Matarte puede ser un ahorro.

29 diciembre 2022

Ya habrán oído mil veces la descripción de ese «funcionario» que desayuna tres veces y te impide hacer una gestión por una nimiedad mientras él se gestiona en su ordenador del trabajo las próximas vacaciones en sus días de libre disposición. Por supuesto, esto no es inocente, se toma esa imagen como la representación de lo público y se procura entonces la privatización en aras de la adorada «eficiencia».

No es mi intención el análisis de la falacia de la falsa dicotomía, es obvio para quien quiera pensarlo que aquel que la usa lo hace movido por intereses espurios o por su incapacidad de razonar más allá.

Tampoco voy a dibujar al empresario defraudador de impuestos, abusador de sus empleados, enchufado a la «teta» de las concesiones públicas gracias a sus amigos, de fortuna heredada y celebrando sus éxitos en un puticlub de carretera. Estos también existen, como aquellos funcionarios. Echar cuentas de su número, influencia y representatividad en su colectivo no es mi objetivo de hoy.

Hoy quiero hablar de incentivos y costes.

Pensemos un momento en la inteligencia artificial. Digamos que pongo una a cargo de la calefacción del instituto. Quiero que sea eficiente y para ello le pongo dos «objetivos»: Reducir el gasto energético y las quejas de los usuarios. No parece una mala idea.

A los pocos ciclos de entrenamiento ya tiene la solución. Comienza una combustión incompleta del gasoil, se produce monóxido de carbono y mata a todos los estudiantes. A partir de ahí apaga la calefacción con un ahorro total de combustibles y cero quejas. Ha optimizado su funcionamiento con la función coste que le dimos.

Como veis no siempre la maldad es un acto intencionado de alguien perverso, puede ser un efecto colateral de quien no está pensando adecuadamente las soluciones que propone. Aquello del camino al infierno empedrado de buenas intenciones, ya sabéis. Por esta razón no me canso de pedir «corazón y cabeza» y por esto decimos, y les decimos a nuestros alumnos, que estudiar es un acto revolucionario.

Lo «empresarial, emprendedor o gestión privada» como sinónimo de «eficiente» tiene en la teoría y, sobre todo en la práctica, el problema de centrar todo en el balance económico. Pero esto deviene malvado cuando hablamos de servicios, de proveer derechos… de ciudadanos.

Llevar agua, luz, el correo o una línea telefónica a la casa del pueblo de tu abuelita es económicamente poco «eficiente», y pongo TU abuelita, para que los egoístas vean que también hablamos de lo que les conviene a ELLOS.

Si todas estas cosas las va a hacer una empresa cuya función objetivo es maximizar el rendimiento económico y la ley no le obliga a dar provisión a todos los ciudadanos… no va a darle servicio a esa señora. Cuesta más de lo que va a pagar la pobre mujer y ese dinero invertido en un activo más en una gran ciudad reporta mucho más. Es obvio.

Es lo mismo si pienso en un servicio, digo no, en un NEGOCIO sanitario. La quimioterapia es cara. Saca tus propias conclusiones.

Espera, mejor, piensa que uno de cada dos/tres de vosotros vais a desarrollar un cáncer y mira cuántos sois de familia. Egoístas, esto es también para vosotros.

Hace poco decía alguien que el gobierno «ganaba» con cierto impuesto. ¿Ganaba? ¿Es que reparte beneficios, como tu empresa? Eso es el dinero de todos, el tuyo también. Con el que se proveen servicios. El policía al que llamas cuando alguien ha entrado en tu casa, el bombero al que llamas cuando empieza a arder o la ambulancia a la que llamas cuando tienes una parada cardíaca… Esos servicios.

También recientemente, una baja por enfermedad de un pediatra hizo que no hubiera nadie para atender adecuadamente a un pequeño que llegó muy grave a un centro sanitario… y murió.

Esto no es nuevo, amortizar plazas de jubilados, «tardar» en reemplazar bajas (anunciadas con meses) y otras prácticas similares son económicamente favorables. Reducen «gasto» de forma inmediata. Ese mes hay menos sueldos que pagar. Como debería ser evidente, «menos gastos y menos servicio» no es la definición de eficiente (recordad la calefacción). Eficiente es dar el mismo (¡o mejor!) servicio con menos gasto.

Con toda intención he puesto «gasto» que es el término del que gustan abusar los que consideran una «inversión» a las «ayudas» públicas a su empresa, y un «gasto» a la medicación de tu madre… ese camino hará que la acabemos llamando un «lujo», olvidándonos de que es un DERECHO.

Resumiendo, no es tanto por los algunos de esos psicópatas que están a cargo de puestos de poder en lo público y en lo privado, sino por cuáles son nuestros «objetivos», nuestros «costes», nuestros «incentivos» y sus efectos colaterales. ¿Qué es lo que intentamos maximizar cuando hablarmos de «eficiencia»? ¿El alcance del servicio, su calidad o el ahorro de la partida correspondiente?

Por supuesto no me dirijo a los malvados, contra ellos sólo cabe la lucha, despojarles de su poder y mandarles a la cárcel por todo el daño hecho y para evitar males mayores. Mi intención es que quienes tienen buenas intenciones (o un egoísmo poco reflexivo) vean la necesidad de regular y de establecer qué es lo primero y principal, qué es lo que hay que maximizar cuando usamos NUESTRO dinero para proveer NUESTROS servicios.

