El sesgo del Panadero

5 noviembre 2020
Una foto mía

Detalle de una foto que me hizo Daniel Mordzinski para el décimo aniversario de Páginas de Espuma

Os voy a explicar un sesgo que, como parece que nadie le ha puesto nombre todavía, me lo voy a pedir. Así que le llamaremos, «el sesgo del Panadero», porque además os lo voy a explicar con el ejemplo de un panadero y así ya tenemos polémica para el futuro sobre su origen y si se escribe con mayúscula o minúscula.

Imaginemos un panadero que vende muy alegremente su mercancía a los vecinos del barrio desde hace varios años. Ya ha hecho números y suele comprar la misma cantidad de harina cada poco tiempo, porque sus ventas son bastante estables.

Hace poco han ampliado el barrio, hay unos bloques nuevos y comienzan a ocuparse sus locales: una mercería, una zapatería, una librería…

Algunos de sus vecinos le han preguntado que si no le preocupa que abran un bazar o un hiper y pongan el pan muy barato, con la consiguiente pérdida de clientela. Pero él dice que no, que las cosas NUNCA HAN SIDO ASÍ.

Ya os podéis figurar cómo acabó todo. (Bueno, es ficción, ¿quién iba a pensar que, a estas alturas, es un buen negocio abrir una mercería, una zapatería o una librería?)

Bromas (y no tantas bromas), aparte.

Vamos a enunciarlo:

Sesgo del Panadero: Tendencia a pensar que el futuro será muy parecido al presente.

En realidad es una forma de la ilusión de serie o apofenia, una tendencia a ver patrones donde no los hay (parecida también a la pareidolia que nos hace ver «cosas» en las nubes, por ejemplo), pero en MI CASO particularizada a la serie temporal concreta de los acontecimientos de nuestras vidas.

Con esta pandemia que vivimos se oye mucho la pregunta: ¿Quién iba a pensar que estaríamos así? La respuesta es: ¿Quién? TODO DIOS.

Es que YA hemos vivido pandemias terribles y, aunque hemos tenido la suerte de que no hayan resultado globales, en muchos sitios no les suenan raros términos como SARS o ébola y contar los muertos por miles.

El surgimiento de una pandemia global es un hecho PREDICHO, ya sabíamos que iba a ocurrir. De hecho, esta es la PRIMERA y, ya os anuncio que no será la más grave.

A la vista de cómo reaccionamos ante estos cambios, creo que nos da la impresión de que si la situación que nos anuncian o imaginamos se diferencia mucho de la actual la consideramos improbable, pero esto no es necesariamente así. En algunos casos es tan probable que es sólo una cuestión de tiempo que ocurra.

Esta forma de pensar sesgada hace que ni nos preparemos ni presionemos a las autoridades para que tengamos sistemas que estén dispuestos para afrontar estas situaciones, que además suelen ser graves.

La vida es mudanza… e incertidumbre. Es aterrador y agotador pensarlo a cada momento y quizá es imposible vivir con eso en la cabeza (salvo que sigas mi consejo de «Cabalgar la incertidumbre» que explicaba en La Cordura de Saberse Loco, que tienes gratis por aquí), pero esconderse de los hechos no los anula.

Es muy curioso que tengamos ese sesgo de adultos y no sea algo reducido a la infancia donde, en el reducido intervalo de tiempo que manejan, efectivamente mucho de lo que sucede es bastante ordenado y predecible (aunque algunas infancias estén muy acortadas).

Pero, adultos y adolescentes: ¿Quién no ha visto o vivido una separación de pareja? ¿La muerte de un familiar? ¿Un cambio de domicilio? ¿De trabajo? Por favor, ¿quién no ha vivido un suceso que ha «roto» completamente la «serie temporal»? Pero parece que, pasado el susto, «renombramos» nuestro nuevo estado a «estado fundamental» y pasamos a considerarlo bastante extrapolable en el tiempo. Ha muerto el abuelo, ah, vale, pues ya sólo tengo una abuela… pero no creo que ella vaya a morir nunca.

Como os decía el gran peligro es no prepararse de manera individual para estas situaciones, y no preparar tampoco los sistemas públicos.

Porque es muy diferente decir No sé si va a ocurrir o No sé cuándo va a ocurrir. O bien, decir Nos ha pillado de improvisto o Este suceso era impredecible.

¿Vamos a sorprendernos también cuando el cambio climático haga ciertas zonas inhabitables por desérticas o anegadas? ¿No estamos avisados? ¿Sorpresón? Cuando esto acarree movimientos migratorios enormes, ¿quién avisó? ¿Nadie? ¿Crisis de abastecimiento de agua? ¿Tampoco? ¿Fuentes de energía suficientes y fiables? ¿Superpoblación y alimentos? ¿Polarización política y riesgo de violencia, guerras? ¿Nada?

¿Ni siquiera vas a hacer, de una puta vez, la copia de seguridad de tu móvil y tu ordenador que te decimos siempre que hagas? Anda, hazla ya y por lo menos este post habrá servido para algo.

