En esta época de «operaciones bikini» nos hacen recordar una y otra vez eso de que: todo lo bueno, o lo que nos gusta, es perjudicial, pecado o engorda…
En fin, enfocándolo desde el punto de vista de la ciencia, no siempre es cierto que «Nadie da duros a peseta», o que una ventaja tiene una contrapartida que de alguna forma la compensa, dejando el resultado igual. En ciencia, señores, podemos… progresar.
El lavavajillas es un electrodoméstico de esos que parecen mágicos. Tú metes los platos sucios… pasa, pasa, pasa… y salen limpitos. ¡Qué gustirrinín!
Uno tiende a pensar que esta comodidad debe «engordar»… gastar mucha energía, ser perjudicial para el medioambiente… algo.
Pero resulta que nos cuentan que si lo usamos de manera inteligente, a carga completa, por ejemplo, conseguimos ahorrar agua y energía, si lo comparamos con un lavado a mano.
Estupendo, bueno para mí, y bueno para todos.
Artículo en Consumer Eroski sobre el lavavajillas
Ya en clave de humor, os pondré una conocida ley para el uso del lavavajillas de un buen amigo (se reconocerá).
Ve llenando el lavavajillas y lo pones cuando se cumpla una de estas dos condiciones: 1. Esté lleno, 2. Apeste.