No podemos hacer que el bien común dependa de héroes, mártires o la pura casualidad. Debe ser la consecuencia de un sistema bien diseñado. Hagmos que así sea. Corazón… y cabeza. Urge.

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Mbappé y Galtier han perdido el tren

7 septiembre 2022

Es posible que ya hayáis visto el polémico vídeo. Si no, aquí lo tenéis.

Un periodista les pregunta si se han planteado desplazarse usando el tren de alta velocidad francés en lugar de los aviones privados y ambos se ríen.

Podría ser un caso de risa incontrolable e inoportuna, que a todos nos ha pasado, pero nuestras dudas se despejan cuando el entrenador responde que están considerando ir en barco de vela… y vuelven las risas.

Me hago muchas preguntas y consideraciones que compartiré con vosotros.

La primera, ¿habrá perdido Mbappé un céntimo en sus ingresos por esto o es un caso similar al de Trump cuando decía que podía disparar a alguien en una plaza y no perder un voto? Digamos, ¿sale gratis?

Para que busquéis en la red: ¿Cuánto cuestan/contaminan esos viajes en jets privados? ¿Cuánto ir en tren? ¿Cuánto es el volumen total de contaminación que proviene de estos usos (y otros) de las clases altas y cuánto el ahorro de nuestras medidas privadas?

Y ahora, cuando vuelva a la realidad, ¿qué hago y qué enseño? Como ellos se comportan así, ¿dejamos de reciclar o de separar basura?

A mis estudiantes les explico que en sus vidas hay una dimensión personal y una política relacionada con la sociedad y lo común. Está claro que tenemos que hacer nuestra parte, pero lo que no podemos abandonar es la acción común que ponga coto a las grandes empresas, a las grandes fortunas, a quienes en realidad están moviendo los grandes números de estos problemas que luego sufrimos todos… pero no por igual, ya sabes.

De nada vale que andes reutilizando bolsas si permites (si permitimos) que los grandes contaminadores, los que deciden las líneas de actuación, los que establecen las leyes y los mercados, sigan moviéndose en la dirección contraria. Y para eso hay que unirse, asociarse, votar y acudir a las leyes… como poco.

Lo personal y lo político son dos ámbitos que deben ser ocupados. No puedes compensar el uno con el otro, tienes el derecho y la responsabilidad de actuar en ambos.

Finalmente, me quería centrar en el hecho de la risa y que recordemos actitudes parecidas de otros personajes similares. No se trata de que no sepan lo que pasa, o cómo podrían cambiarlo… no DESEAN hacerlo, incluso disfrutan o les parece divertido seguir como estamos.

Esto no es un malentendido, no es un asunto de ignorancia. Es una lucha, una pelea, una confrontación.

Ellos se van a oponer con toda su capacidad, que es enorme. Nosotros tenemos nuestro número, que somos muchos, y la ley. Hay que ponerse manos a la obra. Y por esto es tan importante legislar, que los derechos y las buenas intenciones se escriban en papel de boletín oficial, con dotación específica y con garantías de cumplimiento. Porque, como decía aquel magnate, esto es una guerra y los de abajo la están perdiendo.

P.S.: Si os interesa el papel del tren en un transporte sostenible os recomendamos que sigáis a Iván Rivera, estupendo amigo y gran conocedor de ese campo.


Experimento. Romper un código

15 enero 2022

Os propongo un experimento sencillo, más pensado para jóvenes y usarlo en clase.

Se trata de descifrar un mensaje en el que cada letra ha sido sustituida por un símbolo.

⏃ ⎐⟒☊⟒⌇ ⋏⍜⌇ ⍀⟒⌇⎍⌰⏁⏃ ⟟⋏☊⍀⟒⟟⏚⌰⟒: ¿☊⍜⋔⍜ ⌿⎍⟒⎅⟒ ⌇⟒⍀ ⍾⎍⟒ ⋏⍜ ⟒⋏⏁⟟⟒⋏⎅⏃ ⍾⎍⟒ ⟒⌇⍜ ⋔⟒ ⋔⍜⌰⟒⌇⏁⏃ ⌇⟟ ⌇⟒ ⌰⍜ ⊑⟒ ⟒⌖⌿⌰⟟☊⏃⎅⍜ ⋔⟟⌰ ⎐⟒☊⟒⌇?

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Aquí tenéis el misterioso mensaje…

Sabiendo que he respetado la separación entre palabras y los signos de puntuación, es posible que no os resulte muy difícil descifrarlo.

Aquí os dejo algunos consejos y la solución, documento que podéis adaptar para hacer otros, así como un enlace en el que podéis jugar con más elementos de codificación.

Gracias al buen amigo Pablo Rodríguez por la ayuda.


Consejos para gestionar archivos y carpetas

11 mayo 2020

Pensando en mis chavales he hecho un documento explicando consejos sobre cómo gestionar archivos y carpetas. Creo que podría ser útiles a profesores y alumnos, así que se agradece la difusión y los comentarios.

Aquí tenéis DOCUMENTO base

Aquí un VÍDEO explicándolo.

La compañera @charotaber que es una artista, ha hecho esta imagen resumen. Gracias, Charo.

 


Cuando elijo, ya no puedo elegir. Sobre la libertad

27 marzo 2020

Fuente

En estos complejos tiempos me acordaba de algo que aprendí jugando al ajedrez.