ACTUALIZACIÓN

Señala con acierto @El_Inquisito que se parece a la historia del pavo de Russell poniendo en juego la dificultad del conocimiento por inducción. Aquí os lo cuenta Cuentos Cuánticos Quizá el elemento diferenciador aquí es el desprecio del aviso y la omnipresencia de este. Pero, ¡que venga Russell a pedir su sitio!

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¿Son los descerebrados el precio por los pioneros?

21 mayo 2020

No hace falta que os ponga imágenes de actos muy poco razonables, insolidarios, incluso peligrosos para la propia persona, vistos los últimos días, porque seguro que vosotros también habéis tenido experiencia de primera mano.

Y uno se pregunta, ¿así somos? ¿Así funcionan las cabezas? ¿Qué nos espera con estos mimbres?

Pero también pienso en los que pierden dedos por subir una montaña, y tantas otras empresas arriesgadas (o casi suicidas) con repercusión o sin ella en el bien propio o en el común.

¿Es esta falsa de proporcionalidad, este desprecio por lo «razonable», este arriesgar lo más importante sólo por ir donde nadie fue o hacer lo que nunca se hizo, algo común a esos chavales que se juntan ahora, en pleno confinamiento, a hacer botellón y se bajan la máscara para fumar, o en los adultos que hoy mismo llenaban las playas?

¿Necesitamos ese «fallo» en nuestra programación para poder tener a los pioneros aunque tengamos que cargar con los descerebrados?

Os animo también al autoexamen. Sinceramente, ¿qué tal te va en tu «frontera»? Ojo, no quiero decir que tú no fumes y analices lo bien que no fumas, o que entrenes y analices lo bien que sigues esas rutinas. Me refiero a cómo te va con esos hábitos que «no quieres» o con esa actividad que nunca acabas de empezar. ¿No compartes esos rasgos de irracionalidad con el resto de nosotros?

Que conste que no igualo a quien se adentra en el espacio en una lata de sardinas con el que se emborracha y salta entre balcones. Sólo digo que quizá comparten un rasgo que puede devenir, según se enfoque, en algo grande o en una muerte estúpida.

Diríase que ser un descerebrado resulta una característica evolutivamente favorable. Curioso.

Y es que quizá, sin esto, aún estaríamos a orillas del Eufrates charlando tranquilamente de mitos y cosechas.


A mí me funcionó. El sesgo del superviviente.

24 noviembre 2019

Fuente: Wikipedia

Como me dejéis, acabaré haciendo una serie sobre los aspectos positivos de los sesgos… allá vosotros.

Ya hablamos de la ilusión de control, hoy toca el sesgo del superviviente.

Es sencillo, se trata de la formalización del dicho: «Cada uno cuenta la feria según le va».

Sin duda es lo más lógico contar la feria como te fue. ¿Dónde está el sesgo entonces? Pues en intercambiar «La feria ME ha ido bien» por «La feria HA ESTADO bien».

¿Y qué más da, Panadero nuestro, si la feria ya ha terminado?

El problema está en qué conclusiones se sacan y en qué planes se hacen para el futuro.

Si las conclusiones son «La feria ha ido bien PORQUE he hecho A y B». Pasaremos a repetir A y B, además de aconsejar a otros que lo hagan. Pudiendo encontrarnos con que todos los feriantes el año que vienen llevan ropa interior azul, que es la que yo llevaba este año, o fumado por aquel abuelo que vivió hasta los cien, o tomando mierdas y pesudomedicina porque alguien se curó MIENTRAS hacía determinada cosa.

La imagen con que encabezamos el artículo es de uno de los ejemplos más conocidos de este sesgo, en el artículo de Wikipedia os cuentan más (en inglés). Muestra un estudio de qué daños traían los bombarderos de vuelta de misiones durante la Segunda Guerra Mundial. Un análisis incorrecto nos podría hacer pensar que las zonas con impacto deberían ser reforzadas… pero en realidad muestra qué zonas pueden ser dañadas y que el avión CONSIGA VOLVER. La falacia del superviviente podría entenderse como una forma de cherry picking ya que estamos dejando sin analizar casos relevantes y obteniendo conclusiones equivocadas y peligrosas.

También puede ser entendido como una correlación espuria, relacionando dos cosas que se dieron a la vez (lo que hice y lo que me pasó) y asumiendo que hay una relación causal.

Como ya hemos explicado tantas veces, la correlación no implica causalidad, pero es lo único que tenemos para encontrar patrones y pistas que podamos analizar después con más cuidado. Así que no debe demonizarse, tan solo tomarse con precaución.

Es frecuente que en nuestras narrativas (a posteriori) de por qué nos fue bien la feria, aparezca nuestro esfuerzo (ya hemos hablado aquí en ese sentido más de una vez, ejemplo), y el papel fundamental que jugó.

Hace poco alguien escribió un estupendo hilo en Twitter sobre ello, y hoy me ha llegado una entrevista donde podéis encontrar más detalles (gracias, Lola). Y mucho ojo, que no es un «pobre quejica que le ha ido mal y se justifica»… es lo que cualquier llamaría un triunfador en lo suyo, pero que tiene la cabeza en su sitio.

