La certeza de la incertidumbre

Sé que no resulta fácil cabalgar la incertidumbre, precisamente porque yo también deseo certezas a las que asirme.

Muchos de nosotros vivimos en burbujas de una cierta certidumbre, justicia, capacidad de control o propósito. No le damos muchas vueltas y encontramos cierto confort ahí.

«Si trabajo bien, no me despedirán». «Si me cuido no caeré enfermo». «Si no he hecho nada malo, ¿por qué una persona o la administración va a ir contra mí.»

¿Os suena? ¿Alguien lo ha dicho en vuestra presencia? Quizá reconozcáis alguna de esas ideas «corriendo en segundo plano» en vuestro cerebro.

Pero esto no va así. Un día te pones malo… o muy malo. Tienes un accidente. Te despiden y, contra toda «lógica», no consigues encontrar trabajo por más que tengas buena formación y seas un trabajador responsable. O puede que te cruces con alguien que te da una paliza… a la que quizá quieras poner sentido porque eras de un equipo de fútbol o le miraste mal o no tienes una orientación sexual mayoritaria. Pero, ¿es que cualquiera de esas cosas es una «razón» para lo que te acaba de suceder»?

Queremos irnos a la cama y que todo lo que ha pasado en el día encaje, más o menos, pero esto no funciona así.

Quizá te baste con aceptar los golpes de suerte, la buena y la mala, organizar un relato que te cuadre y seguir en tu ilusión de un mundo bajo tu control, bajo la lógica o bajo la justicia… pero esto no funciona así.

Lo saben bien aquellos que tratan con la cara más amarga de este mundo, que la tiene y que llena densamente de abismos nuestra «amable» cotidianeidad, cosas terribles que pasan en el piso de al lado o entre los cartones a la puerta de tu banco. Podrías asustarte si supieras lo cerca que estás de esos que llamas «ellos» y de los que te crees que te separa una distancia grande o un muro grueso, pero estás a dos o tres golpes de mala fortuna de caer en esas simas de desesperación, donde dejan de funcionar todas aquellas «palancas» que parecían las causas de tus derechos o tus privilegios como los contactos, el patrimonio, la salud física o los talentos.

Últimamente veo cierto pensamiento filosófico/religioso poco serio que pretende darte esa confianza que anhelamos. A ver si consigo explicarme.

Según ciertas concepciones el mundo que percibimos es irreal, nuestras cuitas partidas de Monopoly y la sangre, salsa de tomate, en tanto que seríamos espíritu trascendente no afectado por lo que pasa aquí. Así que, en puridad, desde aquí no nos ofrecerán consuelo material, más allá de alcanzar el estado de conciencia donde tampoco a nosotros nos importe vivir o morir, sufrir o gozar.

Según otras, habrá un balance. Eso que un buen amigo dice «El tiempo pone a cada uno en su sitio». Pero ojo, ese balance se hace a escalas de tiempo cósmicas. El dharma y el karma (digamos el debe y el haber de mi cuenta) se ajustará, pero no hoy, ni después de dos años que llevo sufriendo… quizá no ocurra en toda esta encarnación. Por lo tanto, el consuelo material que te quieran dar por aquí, entendiendo que ese balance va a poner justicia en tu situación en un periodo de meses, es que no están entendiendo el asunto que pretenden predicar. De hecho, si finalmente quieres abandonar la incesante rueda de reencarnaciones tendrás que acabar renunciando a «cobrar» tu dharma en tanto que seguir pensando en esa dualidad te ata precisamente a permanecer en el ciclo para recibir lo que te «mereces».

Y según otras hay una posibilidad de intervención trascendente en el mundo material. Digamos, milagros. Bien concedidos por alguna deidad o subalterno, bien porque tu propia conexión con la fuente consigue aplicar una leyes de orden superior al mundo material. Vaya, que eres el Neo de Matrix, esquivas balas y atraviesas muros. Pero en este caso, de nuevo, el mundo material es ilusorio, en tanto que sometido a otras leyes superiores. Desde este punto de vista si te cortan un brazo no es que «aprendas a afrontar el desafío de tener solo uno y sacar lo mejor de la experiencia», es que eres capaz de hacerlo volver a aparecer. Si ese nivel de consciencia es accesible, tus cuitas materiales pasarán a no tener mucha importancia, al no afectarte o estar bajo tu control.

¿Qué hacemos entonces, Javi, si nos duele el vivir?

La incertidumbre no es estar condenados a un destino horrible e inevitable. Es tener reducida nuestra capacidad como agentes en esta situación. Es tener que contemplar las acciones de otros agentes o las del puro azar como posiblemente determinantes.

Pero ya os haréis cargo que no es lo mismo lanzar un dado y apostar a que sale seis o apostar a que sale impar. En un caso tengo una probabilidad de éxito de 1/6 y en el otro de 1/2, mucho mayor.

Lo que tenemos que hacer es devolverle la mirada al horror en lugar de negarlo. Hacer «lo posible» (¿qué otra cosa si no?) y protegernos tanto como podamos y usar las cartas que tengamos para jugar nuestra mano lo mejor que sepamos.

Algo que debería ser obvio es la poca capacidad que tenemos como individuos y lo mucho que mejoran nuestras posibilidades como grupo. Por eso la defensa que hago siempre de sistemas y estructuras, de servicios públicos, de que entre todos podemos superar mucho lo que venga. No sabemos si serás tú o seré yo el que se tuerza un pie, pero si el otro le ayuda, los dos podremos seguir caminando.

Esta aterradora falta de propósito, de control, de que haya alguien haciéndose cargo de lo que pasa y por qué, no parece más que acrecentarse por lo que nos vamos encontrando en la ciencia pero, ¿sabéis que es una certidumbre? ¿Sabéis qué podemos hacer? ¿Sabéis qué es cierto y está en nuestra mano elegirlo?

Querernos.

Dotarle nosotros de sentido en lugar de ver si lo encontramos bajo una piedra o contemplando una galaxia.

Podemos trabajar en lo individual, en las relaciones que tengamos y en la sociedad para acrecentar la amabilidad y el cariño entre los que quieran participar.

Y eso será cierto y muy cierto. Que nos quisimos. Que nos dimos amor y compañía aunque no podamos hacer nada contra ese meteorito que se acerca, esa enfermedad incurable o esa pobreza.

Y si somos muchos y ese amor se traduce en los hechos (como no puede ser de otra manera si de veras lo es) encontraremos en la colectividad la mejora de muchas de esas condiciones que sí ceden ante el grupo, pero no ante el individuo débil, inerme o desvalido.

Así que, o bien mientras Dios se desvela, vuelve, lo encontramos en nuestro interior, o bien mientras el universo se congela, tenemos en nuestra mano crear la certeza que andábamos buscando y hacerla tan real y patente como nos atrevamos a soñar.

3 Responses to La certeza de la incertidumbre

  1. libreoyente dice:

    Me encantó tu reflexión. Y espero que mientras intentamos querernos sepamos también comprender que no hay superiores ni inferiores. Gracias por tu valiente blog.

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