Una posición «elástica» es buena… pero no se puede mantener indefinidamente, hay que decantarse.

Sobre esto también hablaba en «Te jodes y decides».

Dice el diccionario de la RAE

«Facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos.»

Facultad para obrar… fíjate también me recuerda al concepto de energía que manejamos en ciencia «Capacidad de producir un trabajo». Para explicar la energía a los chavales les hablo del dinero. No es comida, pero puede «convertirse en» (comprar) comida, no es un medio de transporte, pero puede «convertirse» en él.

En todos estos casos es la posibilidad de hacer algo, algo que sólo adquiere sentido justo cuando se pierde, cuando por fin me decido y tomo uno de los caminos, abandonando el resto. Cierto que en el futuro volveré a decidir, pero ya no será el mismo lugar ni la misma decisión, ni siquiera yo seré el mismo. Así que renuncio a mi condición de soltero para emparejarme, a mi horario para trabajar o a unos estudios eligiendo otros.

Hoy confinados, percibimos una falta de libertad de la que algunos se duelen, aludiendo a su individualidad y reclamando su capacidad para elegir aquello que les apetezca más allá de «órdenes» o «disposiciones».

Creo que es el momento de recordar que una de las cosas que se puede hacer con la libertad es cederla, renunciar a parcelas de decisión por un bien común o un bien personal mayor.

Y esto es lo que hemos hecho como país en instituciones supranacionales y como individuos al aceptar el compromiso de vivir en sociedad y recibir los innumerables beneficios que nos reporta.

Así que, efectivamente, aceptar órdenes es fruto de mi elección de vivir en sociedad y de la cesión de libertad que ya hice en su momento. Por eso os contaba hace tiempo que Tu vida no es tuya, y que esto tiene dos aspectos: soy sujeto de derechos y obligaciones. Tu vida no es tuya porque a veces tus intereses personales deben dejar paso a los intereses comunes y en otros momentos porque los demás tendremos que considerarla como nuestra y tendremos la obligación de cuidarte, protegerte y proveerte.

No hay que olvidar que para que esto no se convierta en una distopía necesitamos los controles de la administración, la política, las organizaciones supranacionales, la prensa, el ejercicio del derecho… y agradecemos mucho la labor de tanta gente que se ocupa de esto de primera mano, pero seguimos bajo el contrato social.

En todo caso, acabo con el mismo último párrafo que en «Tu vida no es tuya».

Por supuesto, nadie puede impedirte “romper” todos tus contratos, incluso dejando “deudas” aquí y allá, y largarte a una isla desierta o a la puta jungla, pero… mucho ojo… puede que allí te veas en los debates de los que huías aquí, discutiendo de política alimentaria con un león (en tu nuevo papel de comida) o sobre soluciones habitacionales con un oso en la cueva donde ibas a dormir. Quizá tengas mejor suerte con ellos que con nosotros.


Algoritmos, datos, sesgos e inteligencia artificial

18 diciembre 2019

Hablamos mucho de estas cosas, y no siempre da la impresión de que el conocimiento llegue al público, aunque fuese en los aspectos más generales. Pero, para eso tenéis a vuestro Panadero.

Últimamente oigo demasiado hablar sobre los «algoritmos» y su «maldad».

Recordemos que un algoritmo es una secuencia de pasos para resolver un problema, como una receta de cocina.

Hoy en día, si pensáis en una inteligencia artificial como un robot que «siente», tiene «voluntad», «creatividad», etc., al menos en la medida que nosotros podamos tenerla… no existe.

Lo que sí tenemos son sistemas «expertos» que son capaces de tomar decisiones en campos concretos de manera similar o superior a humanos expertos en esas materias. Por ejemplo, los programas que juegan al ajedrez o al go.

Si hay algoritmos interesantes en esas máquinas son los que les llevan a «aprender», a comprender la situación para luego poder desenvolverse, tomar decisiones y demás.

El más avanzado programa de Go lo que hizo fue jugar muchísimas veces contra «sí mismo», en realidad contra versiones anteriores, hasta conseguir tener un desempeño lejos del alcance del mejor humano.

Aunque el sistema de entrenamiento más conocido es el supervisado, en el que le facilito a la máquina una base de datos y espero que ella los «entienda», extraiga patrones y conclusiones que le permitan tomar decisiones en el futuro.

Por ejemplo, un banco quiere entrenar una IA para que evalúe la posibilidad de que esta persona que está pidiendo un crédito termine siendo un moroso. Lo que se hace es dejar que la máquina eche muchas «cuentas» en algo que podíamos llamar (que me perdonen los puristas) «estadística con esteroides», hasta que encuentra unas ciertas «reglas» que le permite «anticipar», conociendo tus circunstancias (sexo, edad, dirección, nivel de estudios, etc.) si vas a ser moroso o no. Vaya, lo mismo que antes tenía que hacer un humano, tirando de su experiencia.

De esta forma, los datos que le damos a la IA son su «única» experiencia… y eso es muy peligroso.

Veamos un ejemplo, vamos a jugar a que tú eres la IA, yo te daré un conjunto de datos de una población que me he inventado y luego te preguntaré si concedemos el crédito a unas personas nuevas que vienen a pedirlo.

Estos son tus datos.

Venga, ¡échales un ojo que ya vienen los clientes!

