Ahora es tu problema…

Aquí nos gusta mucho hablar de los hechos y partir de ahí, a la manera científica, extraer conclusiones.

Bien, basta con ver las noticias para darse cuenta de que vivimos en un mundo en el que permitimos bolsas de pobreza extrema en otros países y en nuestros propios entornos.

He oído decir que el «egoísmo» de preocuparse de tu entorno más próximo (familia, poblado… «mi gente») ha sido evolutivamente favorable en el pasado, consiguiendo la supervivencia de esos genes, en tremenda competencia con otros pequeños grupos.

Quizá esto de «ser muy amigo de tus amigos» y preocuparse sólo de uno está perdiendo sentido en un mundo globalizado, donde las conexiones son tan estrechas que, incluso siendo egoísta, debo mirar por el bien del conjunto… véase la crisis mundial.

Desde un punto de vista humano, esperamos y trabajamos desde la enseñanza, para que sea el crecimiento interior el que lleve a un concepto mucho más incluyente pero, no nos engañemos, la realidad de este momento la narran los telediarios.

De esta forma, parace que la única manera de que la gente, en general, se implique en algo, consiste en que el problema global o abstracto, se convierta en tu problema personal, o bien se perciba así.

¿Cuántas veces no nos han hecho caso en una reclamación, hasta que no hemos dicho que íbamos a poner una queja contra esa persona en particular que nos atendía?

¿Por qué el reciclaje y la depuración de las aguas no ha sido una cuestión importante hasta que no nos comía la mierda (disculpen)?

Seguro que podéis pensar en muchos  más ejemplos.

Para concluir dos ideas, una práctica y otra utópica

La práctica, en el trato con otros, muestra cómo la cuestión general afecta a tu interlocutor o convierte el problema que quiere evitar en su problema personal.

La utópica, ¿qué pasaría si los funcionarios públicos, en particular los de más alto rango con poder de decisión, estuvieran OBLIGADOS por ley a usar los servicios públicos: sanidad, educación…? ¿Cambiarían sus políticas, sus decisiones?

La verdad es que resulta obsceno ver a personas acaudaladas, con sus trajes inmaculados, hablar durante horas, pontificar, y posponer soluciones (cuando no simplemente evitar darlas), para problemas que ni siquiera les rozan, mientras otros sufren o mueren.

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