Querido lectores, quizá os cueste creerlo, pero aún hay quien tiene cocina de gas… y en algunos casos, es tan antigua que no tiene integrado el «chispero» y tenemos que andar con encendedores y cerillas.
Si es vuestro caso, es posible que acumuléis encendedores viejos al lado de los que iban con carga de gas pero ya sólo dan chispa y que tenéis que darle cuarenta veces hasta que enciende… pero, «Amiga, ¡tengo tu solución!». Tenedme un pelín de paciencia.
Los que seáis jóvenes desde hace más tiempo recordaréis esos mecheros donde la chispa se producía por fricción en una «piedra de mechero» que se iba gastando en ese proceso, pero en los encendedores de cocina lo más probable es que tengáis un sistema piezoeléctrico.
La piezoelectricidad es fenómeno en el que un material se deforma al aplicarle un voltaje, o VICEVERSA (que es lo que aplicaremos aquí). Este efecto fue descubierto por Jacques y Pierre Curie (sí, el monsieur Curie de nuestra madame Curie) en el cuarzo.
Fuente: Tizeff, CC BY-SA 3.0 https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0, via Wikimedia Commons
Una aplicación estupenda de este efecto son los relojes de cuarzo donde aplicando electricidad a una pequeña lámina conseguimos que resuene con una vibración de frecuencia conocida que nos permite «marcar» el ritmo del reloj, la operación que hacía el «péndulo». Esto consiguió una miniaturización, precisión y sencillez para los relojes de pulsera, que fue una revolución.
Este principio también está detrás de los primeros auriculares y micrófonos «pequeños» que no consistían en reducir altavoces electromagnéticos, convirtiendo señales eléctricas en vibraciones o viceversa.
Pero aquí no vinimos ni a setas ni a rolex, vinimos por las chispas.
En los encendedores la presión que hacemos sobre el botón genera el efecto piezoeléctrico y ese voltaje sube lo suficiente para producir una chispa que pasa desde una pequeña punta «protegida» en su interior hasta la «cabeza» de metal.
Está muy bien que esa punta donde se produce el voltaje esté «protegida» porque si la tocases te daría un buen calambrazo. De hecho, en el artículo de broma ese que da calambre cuando te dan la mano, por ejemplo, se usa este principio.
Como el gas del depósito del encendedor pasa por esa boca, entra en contacto con la chispa y produce una llama con la que podemos encender la cocina, velas, etc. Pero, cuando se acaba el gas del mechero, sólo nos queda la chispa.
Como lo que queremos encender es una cocina de gas, nosotros ya tendríamos ese gas. La cuestión es que hasta que suficiente gas penetra en la boca y entra en contacto con la chispa pasa un rato con la consiguiente crispación de los cagaprisas el gasto innecesario de gas y el posible peligro cuando se enciende, que a veces, sale tremenda llama.
¿Solución (cacharrera y chapuza)? Abramos esa boca y dejemos la chispa al descubierto, de esa forma la podremos poner más cerca de la salida del gas de la cocina y actuará de inmediato.
PELIGRO: Al quedar la punta al descubierto, si la estuvieras tocando mientras pulsas el botón, te dará una buena descarga. Así que esto es algo que desaconsejamos si hay niños por en medio… o patosos (a ver cuánto tarda en darme un zurriagazo. Prometo contarlo por aquí).
Como consigo hacer cosas, pero no estoy al nivel de dejarlas bonitas… os adjunto una foto detalle de mi nuevo encendedor de cocina ETERNO Y DE CONSUMO CERO.
Como veis, he abierto la cabeza, pero he respetado el trocito que se acerca a la punta para que la chispa salte justo allí. Recuerdo, de nuevo, que es la punta central la que no debéis tocar si no queréis recibir la descarga. Si tocáis el resto de la parte metálica de la cabeza la corriente está circulando ya por ella hacia su destino y no hay razón «eléctrica» para desviarse a vuestro cuerpo. Pero, si ofrecéis un camino mejor «eléctricamente» a la electricidad que se «acumula» en esa punta para ir a tierra… pues eso.