Acaba de aparecer Guillermo, hombre, de raza negra, del que no sabemos si tiene hijos o dónde vive. ¿Qué hacemos?

Otro, Luisa, mujer, de raza blanca, de la que tampoco sabemos más.

Uno más, Pepi, mujer de raza blanca y con hijos.

Atención, olvídate de todo lo que no sean tus datos, tú, como IA sólo tomas información de ellos. Y, estos datos, míralos, nos dicen que alguien como Guillermo, no será un buen pagador.

Así que, nos vamos a otro banco con otra IA, que ha aprendido de estos datos

Si le planteamos los mismo casos de antes, Guillermo, Luisa y Pepi, verás que, en este caso, las conclusiones no serán muy halagüeñas para Luisa y Pepi.

Lamentablemente eso es lo que «dicen» los datos. En el primer caso, que las personas de raza negra serán morosas y en el segundo que las mujeres no serán muy proclives a devolverlo.

¿Es verdad que eso es lo que pasa con las personas que comparten esas características en mi población inventada? ¿Son «mentira» esos datos?

No son mentira… son un SUBCONJUNTO del total, una visión parcial que puede malinterpretarse, porque estamos tratando de forma incorrecta esa muestra de datos. Mira la población que me inventé y mira cómo son, efectivamente, subconjuntos. Siendo la población completamente equilibrada respecto a los indicadores de raza, hijos o sexo.

Las mismas personas que estaban en los subconjuntos están en el total, no se han manipulado sus datos, sólo que habíamos tomado muestras sesgadas. Como quien pregunta a dos personas por la calle dónde está el cine y concluye que nadie en el pueblo lo sabe porque el cien por cien de los encuestados (DOS!) no lo sabía.

¿Qué diferencia hay entre estos sistemas y las estadísticas tradicionales?

Pues que aquí, ni en los datos, ni en la máquina final es tan sencillo interpretar si están sesgados, qué sesgos tienen o cómo eliminarlos. En la práctica se puede caer en ir a «lo fácil»: He pagado un pastón por la máquina, le he metido muchos datos y me dice que no le dé el préstamo a Pepi. Pues no se lo doy.

Lo gordo es que a Pepi no le das el préstamo ni ninguna otra explicación, no sabe por qué ha sido excluida (quizá ni los propietarios lo saben) o por qué no contrataron el otro día a su primo David, o por qué es tan cara la póliza del seguro de su padre.

Como os decía es algo bastante complejo. Mirad, intentemos arreglar la base de datos primera, la que estaba sesgada por raza, para que no aplique ese sesgo. Borremos directamente la información racial, y veamos qué conclusión sacamos.

En este caso lo «poco recomendable» es prestarle dinero a alguien de la ZONA2… y ahora os animo a que vayáis a la base de datos y veáis que en los distintos barrios predominan distintas razas, con lo que, incluso quitando la información sobre la raza, mi base de datos conserva un sesgo racista.

Si añadimos a esto que LAS RAZAS HUMANAS NO EXISTEN y que NO SE CONSIDERA AL «SEXO» COMO UNA OPCIÓN BINARIA terminando con un doble mortal, nuestra máquina sesga a personas (sin que seamos conscientes) y además por características que están mal definidas o recopiladas. La pera.

Como veis, la «maldad» no está en el algoritmo, ni en las matemáticas, ni en particular en la estadística o en la programación… las máquinas heredan los «prejuicios» que están contenidos en los datos con las que se las entrena. No tienen la capacidad de entender que si hay un colectivo marginado al que nunca se le concede el acceso a crédito, jamás podrá salir de la pobreza y pagar esos créditos, o que es normal que otros colectivos no hayan tenido nivel alto de estudios, si se les prohibió acceder a ellos(!!) y tantas cosas, que no se infieren de conjunto de datos limitado y sesgado con el que las «alimentamos». El diablo está en los datos.

Por cierto, ¿esto no os hace pensar en esas pequeñas criaturitas que se (mal)educan en entornos terribles y llegan a ciertas conclusiones sobre los otros y la vida, porque no han tenido los pobres otro input que ese, y van repitiendo consignas que ni siquiera resisten el mínimo análisis lógico. Uno de los ejemplos más claro de esto son los inmigrantes de Schrödinger que pueden A LA VEZ quitarte el trabajo y estar en casa sin hacer nada mientras cobran ayudas públicas.

Quizá os parezca que digo cosas raras o que pasarán en el futuro, pero dejadme que os ponga dos ejemplos del pasado bastante llamativos.

Un bot de Twitter que, al dejarle que aprendiera de la interacción con los usuarios (ya sabemos cómo es Twitter), terminó convirtiéndose en un troll, maleducado, sexualizado, fan de Hitler y de Trump.

Un programa de reconocimiento de fotografías que, al haber sido entrenado para reconocer a personas fundamentalmente de piel clara… confundió a una pareja de piel oscura con… ejem… con… gorilas(!!)

Y es por asuntos como este, de los que no se habla lo suficiente, por lo que se pide que estas cosas que se hacen con IAs estén abiertas al escrutinio público, ya que nos afectan a todos y pueden atentar contra derechos tan fundamentales, como que te consideren humano, pero claro, también está el dinero…

Un recuerdo siempre a Helena Matute que es un referente en esta lucha por lo que es de todos.


¿Son cuidadosos los jóvenes con la privacidad online?

