Igual os sirven para esos propósitos de año nuevo en los que andaréis enfrascados.

Aquí os podéis descargar las PRIMERAS PÁGINAS

Si os gusta, aquí lo tenéis en AMAZON

Como es autopublicado se agradece mucho la difusión.

Muchas gracias a Isabel Ocaña por su divertida portada!

ADVERTENCIA: Este libro contiene esos consejos, esas lecciones que personalmente he creído aprender de la vida. Ni constituye un tratado de psicología, ni sustituye a ningún profesional o terapia. Cualquier discrepancia que encontréis con la evidencia científica en psicología será, sin duda, error por mi parte.


¿Qué vas a hacer?

17 octubre 2018

Eso es la Vida, una interpelación constante.

Te coge de la pechera y te pregunta: ¿Qué vas a hacer?

Pues no lo sé, no tengo suficiente información para decidir, no quiero pensarlo ahora…

Y Ella repite: ¿Qué vas a hacer?

Incansablemente, de forma constante, más allá de nuestras excusas o peticiones de prórrogas.

¿Qué vas a hacer?

Y aquí estamos los que vivimos en el espacio-tiempo, los que jugamos al antes y al después, al tú y yo, al aquí y allí, interpelados con una petición constante de acción.

No nos hace mucha gracia, ya lo hablamos en Te jodes y decides, pero es lo que hay.

Y no sólo eso, nos vienen con prisas, porque la vida sigue con su pregunta constante: ¿Qué vas a hacer? Ese amigo «especial» que te ha propuesto algo, no puede esperar hasta que llegues a una conclusión con el nivel de certeza suficiente sobre si vuestro encuentro o proyecto en común será satisfactorio cuando medites sobre ello en tu lecho de muerte… De hecho está esperando en el teléfono a que le contestes que si quedas hoy o no. También hablábamos de esto en Te juzgo, sí, ¿qué pasa?

La evolución lidió con ello dotándonos de una red neuronal (nuestro sistema nervioso). Un sistema de procesamiento en paralelo que, por mucho que se repita, no se parece a lo lineal, secuencial, que son nuestros ordenadores, y que tiene la propiedad de ser bastante eficiente para clasificar, decidir, predecir, tratando con información limitada, incluso con información errónea.

Uno de los elementos que nos han ayudado es ese «vive para follar otro día» (definción panaderística de la selección natural) han sido los tan vapuleados sesgos cognitivos que con frecuencia son denostados como errores en los razonamientos o defectos mentales, pero que nos proporcionan atajos y decisiones rápidas que nos han sacado de no pocos apuros en nuestro camino evolutivo. Imagina, por ejemplo, este comportamiento medroso nuestro ante cualquier ruido, una estrategia que hace saltar muchas falsas alarmas, pero nos evita falsos negativos que podrían ser un depredador y terminar allí con nuestra línea genética. Y, ¿qué me dices del efecto «halo»? Aquí criticamos mucho que las personas más agraciadas físicamente sean percibidas también como mejores, pero puede ser que ese sesgo evitara a nuestros abuelos el contacto con enfermos contagiosos o que les llevara a emparejarse con individuos con una carga genética más resistente a dolencias que pudieran haber «afeado» sus rasgos.

Un poquito más erguidos del barro, figuradamente hablando, ahora buscamos mejores maneras de (intentar) llevar el timón e intervenir lo más posible en la dirección que toma nuestro barco en este mar tan agitado.

Con este propósito y, como me gusta contaros últimamente: «Quien no tiene talento, que se busque protocolos». Me refiero a que, probablemente, la única cordura accesible es saberse loco y que, desde ahí, podemos tomar ciertas medidas de control, los citados protocolos.

Hoy quería hablaros de uno en particular que llamo «Suspensión del juicio». Lo explicaré con un ejemplo.

Unos alumnos me preguntaron por mi opinión sobre la Ouija (una pretendida manera de invocar muertos o seres de otros mundos).

Mi respuesta es la siguiente:

Puede que sea falso y que esté perdiendo el tiempo.

Puede que sea cierto y esté invitando a meterse en mi casa a muertos, demonios y demás.

En ningún caso me interesa.

Conclusión: Puedo suspender el juicio sobre el asunto concreto y tener clara mi línea de actuación, porque os repito que la vida lo que me pide es actuación, en su continuo examen no me hace «preguntas de teoría».

Os pondré algún ejemplo más que quizá os sirva.

Aquel que no desea mi compañía…

Puede que tenga razón y que mi compañía no sea valiosa.

Puede que se equivoque y desprecie algo de valor.

En ambos casos mi actuación es la misma: les alivio de la carga (o del regalo) de mi presencia porque, en ambos casos, quien no me quiere, no me merece (por su acierto o por su error).

Como veis, más allá de mis complejos, falta de autoestima y demás, el protocolo me permite funcionar como una persona más equilibrada de lo que en realidad soy. El tiempo que me lleve ir mejorando mi estado mental será más o menos largo, pero mi actos son más cuerdos desde hoy mismo.

Os dejaré con una última suspensión del juicio en un asunto bastante grave.

Ya oís a muchos vende-humos decir que escuches la voz de tu interior, que te dejes guiar por lo que sientes y demás palabrería. No sé cómo estaréis vosotros, pero en mi cabeza hay un follón de tres pares de pelotas y no me resulta fácil identificar la fuente de la mayoría de impulsos, deseos o apetencias.

Ese análisis de mi coco, ese decidir «quién es quién», si es que es posible, llevará toda mi vida, pero os recuerdo que el universo me interpela aquí y ahora, ¿qué vas a hacer?

Bien, la fuente de todas esas voces es una red neuronal que lleva millones de años «entrenándose», dando respuestas y recibiendo feedback (químico o por selección natural), reajustándose una y otra vez. Y te recuerdo que sigue haciéndolo aquí y ahora, tu forma de vivir modifica tu encéfalo y viceversa.

Mi pregunta es, ¿por qué debería darle más valor a las ideas que «propone» mi red, que a las sugerencias del autocorrector del teclado de mi teléfono? Intentaré explicarme.

El autocorrector también es un sistema adaptativo que se ajusta y va dando respuestas de acuerdo con el feedback que recibe. De hecho, te animo a que abras el teclado y aceptes todas las sugerencias que vayan saliendo una tras otra, verás surgir frases o fragmentos que bien podrías haber escrito tú.

Quiero decir que nos tomamos quizá muy en serio lo que «pensamos» y lo que «nos apetece», cuando una explicación científicamente más ajustada sería decir que somos más un espectador que un sujeto de esas acciones.

Entonces, Panaderito nuestro, ¿cuál es el protocolo que nos propones?

Pues que no te tomes tan en serio. No «aceptes» las sugerencias tan a la ligera. Haz aquello que en tu mejor calma y análisis entiendes que te hace más libre y más feliz, incluso, acepta el consejo de otros más sabios y «descarta» las propuestas de tu «red» que no van en esa línea, porque, ¿quién es esa voz, querido lector? ¿La falta de azúcar que te hace estar irritable, algún desequilibrio hormonal que te tiene especialmente eufórico, la presión de tu programación genética o cultural?

Saber con certeza qué somos, más allá de eso que llamas «yo» y que tiene los pies de barro, nos llevará también toda una existencia (o más), pero no tenemos que esperar tanto para vivir una vida mejor.

Así que, querido lector, es tu turno: ¿qué vas a hacer?

Fuente de la foto: Caspar David Friedrich [Public domain], via Wikimedia Commons


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