Como os decía en mis post, o como dice este señor, hay un montón de factores DECISIVOS que escapan de nuestro control y que a veces son fruto del puro azar, pero también es cierto que puede haber causas escondidas que hay que analizar con detalle. Él habla de ser eficiente más que echar horas, por ejemplo. Os pondré otro ejemplo.

¿Habéis oído aquello de «Que hablen de mí, aunque sea mal» o habéis visto a tanta gente esforzándose por estar «visible», en el candelabro, como decía aquella?

¿Es entonces la visibilidad un buen factor para estar laboralmente o personalmente «disponible»? Sin duda.

¿Es determinante? No, para la mayoría de los casos.

¿Qué pensará alguien conocido y respetado en lo suyo que con levantar un teléfono consigue una entrevista, una ponencia, una oferta laboral? Pues quizá piense que, si llamas, mejoras sensiblemente tus posibilidades. Pero, ¿qué pensará quien está todo el día llamando a puertas que no se le abren? Que el prestigio del otro es lo que abre esas puertas, y que si no hubiera llamado aquel profesional reconocido, alguien le habría dicho ¿Has silbado?, como en el chiste aquel.

Mantener los contactos «calientes» mejora tus posibilidades de que «den resultados» cuando se necesiten, pero fíjate que una cosa es escribir a un colega de cuando en cuando, para cuando le llame para un proyecto con su empresa aquello funcione, y otra es llamar a alguien que no es tu colega (incluso hacerlo insistentemente) pidiendo y pidiendo. ¿Alguien ignora el rechazo que provoca esto?

Así que un análisis frío sí nos aconsejaría mantener los contactos activos, pero no nos diría que llamar a una puerta mejora «sensiblemente» nuestras posibilidades. Y acentúo sensiblemente, o si queréis lo cambio por «decisivamente».

Por supuesto que aquellos que no tienen otra cosa más que su esfuerzo, porque carecen de contactos, patrimonio, rentas, acceso a crédito, reconocimiento o talentos superlativos, lo mejor que pueden hacer es esforzarse, llamar a puertas e insistir. Lo mejor… porque es lo ÚNICO.

Nuestra mente insiste en buscar causas, patrones y porqués (otro sesgo creer que siempre los hay, pero a veces sí que existen), y como solamente tenemos esas correlaciones como pista, pedimos prudencia. Observemos la experiencia propia, la ajena, hablemos, pensemos, busquemos lo cierto entre las relaciones que vemos. Eso es espíritu crítico.

Bueno, también pedimos una cosa más: No victimicemos a quien no le fue propicia la suerte, que un día nos van a contestar mal.


La ilusión de control, ¿enemigo o aliado?

3 noviembre 2019

Fuente: Wikipedia

Ya hemos hablado mucho de los sesgos cognitivos y es típico que se etiqueten como «errores» o como en el enlace: «juicios inexactos o distorsiones», aunque a mí me gusta mucho más otro término: ATAJO.

Los sesgos cognitivos son juicios rápidos usando información incompleta o posiblemente inexacta. Son un desastre… digo, una NECESIDAD.

Os pongo un ejemplo:

  • ¿Quieres salir conmigo? RESPONDE AQUÍ Y AHORA.

Esto… no sé. ¿Eres buena gente o sólo lo pareces? ¿Tienes un armario lleno de cadáveres o de tortillas? ¿Somos compatibles? ¿Morirás mañana? No puedo SABER la respuesta a esa pregunta. Es imposible decidir adecuadamente.

Pero TENGO que responder ahora. Si no lo hago la respuesta es NO, y entonces ya no estoy decidiendo, estoy dejando que las cosas sucedan.

Otro ejemplo:

  • ¿Esto se come o me va a comer a mí?

De nuevo, respuesta inmediata, ya. Puede que me muera de hambre o que me coman.

(Si eres estudiante -o profesor- igual te apetece leer Te jodes y decides)

Nuestra máquina de pensar ha evolucionado por la presión de la selección natural, lo que significa: sobrevivir lo suficiente para pasar tus genes.

Y, como ya debierais saber:

Tener razón no siempre resulta evolutivamente favorable

Hace años me dijo una amiga: Espera, no entres en ese cruce, exigiendo tu preferencia, a las dos de la mañana, quizá seas el único conductor que no va borracho. Frase que me recuerda esta otra: El cementerio está lleno de gente que tenía razón.

Así que, el exceso de prudencia, o incluso ser miedoso, han podido tener un efecto «protector» para nuestro bagaje genético, por muy absurdo que ahora sea dar un brinco cada vez que cruje la madera de tus muebles.

De la misma forma, un comportamiento borreguil… estoooo, quiero decir, dejarse influir demasiado por la presión del grupo, puede haber sido también un elemento protector al mantenernos en la tribu, a salvo de un entorno demasiado hostil para un individuo de nuestra especie en solitario.

Pero vayamos al sesgo con el que titulábamos: La ilusión de control. Me gusta analizarlo en dos vertientes.

  1. Pensar que tomando acciones presentes puedo controlar el futuro
  2. Concluir que las circunstancias presentes son consecuencia de mis acciones pasadas.