25 julio 2019

Publicado simultáneamente en Naukas.

Como sabéis, soy profesor de secundaria y hablarles sobre privacidad es mi obligación, no sólo como docente, sino como parte de mi temario.

Pero me resulta tremendamente difícil. Mirad, conversación de clase.

– Chavales, si ponéis una foto de dónde estáis comiendo en RRSS va a verlo mucha gente.

– ¡Claro! ¡Qué bien! PARA ESO lo hacemos.

¿Dónde quedaron Raphael o Alaska con sus «Qué sabe nadie» y «A quién le importa»? Porque parece que hoy, lo tuyo, le importa a mucha gente y LO SABEN.

Preguntados algunos amigos de Naukas, le he estado dando vueltas y os cuento cómo veo el asunto.

Hay quien apunta a que pudiera ser que la privacidad, tal y como la concebíamos hace 20 años ha quedado obsoleta, estando en un nuevo tiempo, con nuevas reglas, como apunta Santiago Campillo, o como también sugiere Joaquín Sevilla recomendando un vídeo de la youtuber Ter hablando sobre el origen de los selfies para reflexionar sobre el concepto de imagen virtual.

Pero es muy interesante la respuesta de Víctor Ruiz sobre este «nuevo» concepto de privacidad, en la línea de que los adolescentes de hoy en día siguen respondiendo a sus padres, como siempre: ¿Donde has estado? Por ahí. ¿Con quién has salido? Con «estos»… y eso si les pillas comunicativos y pasan de los monosílabos, o ruidos guturales. Es quizá, más ajustado, como dice Víctor, que creen que lo que publican no es, en realidad, «público». En este sentido a veces le digo a un alumno que voy a proyectar su cuenta de Twitter en clase, por ejemplo, y se ponen bastante nerviosos. Le pregunto que por qué, que si la tiene abierta la puede ver alguien en Ulan Bator sin mayor problema. Algunas veces, para hacerles reflexionar sobre la privacidad les he dicho que ese día no la iba a abrir, pero que al día siguiente sí, así que, que revisara sus contenidos o que la pusiera privada… y la ponían privada. Conclusión, no les da igual que cualquiera pueda verlo… aunque su configuración sí lo permite.

Por supuesto sigue habiendo cosas que se quieren proteger, los datos sensibles que entienden como «secretos» y no sólo como privados, el PIN de la tarjeta de crédito o las contraseñas de los distintos servicios online, las RRSS, etc.

Iván Rivera opina que quizá no se trate de un «nuevo» concepto de privacidad, sino el retorno al de siempre, al de la tribu, vaya… a la ausencia de privacidad, donde las viejasdelvisillo tenían información puntual de todos, y la compartían con bastante buena disposición. Disfrutamos de un cierto paréntesis de intimidad en nuestras «deshumanizadas» ciudades, pero volvemos al redil… aunque con una importantísima diferencia: Las viejasdelvisillo de hoy en día no comparten su información con la misma ilusión que recopilan la nuestra. Para muestra este momento impagable (min 0:46) en una comparecencia de Mr. Facebook en el Senado, que debería ponerse a diario en la tele y os transcribo.

– Mr. Zuckerberg, would you be comfortable sharing with us the name of the hotel you stayed in last night?

– Um, (chuckles), (pause), uh, No (smiles).

¿Por qué tanta duda? ¿Por qué no? ¿Por qué no quieres compartir esa información que deseas de mí y para la que has generado toda una estrategia comercial de alertas, likes y demás. Una estrategia, como nos recordaba Víctor.

Fijaos que es un ejemplo estupendo de «si no tienes nada que ocultar, ¿qué tiene de malo que sepamos el hotel en el que has estado, y que habrás dejado ya?» Es una información que parece que no tiene ningún valor o peligro pero que no es de la incumbencia de nadie… aunque parece que sí que les importe.

Distinción muy importante esta entre lo que te incumbe y lo que te importa o te apetece saber/inmiscuirte.

Os recuerdo, ya lo hacía Mark también en la comparecencia, que él VENDE esta información a terceros, para que hagan publicidad dirigida, por lo que cobra muuuuucho dinero. Aprovechamos también para traer al foco que nosotros no somos los CLIENTES de las redes, clientes son los que pagan por la publicidad que nos hacen, nosotros (nuestros datos) somos el producto.

¿Y qué tipo de producto somos? ¿Qué harán con esos datos?

Pensemos que para que algo sea un negocio hay que conseguir que produzca dinero. Saber que yo he ido al cine o a correr tiene que tener un interés que pueda traducirse en dinero, si no, nadie pagará por esa información.

Por un lado está la publicidad dirigida, ya sabéis, mucho mejor (más barato y efectivo) mandar anuncios de zapatillas a gente que sé que corre varios kilómetros al día que buzonear en una ciudad portal por portal, piso por piso.

Pero entonces, ¿por qué partidos políticos, seguros médicos y otros agentes similares están comprando esa información? ¿Qué pueden hacer con ella?

El escándalo de Cambridge Analytica (documental en Netflix pronto) y otros parecidos nos muestran que, sabiendo cuáles son nuestras «teclas», pueden hacernos tomar decisiones que pensemos «libres», vaya lo que lleva haciendo la publicidad toda la vida, pero con mucha más capacidad de influencia. Respecto a por qué querría una compañía de seguros médicos conocer tu día a día, te dejo que lo pienses tú.

