No somos tan buenos

Ya dijimos hace tiempo que tampoco éramos tan listos, y que en realidad te insultaba quien no te llamase tonto. Pues resulta que buenos, tampoco somos.

Este post surge del debate con unos amigos tuitero sobre educar vs. legislar, un tema frecuente.

Creo que se sobrevalora el poder de la palabra y el argumento, del discurso racional y de la influencia de la formación sobre el carácter de los individuos.

Nada me gustaría más, creedme. Soy profesor, divulgador, escritor, conferenciante, nada me haría más feliz que creer en lo poderoso que soy en todas esas facetas, pero no es así.

No somos seres racionales y nuestras decisiones están influidas por múltiples factores genéticos, culturales, afectivos, la situación actual, tu salud o simplemente el estado físico en el que estés (cansado, con hambre, etc.)

Por lo tanto, variar una creencia, opinión o idea por medio de la palabra o pruebas más o menos empíricas, es algo muy optimista, cuando la mayoría de ellas ni se «eligieron» ni se mantienen por argumentos racionales.

Es cierto que hay personas y momentos en los que uno está «maduro» para un cambio y hay un disparador que puede ser una conferencia, una lectura, una cita… pero atribuir todo el mérito a eso es culpar del desbordamiento del vaso a la última gota que lo colmó.

Dos factores «extra-racionales» de gran fuerza en nuestra conducta son el miedo y el egoísmo, con sus interacciones, ramificaciones y derivadas.

Fíjate que no hablo de maldad en el sentido de procurar y solazarse en el dolor ajeno. Hablo de quien no te deseará ningún mal de primeras, pero elegirá tu dolor frente a una molestia suya o un leve beneficio.

Supongo que soy el único que ha visto caer muy cacareados «principios» a la mínima de cambio, cuando su mantenimiento ocasionaba el mínimo coste, o el peligro de tenerlo. En el trabajo, en la familia…

No somos tan buenos como nos gusta pensar, (tampoco tan malos, en general). Somos más como un adolescente indolente, que no le preocupa mucho de entrada lo que no le afecta directamente y peca un poco de hedonista.

El problema en estas cosas es que esa indolencia y despreocupación acumulada acaba produciendo maldad. Como la tolerancia a la enorme pobreza severa que vivimos en lo local y en lo global.

Vean las noticias y descubrirán muchos problemas que escalan o que se mantienen simplemente porque no están en la agenda política y no olvidemos que no están allí porque ocuparse de ellos o ignorarlos no tiene un coste electoral, esto es, porque a la ciudadanía no nos importa. Al menos, no lo suficiente.

A los educadores nos preocupa, nos ocupa, nos desespera y nos aterra el asunto de enseñar el Bien, y no sabemos ni siquiera si está en nuestra mano, por mucho que lo intentemos. Os lo contaba aquí.

A veces se piensa que lo hemos conseguido cuando les hemos mostrado que debían ocuparse del problema porque también era suyo, o porque les podría afectar en el futuro, pero eso, pensadlo, es una forma de egoísmo más inteligente que comprende lo que puede interesarle.

No es solidaridad cuando te ocupas de lo «tuyo», solidaridad es cuando te ocupas de lo del otro por consideración a él, más allá de te afecte.

Si aún no estáis convencidos os animo a que participéis en alguno de los actos de El día internacional para la erradicación de la pobreza. Una causa justa, no politizada y que causa mucho dolor a mucha gente. Bien, pues no va ni Dios.

Por esto, y por lo que decíamos antes de los principios, suele decirse que si quieres saber si alguien es una buena persona observes cómo trata a aquellos a quienes no tiene la obligación de tratar bien, ni va a obtener beneficio de hacerlo.

Como no somos tan buenos, hemos llegado al Contrato social (en aquellos lugares donde tenemos la suerte de tener sociedades más o menos estables). Hemos cedido el monopolio de la fuerza al estado para que yo no tenga que partirte la cara cuando me rayes el coche, o tenga que amenazarte con una pistola para que me pagues lo que me debes. Estamos un poco más civilizados y tenemos un estado de derecho y sus mecanismos. Pero no debemos olvidar que detrás de eso, dándole autoridad, está la amenaza o el uso de la fuerza. Que la gente no se para en un control policial porque se lo pidan o por principios, sino porque no hacerlo tendría consecuencias.

Si esto os parece muy feo, recordad lo que ha ocurrido cuando ha habido apagones, catástrofes naturales, guerras y demás. En lo casi ridículo, tenemos al tipo que tira un ladrillo y se lleva diez pares de vaqueros durante una inundación; en lo espeluznante, los asesinatos y violaciones de adultos y menores. Simplemente en la última crisis de refugiados en Europa se cuentan por miles los menores desaparecidos. Niños que no sabemos donde están, si están vivos o muertos, esclavizados o torturados, descuartizados y vendidos sus órganos o metidos en una zanja, violados y asesinados. Vaya, no hace falta que lo diga, porque al ser algo tan importante, supongo que es una prioridad política e informativa, ¿verdad?

Así que, sí, también hay monstruos entre nosotros. No creo que sean los más, pero sí los hay sí.

