El lado oscuro de las graduaciones

Llegan los días en los que despedimos a los chavales, el día en el que los mandamos al mundo.

Como ya están los demás para poneros fotos preciosas, decir cosas lindas y llenaros el corazón de nostalgia y esperanzas… me toca a mí contaros el lado feo.

Hay unos chavales que también devolvemos al mundo, pero que no nos llenan de esperanzas, más bien de tristeza y malos augurios.

Chavales que conocemos desde hace algunos años, que hemos tratado, que hemos visto crecer, en los que hemos invertido muchas horas y esfuerzo… que no ha funcionado.

No estoy hablando del «fracaso académico», sino del ético, un fracaso más «humano».

Son chavales que han robado el móvil a otro chaval, simplemente porque se dio la ocasión.

Gente que cuenta que encontraron un producto en una tienda que no tenía «alarma» y que lo echaron al bolso de su madre, sin su conocimiento, para sacarlo.

Otros que, cuando les explicas lo oscuro que es tener un vídeo obtenido fraudulentamente y guardarlo durante años (el caso Cifuentes) para poder chantajear a alguien, te responden «Es lo que toca», «Yo también lo haría».

Personitas que abusan de aquel que perciben débil o que la ocasión pone a su merced.

Los hay que se ríen de un compañero que sabe algo menos que ellos… mientras demandan compresión y ayuda para su propio y enorme desconocimiento.

No son niños, lo siento, tienen dieciséis años y más, pueden ser el profesional que te atienda mañana en un servicio, tienen edad laboral y penal.

Hemos pasado muchas horas, y no exagero, en contarles que el mundo no tiene que ser necesariamente así, que así lo hacemos nosotros. Que las relaciones siempre son desiguales, pero hacerlas de abuso es la elección de la parte fuerte. Que la amabilidad no es debilidad, sino una opción. Que aquel que no les aplica con toda su dureza la fuerza de la norma no es alguien débil al que tomar el pelo, sino alguien que busca comprensión y no miedo. Que las personas no son un medio para sus fines, sino un fin en sí mismo.

Os confieso la terrible realidad de que hay algunos de ellos que juegan a escurrirse y a escapar de la responsabilidad de sus acciones en un entorno de adultos amables y comprensivos, para salirse con la suya.

Esos chavales también se gradúan y también van al mundo del que vinieron… que nunca abandonaron… y cuya influencia o su propia forma de ser fueron más fuertes que nuestra acción educativa.

Esas personas que piensan en la mentira como una herramienta, en el bien propio como el bien supremo, en el mal sobre otros como un mal menor, o quizá también una palanca para sus fines… esas personas también se gradúan.

Muy lamentablemente, como los hijosdeputa®de mi generación sustituyeron a los de la generación anterior, parece que van saliendo nuevos individuos que intentarán pescar en río revuelto o revolverlo más.

Me entristece mucho no haber podido ser un elemento transformador, en alguna medida, de esas personas y hacerlas quizá más felices y que fueran fuente de felicidad también para otros, pero no, los veo ir, indolentes a veces, malvados otras, egoístas siempre… y muy ignorantes.

Estos pobres sueñan con escaparse en un «sálvese quien pueda», que es el engaño a un pueblo oprimido del que por simple aritmética sólo podrán escaparse unos pocos (si acaso) y no es fácil que sean ellos, lo más probable es que acaben siendo pequeños pillos miserables, con pequeñas vidas miserables, mientras incrementan la miseria de todos, los que somos sus compañeros de viaje.

Quizá sea mi hijo, o el de tu vecino… o quizá sea tu hijo, sí, quizá sea tu hijo.

¿No hay esperanza en la familia, en la educación, en la sociedad para transformar esto?

Quizá la esperanza es que no queramos nunca dejar de intentarlo desde todos esos frentes.

8 Responses to El lado oscuro de las graduaciones

  1. sergiparedes dice:

    Muy buen post Javi, escribes muy bien. Como profesores hemos hecho nuestros deberes, y se les ha advertido muchas veces, pero trabajar con chavales no es trabajar con tornillos o ruedas, hay más de un 80% que no depende de ti, sino de ellos, y sus elecciones. Como tú bien dices no son niños, y han de entender que cada uno recoge lo que siembra Ahora has de hacer otro para todos aquellos chavales que sí que son honrados, que trabajan y conocen el valor del esfuerzo, y no se aprovechan de los demás, que también los hay, y bastantes…Un abrazo.

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  2. Te veo un poco cansado de ver tantos años lo mismo una y otra vez, pero al enfocarte en esto parece que no existieran otras realidades:
    -Esos profesores, que al igual que muchos padres, han enseñado a mis hijos con el ejemplo a: escaquearse, vaguear, ser irresponsables, no hacer honor a su palabra, decir y obrar diferente, intentar aprovecharse de la sociedad, ligarse a todo lo que se menea, y exclamar el sálvese quien pueda, marica el último.
    -Esos alumnos, personas maravillosas, dulces, amables, responsables y juiciosos, a los que tus enseñanzas y tu ejemplo les han marcado de por vida y les han ayudado en su proyecto de vida, y que ayudarán al mundo a mejorar a pesar de los mediocres.

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  3. ja herranz dice:

    ¡Qué realismo y qué crudeza la de este artículo, compañero! Últimamente pones palabras (casi siempre desoladoras) a lo mismo que yo siento. La capacidad de acción de los profesores es, a la postre, prácticamente nula, por mucho que nos hayan vendido la moto de las grandes metas docentes y bla bla bla.
    ¿Cómo sobrevives en tu trabajo a esta lucidez?

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    • javierfpanadero dice:

      En ocasiones me pongo de muy mala hostia.. y cuando realmente tengo lucidez, intento encontrar la serenidad en hacer mi parte en el mundo,más allá de cómo acaben las cosas, poniendo en perspectiva mi capacidad de acción,q siendo pequeña,no es nula. Un saludo!

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  4. […] A los educadores nos preocupa, nos ocupa, nos desespera y nos aterra el asunto de enseñar el Bien, y no sabemos ni siquiera si está en nuestra mano, por mucho que lo intentemos. Os lo contaba aquí. […]

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  5. […] En realidad, esta pregunta se suscita por otra más grave aún: ¿Cómo se enseña el Bien? […]

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