¿Podría ser entonces que esa distinción que hacemos en la información sensible, entre información secreta y privada, sea un error, porque en el fondo toda la información sensible debería protegerse como si fuera secreta?

Pues diríase que sí, que deberíamos compartirla sólo con quien fuera necesario, controlar a quién se la damos y con quién va a compartirla.

Hace poco hablaba en Twitter con dos buenos amigos que opinaban que no tenía mayor problema poner las fotos de tus peques en Facebook si tenías tu cuenta cerrada y sólo a gente de la familia agregada, pero hay que recordar que Facebook se queda con los derechos de las fotos que sube, y que si no has visto la cara de tu peque en un anuncio es sólo porque los publicistas no piensan que haya salido tan guapo como tú crees. Hay aspectos muchos más sórdidos, por ejemplo, hace poco supe que, pederastas, comentaban vídeos de youtube con una marca de tiempo, para que otros supieran donde iban a encontrar material que pudieran usar para sus fines.

Un punto muy importante que señalaba Javier de la Cueva (experto en estos menesteres) es que lo que «te importa» puede ser un concepto muy dependiente de tus coordenadas espaciales y temporales y lo resumía en tres puntos.

1. El consenso social de hoy puede cambiar.

Lo que haces hoy podría no tener mañana un consenso social. Pone como ejemplo la imagen de la mujer en la publicidad de los años sesenta.

Añado yo, que en el caso de los chavales más jóvenes, olvidan que tendrán varias «vidas»: ahora son hijos y jóvenes, pero mañana serán trabajadores, padres, figuras públicas o con responsabilidades privadas, y que ese vídeo cantando borrachos en cueros no tiene la misma aceptación en todos esos «mundos» diferentes.

2. Lo que se acepta en tu país podría no tener consenso en otro.

Un homosexual puede ser condenado a muerte en determinados países, por ir al ejemplo más claro.

3. Tu comportamiento cotidiano sirve para crear un perfil, que podría hacerte sospechoso de tener conexiones con gente que hubiera ido al mismo sitio que tú en el mismo momento, acusaciones de conspiraciones terroristas, por ejemplo.

Concluye que una cuestión es estar «conectado» y otra la prudencia al dar datos en esas conexiones, al menos bajo estos tres argumentos: temporal, espacial y de perfilado.

José María Mateos compartía un artículo que profundiza sobre la definición de privacidad y «nothing to hide» (nada que esconder) principalmente desde un punto de vista de monitorización desde el estado.

 José Cuesta abunda sobre la peligrosidad de los posibles usos que hagan los bancos, aseguradores… o simplemente, quien te vaya a hacer una entrevista de trabajo y se ponga a mirar en tus redes, o en las bases de datos que hayan comprado.

También fue Jose quien nos informó de que podíamos acceder a (alguna) información que va recopilando Google en la página MyActivity. Personalmente me quedé alucinando cuando vi que me grababan desde el micrófono del móvil aleatoriamente y guardaban esas grabaciones. Cosa muy diferente a estar escuchando y esperar a que se diga «OK Google» para empezar a guardar (mis alumnos pueden atestiguar que salía cantando por Camarón mientras conducía). Recientemente han reconocido que (algunas) de esas grabaciones están siendo analizadas incluso por operadores humanos.

Esta es otro enlace que nos facilitó Jose donde podéis ver cómo se nos están identificando los intereses por parte de Google.

Y otro enlace más para ver qué empresas están recopilando datos nuestros, de nuevo vía Jose Cuesta.

Esto respecto al asunto puramente técnico y de seguridad, pero quizá también cabría preguntarnos sobre aspectos más filosóficos o psicológicos.

¿Por qué querría exponerme tanto? ¿Qué interés tiene mi postre, mi nueva camiseta para el «público general»?

Es cierto que hay quien «monetiza» sus seguidores y en realidad está haciendo un trabajo publicitario pagado para un restaurante o tienda de ropa, pero no es el caso general.

Somos animales sociales, por supuesto, y necesitamos el refrendo y el cariño de los otros, lo que pasa es que esa necesidad suele y quizá debiera (?) proveerse por parte de los círculos cercanos, los amigos (los de verdad) y la familia. Me pregunto si es psicológicamente sano depender del apoyo de mis «seguidores/lectores/fans» para tener el coco medianamente en orden.

Desde luego, que cada uno haga lo que quiera, hay quien dice «empoderarse» subiendo fotos desnudo (hablando de exposición íntima), y frecuentemente no responde a una reivindicación de cuerpos «no normativos», quizá una lucha necesaria, sino a gente que está muy bien, buscando que se lo digan.

A mí me chirría. De hecho he «desgastado» el botón de silenciar en Twitter y he reducido la interacción con quien sólo viene a molestar, porque sí tienen una influencia en mi estado de ánimo. Aunque sigo pecando en pensar que cualquier subproducto de mis procesos mentales, es algo que el mundo debería conocer. A veces serán ideas inspiradas o inspiradoras, pero en otras ocasiones creo que tienen más que ver con recibir un refrendo y psicológicamente, esto ya os digo que me parece que tiene aristas. En fin, estos aspectos, ya que se los mire cada uno.

Conclusión.