La ley, el estado de derecho y la defensa de esas leyes con la amenaza y el uso de la fuerza son necesarias con la sociedad de hoy, con cómo somos nosotros. Te puede enfadar que así sea, te puede entristecer (a mí, mucho), pero no voy a negar la realidad. Para mí ser optimista no es hacer un juicio sesgado. El juicio de una situación debe ser justo, la acción que tomemos, esa sí puede ser optimista, si se quiere, buscando y apostando por un final positivo que fuera improbable.

Si nos sobreponemos un poco a la tristeza y nos miramos a nosotros mismos, veremos que también funcionamos así en lo personal, tomando el dolor como ese maestro que nos hace recapacitar, cuando no lo entendemos por las buenas. Desde el empacho cuando nos gusta una comida, hasta lavarnos los dientes por miedo al dentista, cambiar nuestra forma de vida cuando nos da un arrechucho, mejorar en nuestras relaciones cuando las vemos peligrar, y un interminable etcétera si eres sincero contigo mismo.

Ahora os pregunto, ¿creéis que en el aprendizaje de niños o adultos es diferente?

«¿Esto va a entrar en el examen?» es una pregunta que a nadie le suena, supongo.

Lamentablemente (o humanamente) actuamos en nuestra mayoría y la mayoría de las veces con la evaluación de coste-beneficio o, directamente, un sesgo. Aquellos que hacen las cosas por la pura convicción de su bondad y haber llegado a eso por un razonamiento discursivo, son una minoría y no en todas las ocasiones.

Así que, las normas constituyen un referente y una presión para que nuestros comportamientos estén dentro del margen de lo «socialmente tolerable». Creo que algunos me mirarán con una ceja arqueada sintiendo que ellos son superpuros y supermorales y muy fieles a sus principios. A vosotros os diré que igual sois la excepción, o igual sólo estáis mirando aspectos de vuestra vida en los que verdaderamente sois así, pero, ¿qué pasa con los otros?

Como este es el marco en el que vivimos (bendito sea), esto también tiene un efecto tremendo en lo educativo. Os pondré un ejemplo, la homeopatía. Ya se ha explicado muchas veces que no funciona y que es algo muy peligroso porque te puede hacer dejar de acudir a tratamientos que sí curan, perjudicando tu salud y en algunos casos, ocasionando tu muerte, como ya ha sucedido. Bien, pues cuando explico en alguna conferencia esto, siempre surge la misma pregunta: Si no funciona y es peligroso, ¿por qué es legal venderlo? Se crea una paradoja en la mente del que escucha.

Que algo esté prohibido dificulta su práctica y crea el ambiente necesario para que se entienda que no es bueno, así que la dicotomía entre legislar y educar es falsa. Legislar, educa. Y no legislar, dificulta la educación.

Si a lo dicho añadimos a aquellas personas que no irán por debajo del límite de velocidad o de alcohol si no les multan, a los que no respetarán la propiedad ajena si no les detienen por robo, a los que no cumplirán sus compromisos si no les ata un contrato, veremos la necesidad de legislar… porque no somos tan buenos.

Como habréis visto, no se trata de legislar EN LUGAR de educar. Se trata de hacer ambas cosas y de que se apoyen mutuamente. Dejemos también de dejar de pensar que todo el mundo es super-bueno, super-racional y super-coherente, empezando por nosotros mismos.

Además en los últimos tiempos hemos visto como leyes que parecía que iban a traer el Apocalipsis resulta que se acataron sin más, por ejemplo, la prohibición de fumar en los bares y lugares de trabajo en España. Por lo tanto, en mi opinión, es estupendo que se prohíba la venta de homeopatía en las farmacias, que se obligue a la vacunación de los niños, que se prohíba fumar en los trabajos, que se obligue a que se lleve el cinturón de seguridad y mil cosas más.

Esto no es óbice para que aquel cuyos principios sean tan elevados que la norma les sepa a poco hagan un análisis más profundo y sean más justo y más éticos de lo que la sociedad les demanda. Maravilloso y ojalá cada vez haya más personas así.

Advierto que mucho ojito con las críticas a este post, porque este que os habla cree que el mundo necesita mejorar pero ha dedicado toda su vida profesional a la educación, así que los que se enfaden conmigo porque digan que el mundo es chupi mientras no mueven un músculo para colaborar, pueden irse a ese lugar lejano y marrón.

Seamos justos en el análisis, no porque la educación sea mi actividad principal voy a sobrevalorar su poder transformador ni, desde luego, nuestro nivel ético.

La educación y la comunicación son esas cosas en las que cada vez cree uno menos… pero que no te resulta posible dejar de intentar.

4 Responses to No somos tan buenos

  1. juangarpea dice:

    Sin duda Javier eres mejor de lo que crees, simplemente por intentarlo y lo sabes. La grandeza no está en lo que sabemos o hacemos sino en aceptar nuestra ineptitud en aquello que no sabemos, todo eso que nos impide hacer cosas diferentes y lograr cosas mejores como nos indica el Principio de Peter. La búsqueda de la excelencia no es una meta, es un camino, permanente, con estaciones que nos pueden hacer creer que hemos llegado y tan solo son lugares para descansar y reflexionar.
    Paro tu sigue, eres grande Javier.
    Un cordial saludo, Juan de la Cruz

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  2. Angeles Benito dice:

    Muy interesante … es un tema complejo pero lo expones de manera clara y sincera.

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