¿El golpe de gracia a la educación?

No sé si habéis visto Years and years, una desasosegadora mini-serie de un futuro distópico que empieza en nuestros tiempos (pre-pandemia). Muy intesante y muy realista, y de ahí el desasosiego. La idea que se me grabó a fuego es que, en nuestra normalidad, estábamos a un par de leyes o de eventos de entrar en la distopía.

Supongo que con la pandemia hemos hecho las «prácticas» de este contenido teórico, pero «sin aprobar», porque seguimos pensando que es inverosímil cualquier otro cambio que implique una variación grande de nuestra vida diaria, por mucho que se haya anunciado o se espere desde hace años. La mente humana es fascinante. Ya hablaremos del cambio climático en otro momento.

Hoy quería hablaros de que la educación en España está a punto de recibir su golpe de gracia, IM(NS)HO. In my (not so) humble opinion.

La educación está viviendo tiempos complejos y excepcionales, como cualquier sector, la cuestión es ¿a qué «volveremos»? o, mejor dicho, ¿en qué nos convertiremos? La vida avanza, nunca se «vuelve».

Hoy tenemos lo que, recordando a Cospedal, podríamos llamar un «Aprobado general en diferido con simulación de evaluación».

Por supuesto no ha sido la administración quien ha asumido la realidad y tenido el valor de darle un nombre, es mucho más fácil cargar al currela de turno con la responsabilidad de poner negro sobre blanco lo que cada día está más claro: No es un aprobado general, pero evaluad con información parcial presencial, usad información online (sin ninguna garantía de veracidad y un gran agravio comparativo a quien no ha podido o no puede por su situación socioeconómica), pero que casi nadie suspenda y que casi nadie reclame, y documentad todo profusamente para que parezca algo serio.

Mientras estamos en este teatrillo que consume muchas energías y tiempo de alumnos, padres y profesores, no parece que haya nadie a cargo que esté pensando en serio en cómo diseñar el curso siguiente, y mucho menos que esté preguntando a profesores y maestros.

Lo que sí va quedando claro, es la profundización del camino que llevábamos antes: la degradación de la cantidad y calidad de lo aprendido y una sensación (y legislación) de lo poco que importa certificar que ese aprendizaje se ha producido.

La conciliación se esgrime como la principal función de la escuela, y lleva camino de convertirse en la única, cuando no es más que un «efecto colateral».

Pero es que los chavales no van al colegio para que se pueda explotar a todos los adultos de la unidad familiar durante el mayor número de horas. Van a formarse como personas y a adquirir conocimientos y habilidades, algo que da la casualidad de que necesita de su ausencia del hogar para que pueda producirse de la mejor manera y que se garantice para chavales de cualquier situación socioeconómica y cultural.

Curiosamente se admite que «es imposible que las empresas vayan a reducir las horas de trabajo» y por lo tanto no queda más remedio que la conciliación se dé gracias a los centros educativos. Pero es que, la conciliación no es que los chavales estén más horas con los profesores, sino con los padres.

También ha sucedido que otros servicios que las familias necesitan, como el comedor, también han sido vinculados a los centros educativos, de forma que en verano o navidades parece que la necesidad de comer… disminuye. ¿Los coles son el lugar donde necesitamos que se cuide a los muchachos y se les dé de comer? Que falacia tan conveniente.

Entiendo que la presión sobre los padres es tan alta, que acaben dándoles igual las condiciones del servicio o las condiciones laborales del personal educativo… porque les va la vida en ello. Tienen que comer, tienen que trabajar y los chiquillos tienen que ir a algún lado. Lo entiendo, pero se equivocan de enemigo. De hecho, al elegirnos como sus enemigos, en realidad se han convertido en los nuestros en una proporción no desdeñable.

Con estas condiciones previas, no esperamos más que horrores el curso que viene.

  • Un comienzo sin preparar que pasará a ser de «cualquier modo» dada la necesidad de que los chavales estén en algún lado, situación en la que se incumplirá la legislación sanitaria con casi toda seguridad.
  • La nueva «rebaja» del aprendizaje. Una sensación de que no hace falta trabajar, estudiar o aprender para superar las materias. La idea, sembrada incluso antes de la pandemia, de que al final, con más excusas o con menos, con más papeleo o con menos, acabará poniendo un suficiente, que es lo único que parece importar en muchos casos. Esto ser reforzará con el tratamiento de las (pocas) pendientes que queden de este año y que ya se nos «aconsejará» que hagamos «lo posible» para que las superen. Los que piensen en que esto es mentira, que la chavales pueden o deben aprender por el propio gusto de hacerlo… pensad si es eso lo que los adultos maduros hacen, sobre todo cuando les imponen materias que no les apetecen y el volumen de trabajo voluntario que realizan. A veces les pedimos a los chavales una madurez utópica.
  • La devaluación de los «títulos, tanto en el sentido de que lo tendrá cualquiera, como en que no certificará ningún tipo de nivel formativo. El título de la ESO o de Bachillerato, será más que nada la constatación de que el muchacho tiene más de dieciséis o dieciocho años, cosa para la que ya teníamos el DNI.