La información privada dice mucho de nosotros y si somos descuidados al compartirla puede llegar a quien no queramos que lo hiciera, y que lo usará con fines que no nos gustarán, influyendo en nuestra vida, capacidad de elección, incluso uso de servicios como la medicina.

Difícil camino y difícil de enseñar en un mundo en el que los adultos son los primeros que no hacemos un uso adecuado de las RRSS ni por el tiempo dedicado ni por las actitudes. Así que aprovechemos esta reflexión sobre cómo educar a nuestros jóvenes, para mirarnos en el espejo. Ya que, como acierta a indicar Fernando de la Cuadra (que ya visto mucho, experto en seguridad informática), sus comportamientos son poco diferentes a los nuestros, para mal, seguimos buscando ser el macho alfa, el más popular del recreo. Además de sugerir que usemos mejor el término intimidad, en lugar de privacidad.

Gracias a todos los compañeros de Naukas por sus reflexiones, enlaces, información, controversias… Es un privilegio poder contar con vosotros.

ACTUALIZACIÓN

@Mininacheshire nos alerta de q al pedir precaución a las víctimas podemos incurrir el culpabilizarlas y  en dejar de exigir a los abusadores q sean legales y éticos.

 


¿Nos espía WhatsApp?

23 noviembre 2018

Bundesarchiv, Bild 101I-198-1363-29A / Henisch / CC-BY-SA 3.0 [CC BY-SA 3.0 de (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/de/deed.en)%5D

ACTUALIZACIÓN: Lo anduvimos contando en Julia en la Onda (min 16:45)

Habréis oído alguna vez que hay quien tiene una conversación privada por WhatsApp mencionando algún producto y poco después recibe publicidad en Facebook justo de ese producto.

¿Cómo saber si esto es realmente así?

Junto con algunos de mis alumnos de este año, nos propusimos hacer un experimento para comprobarlo. Aquí os dejo el reporte, con un saludo para mis alumnos 😉

Posible paso de datos de conversaciones de WhatsApp a Facebook e Instagram

Javier Fernández Panadero

como profesor responsable de

la clase 4ºD curso 18/19 del IES Vicente Aleixandre de Pinto (Madrid)

javierfpanadero@yahoo.com

@javierfpanadero

Resumen

Animados por los rumores sobre personas que tenían conversaciones escritas privadas en WhatsApp y recibían anuncios en Facebook e Instagram relacionados con esas conversaciones, hemos llevado a cabo un pequeño experimento.

Los alumnos van repetir un término en una conversación privada y luego comprobar si reciben publicidad relacionada con ese término.

Se hace el experimento dos veces y salvo algún caso aislado no se produce ese efecto.

Introducción

Es un rumor recurrente que si hablas de un tema en WhatsApp recibes luego publicidad relacionada en Facebook e Instagram.

Sabemos ocurren cosas parecidas, por ejemplo, hacer búsquedas en Google y que aparezca publicidad relacionada en Facebook.

En este caso nos parecía mucho más grave, la conversación en WhatsApp se supone que está encriptada y es secreta.

También podría ser un caso de “cherry picking” en el que el usuario está fijándose solamente en la coincidencia que ha tenido y no en todos los casos en los que no ha habido coincidencia (como pasa con los videntes, que agrandan sus mínimos aciertos).

O podría ser que los usuarios ya fueran público objetivo de ese producto y que el hecho de hablar de él haya sido irrelevante. Por ejemplo, un concierto en una ciudad cercana a la que viven.

Experimento 1

Participantes: 17

Número de repeticiones del término en WhatsApp: 15

Antes de hacer el experimento decidimos con cuántos casos consideraríamos positiva la relación (para evitar sesgos en la interpretación de los resultados) y decidimos que si hubiese publicidad relacionada en la MITAD de los casos podríamos descartar que fuese un asunto aleatorio.

Buscamos términos para los que ellos no fueran público objetivo por su edad, sexo o su historial (lugares en los que hayan estado ellos, o amigos) y llegamos a esta lista.

Lucena, El Ejido, Nimes, Grenoble, Horcajo, Cazzu, Perito moreno, Gran Cañón del Colorado, Hopewel, estilete, tapones de corcho, buje, trinchacadenas, Parque de la Reina, Taipei, Campillo, Mondoñedo.

Mientras discutíamos esta lista mantuvimos apagados los móviles por si tenían dados permisos de micrófono directamente a Facebook o Instagram y hubieran recibido publicidad por un acceso directo de estas apps y no por la interacción con WhatsApp.

Resultados del Experimento 1

En ningún caso apareció publicidad directa con el concepto en concreto, aunque en dos casos que apareció algo con cierta relación.

Quien habló de Nimes vio luego publicidad de viajes a Francia y quién habló de Campillo (y había mencionado la palabra “vino”, típico de allí) recibió publicidad de vino.

Analizando los resultados pensamos que quizá no encontrábamos publicidad relacionada, porque los términos que usábamos no la contratan, no porque no se estuviera monitorizando la conversación. Por ejemplo, que no hubiera nadie pagando a Facebook para publicitar “estiletes”.

Como los casos “sospechosos” (el vino y Francia) surgieron inmediatamente, pensamos que no hay problemas con las repeticiones, el tiempo de espera hasta mirar los anuncios, y procedemos a volver a hacer el experimento con algún producto que sí esté publicitándose de manera masiva y que a la vez no sean los estudiantes público objetivo.