Estas dos ideas son tremendamente y aterradoramente falsas, sobre todo en su acepción fuerte, que es como suelen entenderse.

No podemos controlar el futuro, hay múltiples factores y agentes influyendo en cualquier situación, incluido el azar.

Esto que acabo de decir es una obviedad, pero lo que no suele contemplarse es que muchos de ellos, por sí solos e independientemente de cómo de propicios sean los demás, pueden decantar el futuro en una dirección u otra.

No pensamos en ello porque quizá es aterrador. Convivir con la incertidumbre no es nada fácil y lo más frecuente es que se ignore o se niegue.

Muchos se preguntan: ¿Para qué voy a hacer nada, si puede pasar cualquier cosa?

En la segunda acepción también encontramos cierta «paz», a la par que vuelve a invitarnos a la acción:

  • Si lo que sufro fue por algo que hice o dejé de hacer, puedo evitarlo en el futuro.
  • Si lo que disfruto fue por algo que hice o dejé de hacer, puedo conseguirlo de nuevo, o mantenerlo.

Así que la ilusión de control nos mueve a la acción… pero, Panadero nuestro, ¿no nos has dicho que la acción es «inútil»?

No, querido lector imaginario, he dicho que hay muchos factores y agentes… y resulta que TÚ eres uno de esos agentes.

Una vez más serán las matemáticas las que nos saquen del apuro, en este caso las no suficientemente valoradas probabilidad y estadística.

Efectivamente puede pasar cualquier cosa, y hay hechos que se deciden azarosamente… pero no todos los futuros son igualmente probables.

No puedo «obligar» un resultado, pero puedo aumentar su probabilidad.

Por poner un ejemplo común. La educación y la formación no aseguran el empleo ni que tengas uno mejor pagado (todos conocemos contraejemplos), pero sí mejoran muy sensiblemente la probabilidad de que eso ocurra, por lo que es una medida inteligente tomar ese camino. Busquen datos, si dudan.

A veces cuesta mucho entender esto, porque una vez que la cosa ocurre, ha ocurrido al «cien por cien», más allá de lo probable o improbable que fuera. La falta de conocimiento estadístico nos hace pensar que ir con casco o sin él en una moto es equivalente en cuestión de peligrosidad, y NO lo es.

De esta forma, cabalgar la incertidumbre, como me gusta decir, es la única manera razonable de vivir.

No puedo forzar a que me toque un sorteo, pero puedo comprar papeletas.

El esfuerzo personal en nuestro ámbito de acción es lo único que podemos hacer, lo único que puede exigírsenos… y lo único que les queda a los que no tenemos talentos especiales, patrimonio, acceso a crédito o contactos.

Rendirse a la impredicibilidad de la vida, en lo bueno y en lo malo, entender que lo que nos sucede puede no ser culpa o mérito nuestro, es además de una fuente de serenidad, a mi parecer, un justo juicio de lo que las cosas son.

Será frecuente quien sepa encontrar excusas para evitar esa «culpa»… a veces negando su responsabilidad evidente, pero, mucho menos frecuente es quien sabe ver la falta de proporcionalidad o la falta de relación causal necesaria entre sus méritos/esfuerzo y el resultado obtenido.

¿Cómo no establecer un nexo entre lo mucho que me lo «curré» y que saliera cojonudamente? ¿Quieres decir que es mentira que me esforcé?

Así, queridos lectores, sólo nos queda concluir que la ilusión de control ha sido, efectivamente un buen amigo que nos ha llevado muy lejos, pero con engaños, un progenitor que nos hizo tomar la sopa para que no viniera el coco, pero ya somos mayores. Pensemos entonces, ¿estamos preparados para aceptar la verdad? Es tan simple como terrible, pero quizá en la aceptación de lo inevitable esté la tan buscada serenidad.

Hagamos lo que podamos porque es lo único que podemos hacer.


¿Qué vas a hacer?

17 octubre 2018

Eso es la Vida, una interpelación constante.

Te coge de la pechera y te pregunta: ¿Qué vas a hacer?

Pues no lo sé, no tengo suficiente información para decidir, no quiero pensarlo ahora…

Y Ella repite: ¿Qué vas a hacer?

Incansablemente, de forma constante, más allá de nuestras excusas o peticiones de prórrogas.

¿Qué vas a hacer?

Y aquí estamos los que vivimos en el espacio-tiempo, los que jugamos al antes y al después, al tú y yo, al aquí y allí, interpelados con una petición constante de acción.

No nos hace mucha gracia, ya lo hablamos en Te jodes y decides, pero es lo que hay.

Y no sólo eso, nos vienen con prisas, porque la vida sigue con su pregunta constante: ¿Qué vas a hacer? Ese amigo «especial» que te ha propuesto algo, no puede esperar hasta que llegues a una conclusión con el nivel de certeza suficiente sobre si vuestro encuentro o proyecto en común será satisfactorio cuando medites sobre ello en tu lecho de muerte… De hecho está esperando en el teléfono a que le contestes que si quedas hoy o no. También hablábamos de esto en Te juzgo, sí, ¿qué pasa?