No penséis que estoy aquejado de titulitis, es que hay que certificar de alguna manera el nivel formativo de alguien, tanto desde el aspecto legal, como del puro sentido común. ¿Es que no queréis que un profesional acreditado os saque una muela, os arregle una instalación eléctrica u os opere a corazón abierto? ¿Querríais que esa certificación se la hubieran dado con pruebas «online»? ¿Cómo saber si alguien puede acceder a otros estudios si no tiene la garantía de tener la «base» necesaria?

A los que penséis que los profesores es que queremos suspender a los chavales y nos tildáis casi de sádicos, os diría que muchos firmaríamos mañana dejar la evaluación a la administración. Pruebas externas, fin de la cuestión. Sería mucho más injusta para los chavales, pero nos quitaríamos de encima tantos problemas y tanto discutir con tantos estamentos, que quizá fuera la manera de que se valorara lo que se hace ahora y tanto se critica. De hecho empezaríais a vernos como los aliados que os ayudarán a superar una prueba en lugar de los malvados que os las ponen… mientras nosotros sólo queremos enseñar y conseguir que se aprenda.

Con todo esto, los profesores podríamos encabezar una protesta para poner el servicio público en valor, la educación de todos en su lugar. Principalmente los que somos funcionarios, por nuestra condición de servidores públicos y por nuestra protección laboral para proteger el servicio. ¿Os imagináis cómo se recibiría una huelga de profesores?

Así que, aquí estoy con mi síndrome de Casandra a tope, viendo;

  • Como vamos con paso decidido (y no tan lento) hacia un sitio oscuro que dañará a mucha población, un ascensor social que desaparece, unas vidas que tendrán menos posibilidades en lo físico y serán más pobres en lo humano, porque eso hace la educación, engrandecer tu vida. Así de importante es.
  • Que no les importa lo suficiente ni siquiera a las víctimas (a chavales -pobres, son jóvenes aún para saberlo-, a sus padres, a la sociedad) ni a la administración, que debería velar por ello.
  • Que hay otros a los que les parece muy bien porque se ajusta a sus planes de desigualdad y afianzamiento de privilegios. Viendo retrocesos en los derechos sociales que se realizan muy rápido, pero que tardan años, décadas en poder volver a alcanzarse.

Viendo que sólo hacen falta un par de leyes o un par de eventos para llegar a una distopía en la educación:

La nuestra será una guardería con entretenimientos temáticos.

9 Responses to ¿El golpe de gracia a la educación?

  1. Jesús dice:

    Excelente reflexión, Javier.

    Me gusta

  2. Javier, ojalá te equivoques, pero opino igual que tú. Me da la sensación que estamos anestesiados. No reaccionamos ni con una pandemia que se está cobrando tantas vidas. Vamos perdiendo derechos y no reaccionamos. Yo ya no sé qué tiene que pasar para que tomemos conciencia de la situación. Es muy desesperante.
    Gracias por tus reflexiones.
    Un besote,
    Laura

    Me gusta

  3. Reblogueó esto en emilioteayuda.comy comentado:
    Viendo que sólo hacen falta un par de leyes o un par de eventos para llegar a una distopía en la educación:

    Me gusta

  4. libreoyente dice:

    Totalmente de acuerdo con usted. Y vendrá una nueva panda ISA (sanitaria, económica, ..), y como nos empeñamos en no aprender nada, tendremos una sociedad con una gran incultura cívica, que no sabe qué son ni respetan las instituciones, que no sabe lo que significa el bien común o la solidaridad como única vía para salir de los desastres, que no saben lo que es ciencia ni lo que vale la investigación básica, que no sabe qué la riqueza se crea con actividades productivas y no con ocio, fiestas y bares, y volveremos a entrar en un círculo vicioso hasta el desastre total.

    Me gusta

  5. JuanL Roje dice:

    Buen comentario. A ver si entre todos los que pensamos en la trascendencia de la educación somos capaces de organizar un movimiento que cambie algunas conciencias. https://anreac.wordpress.com/

    Me gusta

Deja un comentario