Experimento 2

Participantes: 18

Repeticiones del término: 15

Pactamos usar el término “pañales” que sabemos que se publicitan a mucho público, que recuerdan no haber recibido con anterioridad y para los que aún no son público objetivo.

Resultados del Experimento 2

El resultado de este segundo experimento es el siguiente, hay dos personas que reciben publicidad relacionada, mientras otros dieciséis, no.

Antes de empezar el experimento decidimos poner un límite en el 50% de ocurrencias, y nos hemos quedado muy lejos, pudiendo atribuir estos dos anuncios a otras causas.

Sin duda resulta llamativo que alguien, aunque solo sea una persona, reciba ese anuncio, pero para eso se hacen experimentos controlados y estadística, para distinguir lo que parece de lo que es. Si no, a quien le toca la lotería le parecería “lo normal”.

Conclusiones

Aunque este tipo de experimento tienen muchas posibles fuentes de error  y el número de participantes es bajo, nuestra conclusión debe ser que no hay relación entre nuestras conversaciones de WhatsApp y los anuncios que recibimos en Facebook e Instagram.

Animamos a que se haga en condiciones más controladas y con muchas más personas y quedamos pendientes de esos resultados.

Respecto a quienes encuentran esas coincidencias (aunque podría tratarse de casualidades) lo más probable es que fueran anuncios seleccionados por la cantidad de información que las RRSS recopilan monitorizando nuestra actividad o que nosotros mismos facilitamos con la publicación de información privada (comida, amigos, viajes, etc.).

Por otra parte no nos extraña la sospecha inicial. Las propias compañías han reconocido las prácticas “aceptadas por el usuario” (otras no tanto) como escuchas del micrófono por Facebook, lectura del interior de los correos por Google, etc.

En este extremo animamos a que se consulte, si se posee cuenta en Google, las siguientes páginas para conocer qué información tiene de nosotros esta compañía de forma legal (y sin ocultarlo), y que vayamos tomando decisiones sobre vuestra privacidad, un bien que pocos piensan en proteger.

Registros de voz, lugares visitados, búsquedas, etc.

https://myactivity.google.com/myactivity

Personalmente, en este caso me ha llamado mucho la atención en mi registro de voz, que Google no se ocupa sólo de escuchar a ver si digo “OK Google” e intentar reconocer lo que va después, sino que escucha y almacena audio aleatoriamente, que elige recoger cuando le parece.

Información personal para darnos publicidad segmentada por parte de Google.

https://adssettings.google.com/authenticated?utm_source=search-privacy-advisor

Aquí otras compañías y la información que compartimos con ellas

http://www.youronlinechoices.com/es/preferencias/

Estos enlaces nos llegaron gracias a @InerciaCreativa estupendo compañero en Naukas.

Finalmente

Nuestra privacidad y nuestros datos son objeto de intercambio, un producto que se vende a publicistas o que se almacena para usar en el futuro, como hemos visto en numerosos casos.

Como ciudadanos debemos actuar. Hay una acción personal en la discreción y en proteger nuestros datos, hay una acción de vigilancia y denuncia sobre las compañías que los utilizan indebidamente y hay una acción política para forzar legislación que nos proteja.


Váyase usted a doblar papeles a su puñetera casa

14 junio 2017

En plena ola de calor en los centros educativos madrileños el consejero de Sanidad dice que sería una interesante «terapia ocupacional» para los chicos hacer abanicos, como cuando éramos pequeños: «dobla, dobla…»

Esto lo podéis oír aquí, no me lo invento.

http://www.eldiario.es/sociedad/consejero-Sanidad-Cifuentes-recomienda-abanicos_0_654435362.html

Lo voy a explicar sencillo, que para eso soy profesor:

Esto es un centro educativo.

Yo, un profesional de la educación.

Los chavales son ciudadanos sujetos de derechos que se pagan con el dinero de todos

Y usted tiene muy poca vergüenza pero mucha desfachatez para llenar el vacío que dejó aquella.

Si consulta el rango de temperaturas a las que tiene que estar un local de trabajo de tipo oficina, verá que estoy poniendo en riesgo mi salud y se están vulnerando mis derechos laborales.

Si piensa en los menores que están en esas condiciones, verá que también se está poniendo en riesgo su salud y vulnerando sus derechos.

Supongo que esta es la razón por la que la policía, no unos menores precisamente, han abandonado una comisaría.

Le ruego me informe si como funcionario público estoy incumpliendo mi obligación de cuidado de esos menores al tenerlos expuestos a estas condiciones que le parecen tan risibles.

Me permito añadir que si usted estuviera pagando una academia para sus hijos no toleraría ni que estuvieran en esas condiciones ni que el profesor se dedicara a hacer abanicos de papel en lugar de enseñar.

Y me permito recordarle que esa es la situación, precisamente. Esto lo pagamos nosotros para educar a nuestros hijos, y si a usted no le importa o directamente se ríe en nuestra cara, debería dejar de gestionar lo público, irse a su puñetera casa a doblar papeles y dejar de insultarnos.

Verguenza debería darle a usted, a los que lo mantienen en el cargo y a los que no hacemos la presión suficiente para que le destituyan.


Lo Mejor Que Te Puede Pasar 17-05-2017

17 mayo 2017

¿Qué podemos hacer para mejorar nuestra seguridad informática?

Básico y sencillo… pero quizá aún no lo haces.


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