¿Cómo vamos a avanzar, tan confundidos?

Caspar David Friedrich – Wanderer above the sea of fog

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Una de las cosas que más me preocupan (en realidad me aterra) es ver a la buena gente tan confundida, en los objetivos y en las formas, y a los malvados tan seguros de que sus métodos funcionan… y con tanta razón.

Cuando los que se nutren de la desigualdad y la defienden dicen cosas como «nosotros queremos que todo el mundo llegue a nuestro estatus», MIENTEN, y lo saben. Es evidente que su forma de «riqueza» implica necesariamente la pobreza de otros. Si no estás dispuesto a pagar un sueldazo al mes por limpiar alcantarillas, el que lo haga, será porque no pueda elegir otra cosa… que no sea peor. Hay formas de riqueza común, que no involucran necesariamente la precariedad, la pobreza o la marginalidad de otros, pero no son las que ellos defienden.

Luchar contra estas ideas, defendidas por los que se benefician de ellas (a costa de mucha sangre) me parece «normal», a lo que no me acostumbro es tener que discutir esto con quien vive en la precariedad y en la marginalidad, precisamente, creadas por esas ideas. Así que dejadme que exponga por aquí un par de lugares comunes que parece que nos hemos creído y que nos paralizan.

Empecemos por ese «hay sitio para todos».

No, no lo hay… si tú sigues quedándote con tres sillas para ti, no puede haberlo. Los recursos son limitados, igual que la capacidad de producción, así que, en la inmensa mayoría de los casos, lo que hay es un REPARTO y, como la cantidad disponible no suele ser enorme, si alguien acapara, necesariamente, en otro lugar va a haber escasez.

Pensemos de nuevo en esas personas «hechas a sí mismas» cuya fortuna, en muchas ocasiones, tiene que ver con dinero que obtienen de las administraciones públicas. ¿No es limitado el presupuesto del estado? ¿Están perfectamente provistas todas las administraciones? ¿Esos millones que se van a aquella empresa no son los que faltan en sanidad, educación o justicia, porque NO HAY MÁS? Los recursos del estado no son un mágico cuerno de la abundancia. Eso es extraer lo que ganamos y pusimos entre todos para la provisión de Lo Común. La (poca) renta de nuestro trabajo que nos dejaron, ahora la retiran también por ese camino.

A esto se une una normalización de la desigualdad de las castas o clases sociales o como lo quieras llamar. El tomar como normal que el complemento para vivienda de un diputado sea 1800€ (si no tiene casa en Madrid) mientras que el sueldo mínimo del que tiene que salir la vivienda y lo demás ronde los 1000€ para los demás. Las necesidades y gastos de unos y otros son de naturaleza diferente. Hace pensar en otras épocas y otros sistemas sociales que creíamos superados.

Cuando la sociedad reclama que se gaste el dinero que le PERTENECE, el dinero del Estado, para proveer Lo Común, los servicios públicos, este tipo de individuos suele decir «que muy bien», pero que no se toque lo suyo. ¿Cómo puedo no tocar lo tuyo? ¿Cómo que «lo tuyo»? Perdón, hablamos de lo «nuestro», de lo que te estabas apropiando injustamente, tergiversando las leyes o incumpliéndolas en no pocas ocasiones.

¿Cómo puedo conseguir un Consejo de Administración paritario, sin que esos hombres, que estaban allí por delante de mujeres de mayor mérito, dejen de estar? ¿Doblamos las plazas?

No se le está retirando un derecho a nadie, se está reclamando lo que tenían… sin tener ese derecho, lo que estaba siendo usurpado.

Así que, debemos dejar de pensar que en estos actos de justicia social no va a haber «damnificados» porque no puede ser de otra forma. De la misma forma que si recuperas una bici robada, puede que el ladrón pretenda que ha perdido algo.

Se suele decir que con estas medidas de justicia social ganamos todos, y no es cierto. Todos no. Hay quien dejará de tener lo que tenía sin que le correspondiera. Y protestarán.

¿A qué jugamos si en lugar de hacer lo justo cuando tenemos la capacidad de hacerlo nos ponemos a pensar en qué manera podemos molestar lo menos posible a empresas o particulares que estaban vaciando lo público, que estaban haciendo que el médico no pudiera atender a mi madre enferma o que alguien acabe en la calle porque no tiene trabajo?

Cuando se hace un acto de justicia social, hay personas que recibirán un daño: aquellas que eligen ponerse al otro lado, y no debemos dejar de hacer lo correcto por molestar a quien elige tu daño por encima de engrosar su privilegio.

Y esto me lleva a un segundo punto.

Vamos a llegar a un acuerdo, todos tenemos que ceder…

¿De veras? ¿Un acuerdo? ¿Con cualquiera?

Yo, oveja, ¿voy a llegar a acuerdos con el lobo que me mira y se relame? ¿A qué acuerdos? ¿Horario de la cena? ¿Por qué pata empieza?