La evolución lidió con ello dotándonos de una red neuronal (nuestro sistema nervioso). Un sistema de procesamiento en paralelo que, por mucho que se repita, no se parece a lo lineal, secuencial, que son nuestros ordenadores, y que tiene la propiedad de ser bastante eficiente para clasificar, decidir, predecir, tratando con información limitada, incluso con información errónea.

Uno de los elementos que nos han ayudado es ese «vive para follar otro día» (definción panaderística de la selección natural) han sido los tan vapuleados sesgos cognitivos que con frecuencia son denostados como errores en los razonamientos o defectos mentales, pero que nos proporcionan atajos y decisiones rápidas que nos han sacado de no pocos apuros en nuestro camino evolutivo. Imagina, por ejemplo, este comportamiento medroso nuestro ante cualquier ruido, una estrategia que hace saltar muchas falsas alarmas, pero nos evita falsos negativos que podrían ser un depredador y terminar allí con nuestra línea genética. Y, ¿qué me dices del efecto «halo»? Aquí criticamos mucho que las personas más agraciadas físicamente sean percibidas también como mejores, pero puede ser que ese sesgo evitara a nuestros abuelos el contacto con enfermos contagiosos o que les llevara a emparejarse con individuos con una carga genética más resistente a dolencias que pudieran haber «afeado» sus rasgos.

Un poquito más erguidos del barro, figuradamente hablando, ahora buscamos mejores maneras de (intentar) llevar el timón e intervenir lo más posible en la dirección que toma nuestro barco en este mar tan agitado.

Con este propósito y, como me gusta contaros últimamente: «Quien no tiene talento, que se busque protocolos». Me refiero a que, probablemente, la única cordura accesible es saberse loco y que, desde ahí, podemos tomar ciertas medidas de control, los citados protocolos.

Hoy quería hablaros de uno en particular que llamo «Suspensión del juicio». Lo explicaré con un ejemplo.

Unos alumnos me preguntaron por mi opinión sobre la Ouija (una pretendida manera de invocar muertos o seres de otros mundos).

Mi respuesta es la siguiente:

Puede que sea falso y que esté perdiendo el tiempo.

Puede que sea cierto y esté invitando a meterse en mi casa a muertos, demonios y demás.

En ningún caso me interesa.

Conclusión: Puedo suspender el juicio sobre el asunto concreto y tener clara mi línea de actuación, porque os repito que la vida lo que me pide es actuación, en su continuo examen no me hace «preguntas de teoría».

Os pondré algún ejemplo más que quizá os sirva.

Aquel que no desea mi compañía…

Puede que tenga razón y que mi compañía no sea valiosa.

Puede que se equivoque y desprecie algo de valor.

En ambos casos mi actuación es la misma: les alivio de la carga (o del regalo) de mi presencia porque, en ambos casos, quien no me quiere, no me merece (por su acierto o por su error).

Como veis, más allá de mis complejos, falta de autoestima y demás, el protocolo me permite funcionar como una persona más equilibrada de lo que en realidad soy. El tiempo que me lleve ir mejorando mi estado mental será más o menos largo, pero mi actos son más cuerdos desde hoy mismo.

Os dejaré con una última suspensión del juicio en un asunto bastante grave.

Ya oís a muchos vende-humos decir que escuches la voz de tu interior, que te dejes guiar por lo que sientes y demás palabrería. No sé cómo estaréis vosotros, pero en mi cabeza hay un follón de tres pares de pelotas y no me resulta fácil identificar la fuente de la mayoría de impulsos, deseos o apetencias.

Ese análisis de mi coco, ese decidir «quién es quién», si es que es posible, llevará toda mi vida, pero os recuerdo que el universo me interpela aquí y ahora, ¿qué vas a hacer?

Bien, la fuente de todas esas voces es una red neuronal que lleva millones de años «entrenándose», dando respuestas y recibiendo feedback (químico o por selección natural), reajustándose una y otra vez. Y te recuerdo que sigue haciéndolo aquí y ahora, tu forma de vivir modifica tu encéfalo y viceversa.

Mi pregunta es, ¿por qué debería darle más valor a las ideas que «propone» mi red, que a las sugerencias del autocorrector del teclado de mi teléfono? Intentaré explicarme.

El autocorrector también es un sistema adaptativo que se ajusta y va dando respuestas de acuerdo con el feedback que recibe. De hecho, te animo a que abras el teclado y aceptes todas las sugerencias que vayan saliendo una tras otra, verás surgir frases o fragmentos que bien podrías haber escrito tú.

Quiero decir que nos tomamos quizá muy en serio lo que «pensamos» y lo que «nos apetece», cuando una explicación científicamente más ajustada sería decir que somos más un espectador que un sujeto de esas acciones.

Entonces, Panaderito nuestro, ¿cuál es el protocolo que nos propones?

