Como no lo oigo bien, lo entiendo mejor

Los veinte centímetros… no existen (supongo que vosotras sospechabais algo).

Bueno, disculpadme, sí que existen… están en algún lugar entre los diecinueve y los veintiún centímetros… pero no puedo saber exactamente dónde.

Intentaré ser más claro.

Si compro una tabla de 20 cm de ancho, ¿cómo estoy seguro de que no hay un milímetro de más o de menos?

Si mido con una regla y veo que no se ha pasado ni un milímetro, ¿cómo sé que no se ha pasado una décima? ¿o una centésima?…

¿Eso quiere decir que el número veinte no existe?  Para nada…

El número, el concepto veinte, sí que existe… es su realización práctica lo que resulta «en la práctica» imposible (por supuesto esto sí es posible para números enteros, veinte vacas y cosas así).

De la misma forma es imposible poner una pelota justo en la cúspide de una pirámide, un pequeño error en una dirección hará que caiga.

La manera matemática de expresar esto es:

No puedo llegar al número exacto, pero sí con tanta precisión como necesites.

Si le pido que la precisión sea de centímetros, usará una regla, si de milímetros, un calibre, etc., etc.

Pensando en esto y, retomando el título del post, lamento deciros que no oímos bien.

Hablamos de esto hace tiempo.

Ni siquiera los que tienen un excelente oído musical oyen bien… oirán con cierta precisión, pero nunca con exactitud matemática.

Tchaikovsky con trompetilla (1930)

Y ahora vayamos a un concierto… cada persona del público escucha cosas distintas, según la sensibilidad de su oído, su edad, y si añadimos la interpretación de su cerebro… más diferentes aún.

Los instrumentistas cometen errores, en la afinación, en el tempo…

Algunos son percibidos por ciertas personas del público y otros no…

Lo que me resulta curioso es que si no detectamos los errores, porque su error es más pequeño que el margen que nosotros detectamos, o si los detectamos pero no son muy graves o numerosos… la música consigue emocionarnos.

La música es un vehículo, una manera de sentir emociones uno mismo y comunicarlas a otros.

Visto así, resulta paradójico que un vehículo imperfecto y mal percibido consigue transmitir correctamente su mensaje.

Incluso en algunos casos veréis a intérpretes disgustados con su resultado, quizá tú mismo, como oyente, poco emocionado porque has percibido demasiados fallos y te «ha sacado» de la emoción. En cambio verás a otras personas, que oyeron peor, y se emocionaron más.

Si nuestro oído fuera matemáticamente perfecto, todas las interpretaciones serían mediocres, desagradables, fuera de afinación, fuera de tempo… imposibles de disfrutar.

Fuente de la imagen: Asociación Astronómica Jerezana Magallanes

5 Responses to Como no lo oigo bien, lo entiendo mejor

  1. Almudena dice:

    Dicen que a la gente que tiene oído absoluto le cuesta más meterse en la música porque todo el tiempo está escuchando «las notas». Permanece siempre su parte lectora atenta y no puede evadirse.
    (Es un argumento parecido al que se usa para defender el doblaje en el cine: si estás leyendo, estás usando la parte más racional y consciente de tu pensamiento)

    En la misma línea: no podemos oír la sonoridad de un idioma que entendemos. Sabemos cómo es el «sonido del alemán» (struhen bahen) hasta que esos sonidos se convierten en palabras.

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    • javierfpanadero dice:

      Los que saben alemán decían que no se podían reír con esos subtítulos tan buenos de aquella escena del hundimiento, porque entendían lo que estaban diciendo.

      Lo que me resulta curioso y divertido es que supuestos defectos sirven a un bien mayor: el borrado de memoria nos ayuda a no lastrarnos con el pasado, la poca resolución visual y la frecuencia de muestreo, a poder ver el cine, lo de la música…

      Saludos, Almudena y gracias por comentar

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  2. Eduardini dice:

    Esto mismo comentaba con cierta tristeza e ironía un amigo, que terminó profesionalmente en el mundo de la zarzuela y la ópera, que cuando alcanzabas cierto nivel de «conocimiento» en la música, y más si te dedicas a ello, eras no sólo capaz de encontrar los defectos, sino incapaz de «dejarlos pasar», y ya no eras capazz de disfrutarla, sin más.

    A mí ya debe ser que se me ha pasado cualquier atisbo de profesionalidad en potencia, y afortunadamente me empiezan a gustar o no las cosas, sin entrar en tecnicismos(eso y que lo del oído absoluto jamás lo tuve ni remotamente cercano, je, je) ;-P

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    • javierfpanadero dice:

      Un abrazo Eduardini, el bien mayor que no hay que perder de vista es la transmisión de la Belleza, lo demás es un vehículo.

      El otro día les comentaba a mis alumnos que el palmo patrón es una manaza de 25 cm que se conserva en el museo de pesas y medidas del final del brazo del gran Eduardini.

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