No hay acuerdo posible con quien tiene fines contrarios a los tuyos, con quien discute tus derechos más fundamentales. Si soy homosexual y quiero poder casarme en igualdad de condiciones no puedo pactarlo con quien piensa que tengo una enfermedad y quiere «curarme». Tengo que EXIGIR mis derechos e IMPONER que se respeten. No mi opinión, mis derechos.

Otra cosa es llegar a acuerdos con quien comparte el fin último o con quien tiene algunos objetivos en común, claro, llegar a acuerdos en eso es la base de la sociedad. Esperar a que los racistas crean que todos debemos tener los mismos derechos para legislar la igualdad, no… y menos si estoy en una sociedad que me «racializa» para discriminarme.

Y esto me lleva al tercer punto.

Es necesaria la fuerza. No la violencia, ojalá que no. Pero la fuerza, sí.

Este hecho os puede entristecer (como me pasa a mí) pero, ¿cuál es la situación que hemos descrito?

  • Los recursos están distribuidos de forma tan desigual que hay una parte significativa de la sociedad que está viéndose desprovista de los derechos fundamentales.
  • Aquellos que están a cargo de ese reparto desigual, y beneficiándose de él, saben que perderán lo que usurparon si se llevan a cabo medidas de justicia social.
  • No tienen una cuota de poder precisamente pequeña.

¿Y aún creemos que no va a ser necesaria la fuerza para proveer el derecho de todos? ¿Quién ha cedido sus privilegios motu proprio en el pasado? ¿Es algo habitual? ¿Tenemos tiempo para esperar? ¿Todos?

No hablo de romper escaparates o incendiar contenedores, hablo de fuerza, de fuerza política.

Al final todo pasará por allí, necesitamos un sistema de provisión y de defensa de los derechos fundamentales, si entramos en la espiral de que quien grite más o queme más contenedores, tendrá razón, será un camino muy espinoso y nos llevará a sitios muy oscuros.

Yo quiero representantes que… nos representen. A nuestros intereses como ciudadanos: los servicios públicos, los derechos fundamentales. Que legislen para proteger y proveer y que lo hagan de forma valiente y expeditiva. Con tantos apoyos como se pueda, pero sin vacilar. Los más desfavorecidos no tienen ni siquiera el «derecho a la paciencia» que tengo yo, porque les desahucian mañana, porque llevan en el paro varios años o porque se mueren sin atención médica.

Y tienen que hacerlo ejerciendo la fuerza que les da la representación de la sociedad frente a muchos agentes que ya hemos dicho que tienen intereses contrarios: individuos, empresas u organizaciones. Que quieren otras cosas, tan diferentes que en muchos casos son literalmente CONTRARIAS, y que se opondrán, y se oponen ya, a esas acciones.

Así que, en mi opinión, hasta que no entendamos esto, hasta que no nos demos cuenta de que esto es una lucha en la que hay poderosos agentes que se juegan mucho, que no lo quieren perder y que tienen el ánimo y los medios para oponerse con mucha fuerza, seguiremos viendo cómo nos roban la tostada en nuestras narices, cómo los derechos parecen algo utópico y algunos seguirán diciendo que hay que tomárselo todo con una sonrisa, porque nosotros somos muy pacíficos y no somos como ellos… No, desde luego que no lo somos, ellos saben lo que quieren y actúan en consecuencia.

Dos no pelean si uno no quiere…

Claro que no, porque si uno quiere mucho, no será una pelea, será una PALIZA.

Y esto es lo que estamos viviendo.

Con cariño, para L.

8 Responses to ¿Cómo vamos a avanzar, tan confundidos?

  1. Lu dice:

    Mis derechos merman sus privilegios, reconocerlo y que renuncien a ellos es esperar demasiado …. fuerza, mucha fuerza hace falta y gente en política dispuesta a echar ese pulso.
    Abracete enorme y buenos días.

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  2. aherran12 dice:

    Buena reflexión, Amigo del Alma.

    ¿ y yo que hago ante esta realidad ?

    ¿ Y nosotros que hacemos ?

    YO, cada día PERSEVERAR en mi proyecto de vida: » SER FELIZ » , a base de agradecer a todas las personas que me AMAN. y de AMAR lo que pueda a todas las personas que me voy encontrando por la vida.

    NOSOTROS, Trabajar UNIDOS por el BIÉN COMÚN.

    Cada mañana, empiezo con este propósito, y algún día al llegar la noche, veo que casi lo he conseguido, y me sirve para empezar al día siguiente donde lo deje.

    Muchas gracias Javier, y tus reflexiones nos ayudan a que cada uno vayamos Despertando la Conciencia un poco más.

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  3. libreoyente dice:

    Muchísimas gracias por esta estimulante reflexión. No se pueden contar más alto y más claro las verdades que en este momento son la causa de las causas que afligen a la humanidad, pandemia incluida. Lo suscribo palabra por palabra.

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  4. […] Y ya os dije hace poco que la política actual tampoco es un acuerdo entre gente que tiene los mismos fines y buena voluntad, es una lucha y nada fácil. […]

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  5. […] Esto no es un malentendido, no es un asunto de ignorancia. Es una lucha, una pelea, una confrontación. […]

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