Pues que no te tomes tan en serio. No «aceptes» las sugerencias tan a la ligera. Haz aquello que en tu mejor calma y análisis entiendes que te hace más libre y más feliz, incluso, acepta el consejo de otros más sabios y «descarta» las propuestas de tu «red» que no van en esa línea, porque, ¿quién es esa voz, querido lector? ¿La falta de azúcar que te hace estar irritable, algún desequilibrio hormonal que te tiene especialmente eufórico, la presión de tu programación genética o cultural?

Saber con certeza qué somos, más allá de eso que llamas «yo» y que tiene los pies de barro, nos llevará también toda una existencia (o más), pero no tenemos que esperar tanto para vivir una vida mejor.

Así que, querido lector, es tu turno: ¿qué vas a hacer?

Fuente de la foto: Caspar David Friedrich [Public domain], via Wikimedia Commons


Y los feos, ¿qué?

26 marzo 2016

Casi a diario escuchamos a personas agraciadas quejarse de la tiranía de la belleza, de la dictadura de la moda, de las obligaciones que cargan para mantener su físico y de cómo la gente la juzga por sus apariencias.

Aquí hablamos un par de veces sobre ello recientemente, aprovechando dos polémicas: Con Dani Rovira y con Inma Cuesta.

Lo que no puedo dejar de preguntarme es, «Y los feos, ¿qué?»

Este sesgo cognitivo, que llamamos Efecto halo, por el que percibimos a las personas agraciadas como poseedoras de otras virtudes, como inteligencia o bondad, es algo general, y funciona también en el otro sentido. Las personas menos agraciadas son percibidas como menos confiables, o menos inteligentes.

Como comenté en los post anteriores, es curioso que gente que usa el sesgo a su favor (obteniendo mejores contratos, pagas, etc.) se quejen cuando el sesgo les muestra su otra cara.

Y, ¿qué pasa con aquellos que SIEMPRE reciben lo peor de ese sesgo?

Los que no se ajustan al canon de belleza de la cultura de su tiempo o los que son más bien feos, o los que tienen deformidades… o aquellos que se perciben así, aunque los demás no lo hagan.

Son, en la práctica, ciudadanos de segunda. Tienen menos derechos y son continuamente discriminados.

¿Cantas bien? ¿Eres feo, gordo, muy bajito o muy alto? ¿O simplemente no tan joven?

¿Crees que puedes acceder al mundo de la música igual que alguien bello y macizorro?

¿Piensas que en otros trabajos no tan «públicos» no actúa el sesgo? ¿No crees que para estar «cara al público» han tenido en cuenta tu apariencia?

Y, en lo personal, ¿te acercarías a ese bombón a presentarte? ¿Sí, no? ¿No es tu «liga»?

Queridos guapitos del mundo, ESO es sufrir el efecto halo, eso.

Toda tu vida, todos los días.

Ser el gordo, el feo, el canijo o el jirafa… para los amigos, para tu sexualidad, para tu trabajo. ESTO, TODO EL PUTO TIEMPO.

Así que, perdonad aquellos que vivís de vuestra (buena) imagen. Aquellos que obtenéis beneficios simplemente por como sois físicamente, que nos pasáis por delante a los demás a igual capacidad… perdonad que no nos sintamos muy solidarios con vuestras cuitas en este sentido. Para nosotros vivís en el Olimpo de los favorecidos, de los que tienen derecho a todo, nosotros somos de segunda.

Finalmente, también resulta insultante que nos vengáis a contar, a posteriori, vuestra enorme valía profesional. No llegasteis allí por eso, o al menos no pasasteis delante de tantos por eso. Y sí, quizá la tengáis, pero fue vuestro físico el que os dio la oportunidad de poder mostrarlo. No vengáis a contarles a los que no pasaron la selección por feos, lo buenos que sois, es ofensivo y ridículo.


De lovers y haters

22 febrero 2016

Anda coleando el tema de Dani Rovira, cómo hizo la presentación de los Goya, la turra que al parecer le dieron en las redes y las defensas de unos y otros. Bien, metamos un poquito el dedo en la llaga.

Establezcamos unos presupuestos para que luego me odiéis con fundamento.

  1. Dani Rovira me parece un tipo divertido y hasta diría que me cae bien. Incluso he puesto en clase más de una vez su monólogo sobre las «unidades»: la mijilla y todo eso. Desternillante.
  2. Decir cosas feas u horribles sobre tu trabajo (ciertas o no) no es ofenderte, ofenderte es decirte que eres un imbécil (de nuevo con razón o sin ella).
  3. Me parecen mal las persecuciones y los linchamientos en las redes sociales. Aquí no incluyo las críticas al poder y al que lo mal usa, para el que igual te han cercenado toda vía de respuesta y sólo queda gritar en la plaza.

Dicho esto.

Es un pack.

Quiero decir, las decisiones, las acciones, nuestras virtudes y fallas… llevan asociadas características que nos pueden resultar positivas y otras negativas, pero son un pack. Te zampas ambas.

Por ejemplo, un joven que empieza a trabajar relativamente pronto en lugar de seguir formándose. Tendrá más dinero en el bolsillo que un estudiante, pero menos posibilidades laborales en un entorno cambiante. Te puedes esforzar en minimizar lo que consideras negativo, pero está ahí.

