El sesgo del Panadero

5 noviembre 2020
Una foto mía

Detalle de una foto que me hizo Daniel Mordzinski para el décimo aniversario de Páginas de Espuma

Os voy a explicar un sesgo que, como parece que nadie le ha puesto nombre todavía, me lo voy a pedir. Así que le llamaremos, «el sesgo del Panadero», porque además os lo voy a explicar con el ejemplo de un panadero y así ya tenemos polémica para el futuro sobre su origen y si se escribe con mayúscula o minúscula.

Imaginemos un panadero que vende muy alegremente su mercancía a los vecinos del barrio desde hace varios años. Ya ha hecho números y suele comprar la misma cantidad de harina cada poco tiempo, porque sus ventas son bastante estables.

Hace poco han ampliado el barrio, hay unos bloques nuevos y comienzan a ocuparse sus locales: una mercería, una zapatería, una librería…

Algunos de sus vecinos le han preguntado que si no le preocupa que abran un bazar o un hiper y pongan el pan muy barato, con la consiguiente pérdida de clientela. Pero él dice que no, que las cosas NUNCA HAN SIDO ASÍ.

Ya os podéis figurar cómo acabó todo. (Bueno, es ficción, ¿quién iba a pensar que, a estas alturas, es un buen negocio abrir una mercería, una zapatería o una librería?)

Bromas (y no tantas bromas), aparte.

Vamos a enunciarlo:

Sesgo del Panadero: Tendencia a pensar que el futuro será muy parecido al presente.

En realidad es una forma de la ilusión de serie o apofenia, una tendencia a ver patrones donde no los hay (parecida también a la pareidolia que nos hace ver «cosas» en las nubes, por ejemplo), pero en MI CASO particularizada a la serie temporal concreta de los acontecimientos de nuestras vidas.

Con esta pandemia que vivimos se oye mucho la pregunta: ¿Quién iba a pensar que estaríamos así? La respuesta es: ¿Quién? TODO DIOS.

Es que YA hemos vivido pandemias terribles y, aunque hemos tenido la suerte de que no hayan resultado globales, en muchos sitios no les suenan raros términos como SARS o ébola y contar los muertos por miles.

El surgimiento de una pandemia global es un hecho PREDICHO, ya sabíamos que iba a ocurrir. De hecho, esta es la PRIMERA y, ya os anuncio que no será la más grave.

A la vista de cómo reaccionamos ante estos cambios, creo que nos da la impresión de que si la situación que nos anuncian o imaginamos se diferencia mucho de la actual la consideramos improbable, pero esto no es necesariamente así. En algunos casos es tan probable que es sólo una cuestión de tiempo que ocurra.

Esta forma de pensar sesgada hace que ni nos preparemos ni presionemos a las autoridades para que tengamos sistemas que estén dispuestos para afrontar estas situaciones, que además suelen ser graves.

La vida es mudanza… e incertidumbre. Es aterrador y agotador pensarlo a cada momento y quizá es imposible vivir con eso en la cabeza (salvo que sigas mi consejo de «Cabalgar la incertidumbre» que explicaba en La Cordura de Saberse Loco, que tienes gratis por aquí), pero esconderse de los hechos no los anula.

Es muy curioso que tengamos ese sesgo de adultos y no sea algo reducido a la infancia donde, en el reducido intervalo de tiempo que manejan, efectivamente mucho de lo que sucede es bastante ordenado y predecible (aunque algunas infancias estén muy acortadas).

Pero, adultos y adolescentes: ¿Quién no ha visto o vivido una separación de pareja? ¿La muerte de un familiar? ¿Un cambio de domicilio? ¿De trabajo? Por favor, ¿quién no ha vivido un suceso que ha «roto» completamente la «serie temporal»? Pero parece que, pasado el susto, «renombramos» nuestro nuevo estado a «estado fundamental» y pasamos a considerarlo bastante extrapolable en el tiempo. Ha muerto el abuelo, ah, vale, pues ya sólo tengo una abuela… pero no creo que ella vaya a morir nunca.

Como os decía el gran peligro es no prepararse de manera individual para estas situaciones, y no preparar tampoco los sistemas públicos.