Irte al extranjero suele mejorar tus posibilidades laborales, pero socava tus relaciones familiares y amistosas en tu lugar de origen. Que sí, que sí… que llames mucho por teléfono, que vengas lo más que puedas, para suavizarlo, pero el efecto está ahí.

Si eres sensible al halago, si te emociona que te digan lo bien que lo has hecho… te va a doler cuando te digan que está mal. Tú abres la puerta, a lo que eres sensible es a la opinión ajena, cualquiera que sea la dirección.

Es un pack.

Me parece muy razonable que, sabedores de esto, nos aprovechemos de las buenas cosas e intentemos minimizar las desventajas, lo que no me gusta tanto es que neguemos esas desventajas, o no las reconozcamos como parte irrenunciable del asunto.

Y ahora voy con lo de Dani Rovira.

Le hemos visto en la publicidad del Corte Inglés, ¿verdad?

¿Por qué?

¿Qué me tiene que decir sobre moda o sobre alimentos precocinados este estupendo humorista?

¿No se trata del archiconocido efecto Halo y otros sesgos cognitivos que me van a hacer ver más deseable esos productos porque los usa (o dice que los usa) y los recomienda él?

Si no es así, ¿por qué habrá cobrado el pastizal que se habrá llevado? ¿El Corte Inglés es idiota y paga sin esperar sacar un rédito igual o mayor en ventas?

Pues eso.

No pensamos con claridad, así somos los humanos.

Por eso le queremos sin motivo y le odiamos sin motivo.

No digo que el odio le vaya con el trabajo de actor, léeme bien, digo que:

El mismo sesgo cognitivo que me lleva a apreciar a alguien al que no conozco y a aceptar sus recomendaciones de sopas de sobre es el que me lleva a odiarle.

Es un pack. Lo siento.

Os dejo con el estupendo monólogo del que os hablaba


Eres tonto, te insulta quien NO te lo dice

8 febrero 2016

Yo también soy tonto, lo somos todos. Me explicaré.

Es posible que por el título dejes de leer el post, pero este articulo no es para hacer amigos, es para decir la verdad.

¿Qué te (nos) estoy llamando?

Tonto (RAE): Dicho de una persona, falta o escasa de entendimiento o razón.

Algunos piensan que lo que falta es información, pero preguntémonos: ¿Alguna duda sobre lo perjudicial de muchos comportamientos que mantenemos? Bien, si no hay dudas, el hecho de que los mantengamos, ¿es una muestra de entendimiento o de falta de él? Decir que mantenemos esos comportamientos es por falta de información, ¿es una muestra de capacidad de razonar adecuadamente?

Miremos a la política de forma general. ¿Tienen los partidos programas vinculantes? Aunque no lo sean, ¿los cumplen? ¿Votamos, por tanto, a unas medidas? ¿Conoces los estudios que muestran inequívocamente que votamos más a los candidatos más «guapos»? ¿Conoces que con los mismos votos según el reparto por circunscripciones y la ley electoral puede salir elegido un partido u otro? Muy probablemente sí, ¿verdad? ¿Tenemos, entonces, un comportamiento racional respecto de la política?

Vayamos a comprar: Ofertas, marcas «prestigiosas» o anunciadas por actores/cantantes/populares, compras de última hora, carritos para hacernos comprar más… ¿Crees que nuestra actitud de consumidores es razonable?

No somos racionales… tú tampoco. Por eso no intentaré discutir algo importante contigo cuando tengas hambre, o cuando tengas sueño… y no lo intentes conmigo.

Desde luego esto no es nada nuevo, está ampliamente estudiado y no cabe ninguna duda sobre ello. Mira un ejemplo muy sencillo: Pongamos nombre a los dos dibujos de debajo, uno se llama Kiki y otro Bubba, ¿quién es quién?

boobakiki

Imagen de Wikipedia

Si consultas la fuente verás que casi el 100% decimos que Kiki debe ser el amarillo puntiagudo. ¿Por qué? ¿POR QUÉ?

Este es un sencillo ejemplo de sesgo cognitivo. Nuestro coco funciona «mal», toma atajos, decide cosas sin información suficiente, va en bastante medida por donde le parece…

Esto ha sido evolutivamente favorable o, a menos, no ha estorbado, y mantenemos estos rasgos generación tras generación.

En la página de la Wikipedia sobre sesgos podrás leer un nutrido grupo de ellos y, observar con facilidad cómo actúan en los demás, y con disgusto cómo actúan en ti.

No somos racionales, no del todo, no lo suficiente. Somos tontos, faltos.

Quizá la única cordura accesible sea sabernos locos, pero eso nos permitirá tener cierto grado de control.

No iremos a comprar con hambre, no debatiremos temas complicados con hambre o sueño, no compraremos en la primera conversación con el vendedor… Incluso evitaremos exponernos a ciertos mensajes porque sabemos que harán mella en nosotros.

Quizá ya hacías estas cosas, hoy voy a proponerte una más.

¿Habéis oído eso de: «La audiencia sabe lo que quiere, lo que es bueno.», «El votante sabe lo que le conviene», etc.?

No te fíes de quien te diga que no eres tonto. Lo eres, y lo sabes. Quien te dice que no lo eres o bien es aún más ignorante que nosotros… o, lo que es más probable, se dispone a usar nuestra falta de capacidad contra nosotros.

Finalmente:

Si te has ofendido, date un momento de reflexión, ¿es quien te engaña quien te insulta o quien intenta ayudarte a ver más allá?

Si crees que podría haber pensado en otro título y otra manera de abordarlo para llegar a más gente… Sí, lo sé, podría haber usado los sesgos cognitivos para transmitir mejor mi mensaje, pero hoy no, no en este artículo.

Y, en todo caso, como desagravio final. Yo es que además de ser tonto, soy gilipollas, así que tú tranquilo.


Si lo explicas, la cagas

11 octubre 2015

Desde hace un par de días hay cierta polémica con las siguientes fotos.

La actriz Inma Cuesta se ha quejado de un excesivo retoque fotográfico. Podéis comparar la imagen que ella tomó con su cámara, a la derecha, con la imagen retocada, a la izquierda, además de leer sus propias palabras en su cuenta de Instagram.

Y, ¿qué problema tengo yo con esto?

El de siempre:

«Lo normal», «Lo obvio», «Lo evidente»…

Conceptos que no resisten un mínimo análisis y que resultan imposibles de concretar y manejar… sin liarla.

Si ella hubiera dicho: «¡Qué barbaridad!» y nosotros hubiéramos dicho: «¡Pues claro que sí!», todo hubiera ido bien… pero es que se ha explicado… y ahí es cuando la cagamos. Cuando intentamos racionalizar y justificar nuestras «normalidades».

Habla de «gente con un sentido de la belleza absolutamente irreal».

Mostremos cuál es el sentido «correcto», «real» o como queráis llamarlo y empezamos a hablar, mientras tanto… complicado decir que está «bien» y «mal», más allá de preferencias personales.

«Yo al completo, sin trampa ni cartón», dice la actriz.

¿Es esto una petición de una absoluta falta de retoque fotográfico? Os recordamos que TODAS las imágenes que se publican están tratadas.

¿Acaso la imagen que capta la cámara (con su película, su filtro…) es un fiel reflejo de la «realidad»?

¿La «naturalidad» incluye prescindir de maquillaje?

Quizá la crítica va más por la tiranía de un determinado tipo de canon en los campos relacionados con la imagen que, siendo absolutamente TODOS los campos (os recordamos el efecto halo), parece acentuarse más en algunos que en otros. En los artistas, por ejemplo.

Si esa es la crítica, que se impone a una artista un cierto tipo de imagen… no veo la sorpresa.

Si vosotros andáis también sorprendidos, pues nada… empezad a recordar actores y actrices, cantantes y demás artistas de los últimos tiempos que sean feos. Y digo feos, no para que hagan papeles de feo, para que hagan un papel cualquiera. O bien haced el ejercicio simétrico, mirad fotos de cantantes de hace cuarenta años… veréis que multitud de gente poco agraciada, pero que cantaba. Lo mismo para periodistas, músicos…

Hoy hay que ser guapo además de lo que sea que hagas: noticias, actuar, cantar, bailar, tocar un instrumento…

De hecho, esta actriz, de cuyo talento no dudo, es bastante agraciada, cosa que le habrá supuesto una ventaja en su carrera tal y como hemos dicho que están las cosas. La verdad, y aunque suene triste y desagradable, esto de ahora es la otra cara de la misma moneda: la tiranía de la imagen y la belleza. Ahora le perjudica, quizá en algún casting la benefició frente a otras actrices de igual talento que se quedaron en «ya la llamaremos», por no ajustarse al canon.

No sé si algún artista no muy agraciado, pero talentoso, haya salido a la palestra a quejarse de esto. A quejarse de las protestas de los «guapos» por ser juzgados sólo por su físico o porque tengan que mantener cierta imagen… mientras ellos les ven desde papeles secundarios, el fondo del escenario, o el paro.

Resumo, que me enrollo.

– Imposible definir «retoque normal» de una manera objetiva.

– La tiranía de la imagen y la belleza convierten al poco agraciado en un profesional de segunda.

– El agraciado tiene ventaja en prácticamente todos los campos (efecto halo), pero a su vez se ve esclavizado a mantener un estándar o a cambiarlo según los tiempos. Así que tampoco sale muy bien parado de este estado de cosas.

Finalmente:

Estamos enfocando el asunto desde un punto de vista profesional, pero el principal daño de este modo de pensar de nuestra sociedad ocurre a nivel psicológico, haciendo mucho daño a demasiada gente, especialmente a nuestros niños y jóvenes.

Cuando queráis lo intentamos cambiar y veremos si somos capaces. Puede que esto esté «programado» en nuestro coco… y sea de difícil «desprogramación», como otros sesgos cognitivos.

Lo que es imposible es pretender que algo sólo actúe en sus aspectos positivos para nosotros. Lo siento queridos, es un «pack», va con ventajas e inconvenientes.


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