Porque es muy diferente decir No sé si va a ocurrir o No sé cuándo va a ocurrir. O bien, decir Nos ha pillado de improvisto o Este suceso era impredecible.

¿Vamos a sorprendernos también cuando el cambio climático haga ciertas zonas inhabitables por desérticas o anegadas? ¿No estamos avisados? ¿Sorpresón? Cuando esto acarree movimientos migratorios enormes, ¿quién avisó? ¿Nadie? ¿Crisis de abastecimiento de agua? ¿Tampoco? ¿Fuentes de energía suficientes y fiables? ¿Superpoblación y alimentos? ¿Polarización política y riesgo de violencia, guerras? ¿Nada?

¿Ni siquiera vas a hacer, de una puta vez, la copia de seguridad de tu móvil y tu ordenador que te decimos siempre que hagas? Anda, hazla ya y por lo menos este post habrá servido para algo.

ACTUALIZACIÓN

Señala con acierto @El_Inquisito que se parece a la historia del pavo de Russell poniendo en juego la dificultad del conocimiento por inducción. Aquí os lo cuenta Cuentos Cuánticos Quizá el elemento diferenciador aquí es el desprecio del aviso y la omnipresencia de este. Pero, ¡que venga Russell a pedir su sitio!

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Cuando elijo, ya no puedo elegir. Sobre la libertad

27 marzo 2020

Fuente

En estos complejos tiempos me acordaba de algo que aprendí jugando al ajedrez.

Una posición «elástica» es buena… pero no se puede mantener indefinidamente, hay que decantarse.

Sobre esto también hablaba en «Te jodes y decides».

Dice el diccionario de la RAE

«Facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos.»

Facultad para obrar… fíjate también me recuerda al concepto de energía que manejamos en ciencia «Capacidad de producir un trabajo». Para explicar la energía a los chavales les hablo del dinero. No es comida, pero puede «convertirse en» (comprar) comida, no es un medio de transporte, pero puede «convertirse» en él.

En todos estos casos es la posibilidad de hacer algo, algo que sólo adquiere sentido justo cuando se pierde, cuando por fin me decido y tomo uno de los caminos, abandonando el resto. Cierto que en el futuro volveré a decidir, pero ya no será el mismo lugar ni la misma decisión, ni siquiera yo seré el mismo. Así que renuncio a mi condición de soltero para emparejarme, a mi horario para trabajar o a unos estudios eligiendo otros.

Hoy confinados, percibimos una falta de libertad de la que algunos se duelen, aludiendo a su individualidad y reclamando su capacidad para elegir aquello que les apetezca más allá de «órdenes» o «disposiciones».

Creo que es el momento de recordar que una de las cosas que se puede hacer con la libertad es cederla, renunciar a parcelas de decisión por un bien común o un bien personal mayor.

Y esto es lo que hemos hecho como país en instituciones supranacionales y como individuos al aceptar el compromiso de vivir en sociedad y recibir los innumerables beneficios que nos reporta.

Así que, efectivamente, aceptar órdenes es fruto de mi elección de vivir en sociedad y de la cesión de libertad que ya hice en su momento. Por eso os contaba hace tiempo que Tu vida no es tuya, y que esto tiene dos aspectos: soy sujeto de derechos y obligaciones. Tu vida no es tuya porque a veces tus intereses personales deben dejar paso a los intereses comunes y en otros momentos porque los demás tendremos que considerarla como nuestra y tendremos la obligación de cuidarte, protegerte y proveerte.

No hay que olvidar que para que esto no se convierta en una distopía necesitamos los controles de la administración, la política, las organizaciones supranacionales, la prensa, el ejercicio del derecho… y agradecemos mucho la labor de tanta gente que se ocupa de esto de primera mano, pero seguimos bajo el contrato social.

En todo caso, acabo con el mismo último párrafo que en «Tu vida no es tuya».

Por supuesto, nadie puede impedirte “romper” todos tus contratos, incluso dejando “deudas” aquí y allá, y largarte a una isla desierta o a la puta jungla, pero… mucho ojo… puede que allí te veas en los debates de los que huías aquí, discutiendo de política alimentaria con un león (en tu nuevo papel de comida) o sobre soluciones habitacionales con un oso en la cueva donde ibas a dormir. Quizá tengas mejor suerte con ellos que con nosotros.


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